Estados Unidos. – La historia de cómo un jornalero mexicano migrante se convirtió en neurocirujano será llevada a la pantalla grande de la mano de Jeremy Kleiner, quien forma parte del equipo de Plan B, la productora de Brad Pitt.
Aunque aún no hay fecha de filmación, la cinta que abordará la vida de Alfredo Quiñones Hinojosa, conocido en el mundo como Dr Q, toma forma para demostrar que los latinos no solo son sinónimo de narcotraficantes, ni violencia. La historia de Quiñones, es la muestra de que hay otras historias que merecen ser contadas.
Plan B, la productora de Brad Pitt
El Dr. Q, también está harto de que las películas los muestren siempre así: “Narcos, delincuentes”, parásitos con una inteligencia inferior a los que mejor frenar con un muro.
La suya es la historia de un inmigrante pobre e indocumentado que se entrenó física y mentalmente y un día tomó carrera y trepó a ese muro, y ahora que vive de abrir cerebros y extirpar tumores con la precisión.
Actualmente, es el director de neurocirugía de la Clínica Mayo, considerada la mejor del mundo y es el protagonista de uno de los capítulos de una serie de Netflix y la —llamada Ases del bisturí (The surgeon’s cut).
Ases del bisturí (The surgeon’s cut).
En el capítulo “Divino cerebro”, de “Ases del bisturí”, extirpa un tumor cerebral a un paciente despierto.
Sus orígenes
Nació en un pueblito de Mexicali, muy cerca de la frontera con Estados Unidos. Su mamá era apenas más que una adolescente, y en su casa no había siquiera agua potable.
“A una edad muy temprana mi hermanita falleció. De pobreza, de deshidratación, de diarrea”, refiere el propio Quiñones.
De hecho, es una de las razones por la que sigue luchando por encontrar una cura contra el cáncer y sostiene una fundación junto con los cuatro o cinco neurocirujanos más famosos del mundo, para ayudar a la gente pobre que no tiene acceso a especialistas como él.
Vivió en la pobreza
Estaba a punto de cumplir 19 años cuando se despidió de su familia y cruzó al otro lado, pero lo capturaron.
Pero Quiñones volvió a trepar, saltó, cayó del otro lado y corrió. Así entró a Estados Unidos: sucio, pobre, indocumentado, solo.
Aquellos que piensan que no hay un precio que se paga para poder triunfar están en lo incorrecto”, refirió.
Inició como trabajador agrícola su tarea era extirpar la maleza de los campos de algodón y recolectar tomates por 3,5 dólares la hora.
Además, limpió tanques de ferrocarril, fue soldador, mayordomo en la empresa de ferrocarriles y una década después de haber saltado el muro, se convirtió en ciudadano legal gracias a una política inmigratoria de aquel entonces.
Deudas y sacrificios
Unos años, más tarde puso el primer pie en la Universidad de Berkeley, en California, gracias a que aplicó a varias becas y préstamos que pidió al gobierno.
Lo mismo hizo cuando entró a la Facultad de Medicina de Harvard fue ahí que se recibió de médico con honores, en la de San Francisco, donde estudió neurocirugía.
Posteriormente, llegó a la prestigiosa Universidad John Hopkins, conocida ahora en el mundo por sus investigaciones sobre coronavirus.
En esta última se convirtió en profesor de Neurocirugía y Oncología, Neurología y director del Laboratorio de Células Madre tumorales cerebrales.
“Tú no puedes ser mexicano, eres demasiado inteligente”, recuerda que le dijo una docente.
Fue por ese comentario que Dr. Q pasó años intentando disimular su acento latino, algo que ya no hace.
Terminó de pagar sus deudas cuando estaba a punto de publicar su libro Dr. Q: “La historia de cómo un jornalero migrante se convirtió en neurocirujano”.
Ahora, esta historia será llevada a la pantalla de la mano de Jeremy Kleiner productor de 12 años de esclavitud, ganadora de tres premios Oscar.
En 2015, poco tiempo después de que empezaran a trabajar en el guion, la revista Forbes lo eligió como “una de las mentes más brillantes de México en el mundo”.
Es reconocido a nivel mundial
Quiñones lleva escritos ocho libros de neurocirugía y hay otros seis que están por salir y ha publicó más de 450 artículos.
Actualmente dirige la investigación financiada por la máxima autoridad estadounidense en salud (NIH) para curar el cáncer cerebral y una ONG llamada Mission: BRAIN, para pacientes de todo el mundo que no pueden pagar procedimientos neuroquirúrgicos avanzados.
“Creo que al final del día no importan los premios, los libros, los logros: al final del día no hay nada más poderoso que darle al paciente esperanza”, consideró.
Con información de: Infobae
