Irán ha deslizado este sábado la amenaza de cerrar el Estrecho de Ormuz uno de los pasos marítimos más estratégicos del planeta y colapsar el mercado internacional del petróleo, lo que lo llevaría por encima de los cien dólares el barril e incluso llegando hasta los 120.
La declaración partió de un alto mando militar iraní, quien deslizó la posibilidad de cerrar el estrecho ubicado en su territorio. Este escenario, que podría parecer lejano, tiene implicaciones directas para la seguridad energética de Europa y la estabilidad económica global.
El Estrecho de Ormuz, una franja de mar que separa Irán de la península arábiga, es el principal canal de salida para el petróleo y el gas natural licuado (GNL) producidos en Oriente Medio.
Por este corredor marítimo circula aproximadamente una quinta parte del crudo que se comercializa en todo el mundo. Su cierre representaría un golpe directo a la infraestructura energética internacional.
La alarma internacional se encendió tras las palabras del comandante de la Guardia Revolucionaria iraní, Sardar Esmail Kowsari, quien afirmó que la clausura del paso marítimo está «siendo considerado». Esta afirmación, breve pero contundente, ha generado preocupación inmediata en diversas capitales del mundo.
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Europa, que en los últimos años ha intensificado su dependencia energética de países del Golfo como Arabia Saudí, Qatar y Emiratos Árabes Unidos, se encuentra en una situación especialmente vulnerable.
Desde la invasión rusa a Ucrania, varios estados europeos, entre ellos Alemania, Italia y España, han reducido su consumo de gas ruso, orientándose hacia nuevas fuentes de abastecimiento en el Golfo Pérsico. Un cierre de Ormuz dejaría a estos países con menos alternativas y con un mercado más inestable.
Además de ser un eje del comercio de hidrocarburos, el Estrecho de Ormuz también es utilizado para el transporte de productos electrónicos, materias primas y mercancías de consumo que alimentan industrias y comercios europeos.
La interrupción del tránsito por esta vía afectaría significativamente las cadenas globales de suministro. A esto se sumarían mayores costos logísticos debido al aumento del precio del transporte marítimo y de los seguros ante el riesgo bélico.
El impacto inmediato de un posible bloqueo se vería reflejado en el precio de la energía: el petróleo y el gas se encarecerían de forma repentina, lo que a su vez dispararía la inflación en la Unión Europea.
Sectores estratégicos como el transporte, la industria manufacturera y la producción agrícola se enfrentarían a costes operativos más elevados, generando un efecto dominó en los precios al consumidor.
Los mercados financieros tampoco serían inmunes al pánico. Las bolsas europeas podrían registrar caídas abruptas ante la incertidumbre sobre la estabilidad en Oriente Medio y la posibilidad de un conflicto armado que interrumpa el flujo de recursos energéticos vitales.
Las consecuencias, sin embargo, podrían ir mucho más allá del ámbito económico. En caso de que Irán concrete la amenaza, la respuesta internacional podría incluir acciones militares. Estados Unidos, el Reino Unido y Francia, que mantienen presencia naval permanente en la región, podrían tomar medidas para garantizar la libre navegación.
El equilibrio en el Estrecho de Ormuz ha sido históricamente frágil. Hoy, con las declaraciones iraníes y el contexto regional cada vez más volátil, la posibilidad de una disrupción se vuelve dramáticamente más real.
Con Información de Agencias