Ayer 13 de abril, se dio a conocer por redes sociales el fallecimiento de Lourdes Ruíz la también llamada “Reina del Albur” o “Verdolaga Enmascarada”, quien era una personalidad muy conocida y querida del barrio de Tepito, en la Ciudad de México.
Lourdes Ruíz ganó el primer lugar en el torneo del albur “Trompo contra Perinolas” en 1997 y desde ahí su carrera se vio en asenso pues, escribió un libro e impartió el “Diplomado en albures finos” en el Centro de Estudios Tepiteños y Observatorio Barrial.
También participó en algunos programas de televisión entre los que se destaca “Crónica de castas”, producida por el Canal II del IPN en 2014.
Para ganarse la vida, Lourdes Ruíz era comerciantes: tenía un puesto de mamelucos en Tepito.
Puro doble sentido y muchas risas, el remedio para no estar tan encajonados como nos quiere tener el gobierno, la escuela, el marido, el novio… Una manera de salirse tantito del huacal.
El albur es lo que me divierte, me da pila para seguir en la chamba porque también en el trabajo yo la cotorreo. El señor que ya me vio trabajar en el puesto, se da cuenta de que yo grito: “¿Qué talla, qué talla?” [risas] y bueno, quien me contesta, qué bueno y si no ps no talla nada.
Para mí es la cábula de la poesía erótica, me gusta tener la ligereza de los niños; aunque no te creas, las niñas y los niños jugaban antes con las pompas de jabón y ahora juegan con las de a de veras [risas].
Uno tiene que hacer a un lado los complejos para poder tener más reflejos, hasta en la vida. En alguna ocasión vi que en Twitter alguien decía que era de nacos, de vulgares, de corrientes, de gente sin cultura. Y dejen les digo que se equivocó totalmente, porque para ser un buen alburero necesita uno tener demasiada cultura porque le hablan a uno de cualquier cosa y con albures contesta uno, basado en la plática.
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Bastantes. En la primaria de mi hija, por ejemplo… Es una escuela de monjas, imagínense el contraste; un día me mandó llamar la maestra y me dijo: “Hay un problema, los niños están empezando a alburear”. Yo dije: “Chin, es la mía”. Me quise hacer chiquita, la gente que me conoce volteó a verme. La maestra dijo: “Están conjugando ‘meter’, y “sacar”… y dije “no, ésa no es la mía porque ella conjuga un montón de verbos” [risas].
En la casa no hay temas prohibidos. Cuando fui niña había muchos tabúes. Ahora en mi casa sí se habla de todo, a lo mejor hay lugares en donde no se puede hablar pero en la casa platicamos.
Cuando fui niña en la casa no se decían groserías o nos lavaban la boca con jabón. Yo me juntaba con unos chavitos cuyos padres vendían helados, eran los neveros de aquí de Tepito. Y empecé a escucharlos, y yo me preguntaba de qué se reían. “Luego te explicamos, estás muy chava”, así empezó la curiosidad. Me empezaron a explicar y dije: así quiero hablar. Me di cuenta que yo en la casa ya los había escuchado sin darme cuenta. Y descubrí que los albures eran todo el tiempo y empecé a ejercitar mi mente.
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A mí lo que me motiva es Tepito. Es el actor principal de todo esto. Y esto me ayuda a quitarle un poco ese estigma, esa etiqueta que le han puesto. Lo que me gustaría a mí como tepiteña es limpiarle el nombre.
Fuente: Publímetro
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