La muerte del último dirigente de la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov, suscitó el miércoles emotivos homenajes en Occidente, pero la reacción fue más moderada en Rusia, donde muchos le reprochan el derrumbe de una de las dos superpotencias de la segunda mitad del siglo XX.
Gorbachov falleció el martes por la noche a los 91 años, tras una “larga y grave enfermedad”, indicó el Hospital Clínico Central (TSKB) de Moscú donde estaba siendo tratado.
Su funeral se realizará en Moscú el sábado, aunque aún no está claro si será privado o nacional, informaron las agencias de prensa rusas, que citan a su hija y su fundación.
Gorbachov será enterrado en el cementerio de Novodevichy, según la agencia Interfax. Una fuente cercana a la familia dijo a la agencia de noticias TASS que sería sepultado junto a su esposa Raísa, fallecida en 1999.
Gorbachov fue el último dirigente todavía con vida de la época de la Guerra Fría, un periodo que parece tener especial resonancia actualmente con la ofensiva rusa en Ucrania, lanzada el 24 de febrero.
Aunque Gorbachov no se pronunció públicamente sobre la acción militar, su fundación pidió “un cese de las hostilidades y el inicio inmediato de negociaciones de paz”.
En Rusia, el legado del político sigue siendo controvertido. Aunque fue quien abrió el camino a la libertad de expresión, para muchos fue el responsable del fin de la superpotencia soviética frente a Estados Unidos y de los terribles años de crisis económica que siguieron.
En un mensaje de condolencia, Putin destacó un hombre que tuvo “un gran impacto en la historia del mundo”.
“Guió a nuestro país a través de un periodo de cambios complejos y dramáticos y de grandes desafíos de política exterior, económicos y sociales”, destacó.
Las palabras del mandatario ruso llegaron después de los numerosos homenajes de los dirigentes occidentales, mucho más emotivos hacia quien recibió el premio Nobel de la Paz en 1990 por haber contribuido en reducir la confrontación entre Este y Oeste.
El presidente estadounidense, Joe Biden, lo calificó de “líder excepcional” que contribuyó a “un mundo más seguro” y para el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, Gorbachov “hizo más que cualquier otro individuo para lograr un final pacífico de la Guerra Fría”.
El presidente francés, Emmanuel Macron, destacó que era un “hombre de paz” y su homólogo italiano, Mario Draghi, elogió su oposición a una “visión imperialista de Rusia”.
El presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, agradeció su “contribución decisiva en la unidad alemana”. Y para la excanciller Angela Merkel, que creció en la antigua Alemania del Este, Gorbachov le cambió la vida “de manera fundamental”.
China, que el Kremlin presenta ahora como su gran socio político y económico, elogió la “contribución positiva” del exdirigente soviético en el acercamiento entre Pekín y Moscú.
Gorbachov también fue elogiado por el periodista ruso Dmitri Muratov, premio Nobel de la Paz en 2021 y redactor jefe del diario independiente Novaya Gazeta, apoyado desde su creación por el exdirigente.
“Daba más valor a un cielo tranquilo que al poder personal”, dijo.
El encarcelado opositor ruso Alexéi Navalni, dijo por su parte que era “uno de los pocos que no usó el poder y las oportunidades para su beneficio y enriquecimiento personal”.
Nacido en 1931 en el seno de una familia modesta del suroeste de Rusia, Gorbachov subió rápidamente en la jerarquía del Partido Comunista hasta ponerse al frente de la URSS en 1985.
Hasta su dimisión en 1991, que marcó el fin del bloque, llevó a cabo importantes reformas democráticas, conocidas como la “perestroika” (reestructuración) y “glasnost” (transparencia).
Durante su mandato, fue confrontado a enormes crisis, como la catástrofe de Chernóbil (1986) o los movimientos de independencia en toda la URSS, que reprimió en algunos casos.
También ordenó el fin de la desastrosa campaña militar soviética en Afganistán y sus acciones contribuyeron a la caída de la “cortina de hierro”, como se conoció a la antigua frontera política e ideológica entre Europa Occidental y Oriental.
Los años que siguieron a la disolución de la URSS siguen siendo un trauma para muchos rusos que se vieron hundidos en la pobreza y confrontados al caos político y a una guerra brutal con Chechenia.
Con la llegada al poder en 2000 de Putin, para quien la desaparición de la URSS es la “mayor catástrofe geopolítica” del siglo XX, el Estado se impone a la sociedad y hace regresar la potencia rusa a la escena internacional.
Para Gorbachov, las relaciones con los nuevos líderes del Kremlin siempre fueron complejas, ya sea con Boris Yeltsin, su enemigo acérrimo, o con Putin, a quien criticaba, pero veía como una oportunidad para un desarrollo estable en Rusia.
El exdirigente soviético se mostró favorable a la anexión de la península ucraniana de Crimea en 2014 por parte de Moscú, lo que le supuso, en 2016, la prohibición de entrar en Ucrania.
Tras un breve intento fallido de volver a la política en la década de 1990, Gorbachov se dedicó por completo a proyectos educativos y humanitarios.
Con información de agencia AFP
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