Tres regímenes petroleros de dudosa reputación a los que el Presidente Joe Biden y mandatarios estadounidenses previos han desairado de forma espectacular —Venezuela, Arabia Saudí e Irán— son ahora objeto de un acercamiento por parte de Washington, en un momento en que los precios mundiales de los combustibles alcanzan niveles alarmantes con motivo de la crisis de Ucrania.
Sin embargo, no está claro si la diplomacia estadounidense podrá obtener más crudo en el mercado lo suficientemente rápido como para compensar la actual escasez en el suministro, ni si podrá apartar a los países petroleros antes rechazados de lo que son rentables alianzas con Rusia, sobre todo para Arabia Saudí.
Para el Gobierno del presidente Joe Biden, el acercamiento de Estados Unidos a tres gigantes petroleros conflictivos, en el mejor de los casos, podría conducir a estabilizar los crecientes precios del crudo y el gas, acercando a esos gobiernos a Occidente y alejándolos de Rusia y China.
En el peor de los casos, Biden se arriesga a rechazos humillantes y condenas por acercarse a unos regímenes acusados de cometer violaciones de los derechos humanos y violencia.
“Tenemos un interés a nivel mundial en mantener un… suministro constante de energéticos, incluso a través de gestiones diplomáticas”, explicó el miércoles el secretario de Estado, Antony Blinken, sobre el acercamiento a países que han estado fuera del favor de Estados Unidos o de la administración de Biden, y en el caso de Irán, que representan una supuesta amenaza armada.
“Tenemos una multiplicidad de intereses y usamos la diplomacia para tratar de promoverlos”, agregó.
En un momento en que la invasión rusa a Ucrania eleva lo que está en juego en muchas áreas, la frase significó un cambio marcado de Biden con respecto al comienzo de su presidencia, cuando elogiaba los valores democráticos como “la ventaja permanente de Estados Unidos” en el terreno diplomático.
Arabia Saudí ha sacado mucho beneficio económico en los últimos dos años de su asociación con Rusia, otro de los principales productores de crudo del mundo, para mantener el suministro mundial de petróleo y gas natural a un nivel modesto, y con ello, los precios altos.
Biden asumió el cargo prometiendo aislar al príncipe heredero Mohamed bin Salman, y al resto de la familia real saudí, por varios abusos, entre ellos el asesinato en 2018 del periodista estadounidense Jamal Khashoggi.
No se sabe que Biden y el joven príncipe heredero hayan hablado alguna vez.
“No sé si está dispuesto a tragarse tanto sus palabras”, dijo el analista de temas saudíes David Ottaway sobre los actuales intentos de Biden de mejorar las relaciones de su Gobierno con el príncipe Salman y Arabia Saudí, el país que podría poner fin más fácilmente a la escasez de suministro mundial. “Él iba a convertir a este tipo en un paria”, recordó.
En cuanto a Irán y Venezuela, Estados Unidos agradecería resultados diplomáticos positivos que traigan petróleo de esas naciones, pero “el problema es que, en esa situación, su poder de negociación aumenta drásticamente”, opinó Claudio Galimberti, vicepresidente de análisis de Rystad Energy.
“Así que Irán hará muchas solicitudes muy elevadas a cambio de volver a unirse al acuerdo, y lo mismo haría Venezuela”, consideró Galimberti. Además, podría llevar tiempo aumentar la producción.
La devastadora invasión militar rusa de Ucrania, y las consiguientes alteraciones en el mercado, así como las sanciones que afectaron a las exportaciones de petróleo de Rusia, ayudaron a impulsar el precio promedio de la gasolina en Estados Unidos a 4.25 dólares por galón el miércoles.
Biden anunció la víspera una prohibición de las importaciones de petróleo y gas ruso, lo que elevó los ya altos precios derivados del tope a la producción de la OPEP, ideado por Arabia Saudí y Rusia, que no es miembro del cártel petrolero.
El Gobierno de Biden está haciendo ahora propuestas cautelosas a Venezuela, Irán y Arabia Saudí.
En el caso de Irán, los funcionarios federales no están vinculando públicamente su diplomacia con el petróleo, aunque están buscando un acuerdo sobre el programa nuclear de Teherán que podría hacer que se retiren las sanciones internacionales que enfrenta ese país y que el petróleo de Irán vuelva rápidamente al mercado legalmente.
Para Biden, un fracaso en esta diplomacia petrolera de alto perfil conllevaría el riesgo de recibir un trato humillante por parte de gobernantes hostiles en el extranjero, lo que podría dañar su reelección en el frente interno.
¿Y un éxito? Potencialmente lo mismo.
“Nuestra respuesta a la guerra del [Presidente ruso Vladimir] Putin no debería ser fortalecer nuestra relación con los saudíes”, tuiteó la representante demócrata Ilhan Omar, citando la guerra de años de Arabia Saudí en el vecino Yemen.
Otros en el Partido Demócrata de Biden han dejado en claro sus objeciones a cualquier respaldo abrupto de Estados Unidos a Arabia Saudí y su príncipe heredero con tal de tener acceso a petróleo.
Mientras tanto, la posibilidad de un acercamiento de Washington a Irán, su añejo némesis, y a Venezuela, de Gobierno socialista, fue suficiente para provocar declaraciones de molestia, campañas en redes sociales y comentarios indignados de muchos legisladores republicanos y de otros esta semana.
El Partido Republicano tiene como objetivo hacer de los altos precios del petróleo un tema de campaña.
De hecho, señaló Richard Goldberg, exfuncionario del Consejo de Seguridad Nacional del Gobierno de Donald Trump, el Gobierno de Biden está diciendo de Irán: “Seguirán financiando el terrorismo, pero sigamos adelante y compremos su petróleo”.
Con información de agencia AP
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