Islandia espera una gran erupción volcánica. No saben cuándo será, pero será. Desde finales de octubre, la tierra no deja de temblar en el suroeste de la isla. En esa misma zona ya ha habido otras erupciones, la última en verano. Pero esta vez, con la tierra abriéndose a lo largo de kilómetros, temen que sea de las que se recuerden.
El 24 de octubre, la tierra empezó a temblar en la parte suroeste de la isla. En un país tan volcánico como este, con más de 200 volcanes activos, que la tierra tiemble no afecta a la cotidianeidad de los islandeses. Pero el número de pequeños seísmos no ha dejado de aumentar. Ahora se producen a un ritmo de más de 1.000 al día. Es lo que se conoce como enjambre sísmico: un fenómeno similar, pero a menor escala (apenas un centenar de temblores), precedió a la erupción en La Palma en septiembre de 2021. Es lo que temen las autoridades, que alguno de los volcanes de la zona entre en erupción. Pero puede que se quede en una mera urgencia.
Lo recuerda el vulcanólogo de la Universidad de Islandia, Ármann Höskuldsson: “La mayoría de los enjambres de terremotos terminan con grietas y fallas y sin erupción. Dicho esto, sabemos que estamos en el comienzo de un gran evento tectónico que está liberando en la península la tensión tectónica acumulada durante los últimos 800 años”.
“Estamos en el comienzo de un gran evento tectónico que está liberando en la península la tensión tectónica acumulada durante los últimos 800 años”
El epicentro de los terremotos varía, pero todos se están produciendo en una amplia zona en torno a la ciudad de Grindavík, en el suroeste de la isla. Se trata de un pequeño municipio pesquero situado en la península de Reykjanes, a apenas 60 kilómetros de Reikiavik, la capital islandesa.
Al principio del evento, el enjambre se concentraba al oeste de la zona afectada, pero después se desplazó al este. Durante el fin de semana, los seísmos se volvieron a mover concentrándose al sur de Grindavík, tan al sur que de abrirse la tierra en ese punto, podría dar lugar a una erupción submarina. En cuanto a la profundidad, los temblores empezaron produciéndose a más de cinco kilómetros. Pero el jueves ya eran a los 3,5 kilómetros, y en los últimos días se están sucediendo a apenas 800 metros.
Los cambios en la posición del enjambre sísmico y el ascenso del hipocentro han llevado a los responsables de vigilar su evolución y a la Oficina Meteorológica Islandesa (OMI) a determinar que se estaría produciendo una intrusión de magma. La masa debe de ser enorme, estando toda la zona sobre ella. Bill McGuire, profesor emérito de riesgos geofísicos y climáticos del University College de Londres, dijo al Science Media Centre que los modelos sugieren que “el magma está subiendo a lo largo de una fractura de 15 kilómetros de largo y ahora está tan cerca de la superficie como a 800 metros o incluso menos”. Desde el espacio, el GPS ha detectado un levantamiento del terreno de varios centímetros al día en diversos puntos de la zona.
Los científicos no saben dónde emergerá el magma. Pero la fractura, que se ha abierto de suroeste a noreste, es una pista. Lo más probable es que, según la OMI, lo haga en algún punto de la grieta. Los expertos relacionan este evento con el cercano volcán Fagradalsfjall, que lleva acelerando su actividad desde 2021 y cuya última erupción fue en verano. Por eso, existe la posibilidad de que el material acabe surgiendo en este punto. Lo que no saben los científicos es el cuándo. En sus últimas notas, lo más que han llegado a decir desde la OMI es que “la probabilidad de erupción volcánica en los próximos días es alta”
Si los expertos no saben dónde emergerá masa de tierra fundida, menos aún de qué tipo será. Las alternativas son varias. La zona es relativamente llana y los volcanes no tienen la típica forma cónica. En esa parte de la isla, y el Fagradalsfjall es un buen ejemplo, la tierra se abre con fisuras volcánicas. En este caso, la lava brota por algún punto de la grieta y no tiene por qué tener un carácter explosivo. Si lo hace muy al sur de la fisura, lo haría ya en el mar. Pero no se puede descartar una erupción explosiva en un punto sin resquebrajar todavía. El profesor Höskuldsson recuerda que el vulcanismo en Islandia se caracteriza por lava basáltica. “Eso significa que las erupciones son leves y generan flujos de lava. En comparación con La Palma, las que esperamos no serán tan explosivas y las lavas serán más fluidas y pueden fluir más rápido que las de La Palma”, detalla en un correo.
El encuentro entre la placa tectónica norteamericana y la euroasiática se produce en mitad del Atlántico norte (algo similar sucede también en el sur, pero con otros protagonistas). En realidad no es un encuentro, es un desencuentro: ambas placas se están separando. A lo largo del océano, de sur a norte, se ha abierto así una enorme fisura en el lecho marino, la dorsal mesoatlántica. Aunque la brecha está en el fondo del mar, a miles de metros, también atraviesa tierra emergida. ¿Y con qué se encuentra esta raja? Con Islandia, a la que parte en dos.
Las autoridades han decretado el estado de alerta en Grindavík, pero aún no han ordenado la evacuación de la ciudad, aunque sí de algunas aldeas cercanas. En caso de erupción, existe un riesgo debido a las emanaciones tóxicas, en particular de dióxido de azufre. A escala global, el mayor riesgo provendría de la columna de cenizas eyectadas. Debido a la redondez de la Tierra, los aviones de Europa a América del Norte vuelan muy al norte, que es el sur de Islandia. Una erupción de carácter explosivo podría emitir grandes cantidades de partículas que complicaran el tráfico aéreo, como lo hizo el Eyjafjallajökull, cuya erupción mantuvo en jaque a la aviación mundial durante meses en 2010. Pero en aquel caso, se trató de una erupción bajo la masa helada y fue la interacción entre la lava y el hielo la que provocó la eyección de inmensas cantidades de partículas. Aquí no hay hielo, pero si la erupción fuera marítima, elevaría el riesgo.
Con información de agencia Reuters
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