Washington D.C. la capital de los EE.UU. vivió este viernes un imponente desfile militar con motivo del 250 aniversario del Ejército estadounidense en un acto cargado de simbolismo que puso en primer plano el poderío militar del país en un contexto internacional marcado por los conflictos armados en Ucrania e Israel.
Esta insólita parada militar, es un evento que no se veía en Estados Unidos desde 1991 luego del fin de la victoriosa Guerra del Golfo, cuando marcharon unos 8, 000 mil soldados.
Miles de soldados marcharon por la histórica avenida de la Constitución, acompañados de vehículos blindados, banderas de distintas épocas y unidades de élite como los paracaidistas “Golden Knights”, que realizaron una impecable exhibición aérea frente a la Casa Blanca.
Presidido por Donald Trump, quien fue recibido con una salva de artillería, el evento rompió con la tradición estadounidense de evitar desfiles de carácter marcadamente militarista en la capital. A diferencia de otras naciones, Estados Unidos ha reservado estas demostraciones para celebraciones más discretas, lo que ha generado críticas por el tono del acto.
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El desfile contó con la participación de regimientos históricos, desde la Revolución de 1775 hasta unidades que combatieron en las grandes guerras mundiales del siglo XX. Destacó la presencia de la División Aerotransportada, considerada uno de los pilares estratégicos del Ejército moderno.
La conmemoración remite a la batalla de Bunker Hill, ocurrida el 17 de junio de 1775, que marcó el inicio del Ejército Continental. Ese episodio, ocurrido antes de la independencia formal del país, se considera el germen del actual Ejército estadounidense.
Desde la mañana, Trump se mantuvo activo en redes sociales, asegurando que el desfile tendría lugar “con sol o sin él” y animando a sus seguidores a acudir al evento. “Es un gran día para América”, escribió en Truth Social, junto a imágenes de soldados y aeronaves militares.
La coincidencia con el Día de la Bandera y su propio cumpleaños número 79 no pasó desapercibida. Para algunos, el evento tuvo un claro tinte personalista. Diversas figuras políticas y organizaciones civiles lo calificaron como una “demostración de fuerza innecesaria” y una estrategia del expresidente para reforzar su imagen de líder firme ante los desafíos internacionales.
Mientras tanto, en todo el país se desarrollaban cerca de 2.000 manifestaciones en contra del acto, muchas de ellas denunciando lo que los organizadores consideran una deriva autoritaria y belicista en la política exterior y doméstica de Estados Unidos.
El desfile ocurre en un momento en que Estados Unidos mantiene un papel central en el respaldo militar a Ucrania frente a Rusia, y en su apoyo diplomático a Israel en su nueva guerra total contra Irán, reafirmando su posición como potencia global en un escenario de tensiones crecientes.
Con Información de Agencias
