Britney Spears ha roto su silencio sobre uno de los momentos más polémicos de su carrera: cuando se rapó la cabeza en 2007, poco antes de que su padre se convirtiera en su tutor legal.
«Desde que era una niña, me sentía observada. Me escrutaban de pies a cabeza, la gente me juzgaba por mi cuerpo desde que era adolescente. Raparme la cabeza y hacer teatro eran mis formas de rebelarme», escribe la reina del pop en sus esperadas memorias, «The Woman in Me» (La mujer que hay en mí), según un adelanto publicado el martes por People.
Sin embargo, Britney, de 41 años, cuenta que una vez que su padre, Jamie Spears, asumió el control de sus asuntos personales, médicos y financieros en 2008, ella perdió toda autonomía y libertad en su vida cotidiana.
«Me hicieron creer que esos días habían terminado, tenía que dejarme crecer el pelo y volver a ponerme en forma. Tenía que acostarme pronto y tomar la medicación que me recetaban», confiesa la artista.
Una noche de 2007, la ganadora de un Grammy entró en la peluquería Esther’s Haircutting Studio de Tarzana, California, y pidió que le raparan su melena morena.
La dueña de la peluquería, Esther Tognozzi, se negó, así que Britney tomó las riendas, cogió una maquinilla y se cortó el pelo mientras los paparazzi hacían fotos a través de las ventanas.
Pocos días después, la intérprete de «Toxic» fue fotografiada atacando el coche de un fotógrafo con un paraguas.
Estos incidentes consecutivos, que ocurrieron mientras se encontraba en pleno proceso de divorcio y custodia con Kevin Federline, convirtieron a Britney en un blanco fácil para los tabloides.
Pero al año siguiente, después de que ella fuera ingresada en dos internamientos psiquiátricos involuntarios, Jamie acudió a los tribunales y se nombró tutor legal de su hija.
«La tutela me quitó mi condición de mujer, me convirtió en una niña», escribe Britney en su libro, que sale a la venta el 24 de octubre.
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