La canciller saliente de Alemania, Angela Merkel, advirtió el lunes que las actuales restricciones en el país “ya no son suficientes” ante la “dramática situación” provocada por el brote de infecciones de Covid-19, según fuentes de su partido.
Con la evolución actual y los récords diarios de infecciones, la situación sanitaria de la cuarta ola de la pandemia “va a ser peor que todo lo que hemos visto hasta ahora”, advirtió también ante dirigentes de su partido, el conservador CDU, según una fuente de la formación preguntada por la AFP.
Alemania, especialmente las regiones del sur y del este, se está viendo afectada por una nueva ola de infecciones, que los expertos y los políticos atribuyen a una de las tasas de vacunación más bajas (68%) de Europa Occidental.
Ante el resurgimiento del virus, que mató a más de 99 mil personas en el país desde su aparición, la canciller saliente y su probable sucesor, Olaf Scholz, ya decidieron la semana pasada endurecer las restricciones para las personas no vacunadas.
Los periodistas solemos ser duros. Los sentimientos no tienen cabida en el día a día, y básicamente así debe ser. Nuestro trabajo es observar y analizar, contrastar y clasificar opiniones o identificar errores. Sin embargo, ante la tragedia, los periodistas somos solo humanos.
Una colega visitó recientemente una unidad de cuidados intensivos para hacerse una idea de la situación cada vez más dramática de los hospitales. Al salir, primero tuvo que serenarse y asimilar lo que había visto. La enfermera y el médico con los que pudo hablar lloraron durante la entrevista, así de desesperados están ahora.
Estas personas que rompen en llanto, se enfrentan al sufrimiento todos los días y están acostumbradas a la muerte por su profesión. Pero ahora están muriendo en sus manos personas que estaban perfectamente sanas antes de infectarse con el nuevo coronavirus y que podrían haber vivido muchos más años.
Actualmente mueren más de 200 personas al día, y la cifra va en aumento. Para Navidad, habrá tantos que habrá luto en muchos lugares. Muchos seres queridos desaparecerán, sus vidas – hasta hace poco intactas – y las de sus familias serán destrozadas.
La mayoría morirá por haber elegido no vacunarse contra el SARS-CoV-2. Porque tenían dudas, pensaban que la vacuna también podía ser perjudicial, porque no querían ceder a la presión para vacunarse. En cualquier caso, pensaron que una infección no sería tan grave.
En noviembre de 2021, Alemania está peor que hace un año. Aunque con la vacuna tenemos la clave de la solución. La tasa de vacunación está por debajo del 70 %, en Sajonia y Baviera incluso muy por debajo. ¿Por qué hay tantos que se niegan a la vacunación en Alemania? Se autodenominan antivacunas y utilizan este término para expresar su oposición al Estado, a la política, a los medios de comunicación, a la sociedad mayoritaria. ¿Por qué es tan grande la desconfianza, que se vuelve más agresiva y tiene un enorme poder explosivo para la sociedad?
No hay una respuesta clara a estas preguntas. Pero la política tiene su parte de responsabilidad. Desde el estallido de la pandemia, a menudo parecía impulsiva, insegura y abatida. Los estados federados, responsables del control de las infecciones, se mostraron muchas veces en desacuerdo. Como consecuencia, las competencias fueron transferidas al gobierno federal. Eso ayudó un poco. Pero entonces se acercaban las elecciones generales.
En el verano, cuando otros países europeos, anticipándose sabiamente al otoño y al invierno, hicieron obligatoria la vacunación para los primeros grupos profesionales, todos los partidos en Alemania agacharon la cabeza. Temían alejar a los potenciales votantes o llevarlos a los brazos de la derecha populista AfD, donde los antivacunas son cortejados expresamente.
No habrá vacunación obligatoria, prometieron los candidatos al unísono. Y ahora no lo quieren recordar. Por eso ahora están tratando de arrinconar a los no vacunados. Los jefes de gobierno de los estados federados, que discutieron hoy la situación de la pandemia con la todavía canciller Angela Merkel después de muchos meses, apuestan por medidas flexibles para los vacunados y recuperados de la enfermedad, pero otros prefieren añadirle a esto el requisito de una prueba negativa.
El hecho es que la reforma de ley para la protección contra enfermedades infecciosas aprobada por el Parlamento devuelve las responsabilidades del gobierno federal a los 16 estados federados. La consecuencia será que, una vez más, no habrá una línea uniforme, sino una variedad de opiniones y, de nuevo, interminables discusiones sobre la forma correcta de enfrentar la pandemia. Sin embargo, una cosa quedó clara: la vacunación. El material está disponible en abundancia, solo falta la voluntad.
¿Cuándo se darán cuenta los políticos de que los llamamientos no son suficientes y que la autorresponsabilidad no es suficiente? Solo hay una solución para el egoísmo y la indiferencia de algunos ciudadanos: la vacunación obligatoria. Los primeros ministros quieren ahora la vacunación obligatoria para el personal sanitario y los trabajadores de residencias de ancianos, pero eso no es suficiente. Todos deben tener dicha obligación.
Pero falta valor político. Por supuesto, ni siquiera la vacunación obligatoria detendría ahora la cuarta ola. Nada puede detenerla ahora. Para Navidad, varios miles de personas más habrán muerto a causa del Covid-19. Pero si nada cambia, a la cuarta ola le seguirán la quinta y la sexta. Solo con las vacunas -y los refuerzos una y otra vez- podemos romper estas olas. Con la esperanza de que en la Navidad de 2022 estemos mejor y hayamos aprendido por fin de nuestros errores.
Con información de agencias AFP y DW
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Esta entrada fue modificada por última vez en martes, 23 de noviembre, 2021
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