Goma, RDC.– Genocidio en la República Democrática del Congo (RDC) avanza, los ciudadanos acusan que el presidente, Félix Tshisekedi, es el culpable de la guerra por no saber llegar a un acuerdo con las milicias rebeldes del M23 apoyados por el vecino Ruanda.
Zawadi Delphine es la esposa de un soldado del ejército y madre de tres hijos. Ella y su familia viven en el campamento Katindo, a las afueras de la ciudad de Goma, la capital provincial de Kivu del Norte, en el este de República Democrática del Congo (RDC), tomada por fuerzas rebeldes.
Al recordar lo que sucedió la noche del domingo 26 de enero, cuenta que su marido había llegado del frente, al norte de la ciudad de Goma, visiblemente molesto y con prisa. Sin contarle lo que realmente estaba pasando, se limitó a decirle que solo lo volverían a ver por «gracia divina».
«Me dijo que él y sus compañeros soldados se dirigían al muelle de Kituku, al sur de Goma. En ese momento me dijo que nos volveríamos a ver, si Dios quería. Desde ese día, he perdido todo contacto», dice entre lágrimas.
Delphine admite que teme que su marido haya muerto en el intercambio de disparos entre las tropas gubernamentales y las milicias del grupo armado rebelde Movimiento 23 de Marzo (M23), respaldadas por el ejército de la vecina Ruanda.
De hecho, Delphine se considera viuda y ha perdido toda esperanza de volver a ver a su marido. Asegura que ha visto morir a gente en el campamento militar de Katindo, en pleno centro de la ciudad de Goma, a causa de la violencia.
«Me pregunto qué le hemos hecho a Dios para merecer todo esto. ¿Cómo puede la gente matarse de esta manera bajo la mirada impotente de todas las naciones del mundo?», se queja, sentada dentro de una tienda de campaña preparada para un funeral.
El este de la RDC se vive un largo y devastador conflicto interno de tres décadas, donde desde enero se vive una nueva escalada, en una región rica en recursos naturales y minerales, en la frontera con Ruanda, donde Goma, con unos dos millones de habitantes, ha caído más de una vez en manos del M23.
El grupo rebelde declaró un alto el fuego «humanitario» que debía comenzar el martes 4 de febrero, pero lanzó una nueva ofensiva contra la ciudad minera de Nyabibwe, en la provincia de Kivu del Sur, que según las informaciones tomó con la ayuda de las tropas ruandesas.
La Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (Ocha), de Naciones Unidas, aseguró que al menos 2,800 personas han muerto en los combates en Goma, entre ellos 17 miembros de las fuerzas de paz en RDC de la Misión de la Comunidad de Desarrollo de África Austral (SADC) y la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en la RDC (Monusco), así como trabajadores humanitarios.
El portavoz de la Ocha, dijo que era «importante señalar que las cifras siguen siendo inestables y difíciles de verificar», mientras otras fuentes han elevado ya la cifra de muertos durante la actual escalada bélica por encima de los 3000.
La nueva ofensiva se produce días antes de que los presidentes de Ruanda y de la RDC asistan a una cumbre sobre la crisis.
Vivian van de Perre, jefa adjunta de Monusco, dijo el 5 de febrero que «la situación sigue siendo muy volátil, con riesgos persistentes de escalada», y enfatizó que la acción militar por sí sola no resolvería el conflicto.
Las hostilidades se están produciendo en una región rica en minerales que ha sido inestable durante décadas en medio de una proliferación de grupos armados, lo que ha obligado a cientos de miles de personas a huir de sus hogares a lo largo de los años y buscar seguridad en campos de desplazados.
Advirtió que la misión de mantenimiento de la paz, Monusco, estaba operando en un entorno cada vez más difícil.
«Las infraestructuras clave de la misión en Goma están desbordadas, con personal de la ONU y congoleños buscando refugio dentro de nuestras instalaciones», dijo Van de Perre. Con unas 2000 personas en el lugar, la presión sobre el espacio está creciendo y también sobre «recursos críticos» como el agua, los alimentos y el saneamiento.
Milicianos del M23 han tomado Goma, la apetecida ciudad del este de República Democrática del Congo. Se calcula que sobrepasan ya las 3000 personas muertas en la actual escalada de combates entre ese grupo armado y los militares congoleños.
Las hostilidades también tensaron las relaciones entre Ruanda y Sudáfrica y los ministros de Asuntos Exteriores mantuvieron conversaciones para calmar la situación.
El presidente de Ruanda, Paul Kagame, acusó el 10 de enero al presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, de «tergiversaciones» y «ataques deliberados», en contra de lo hablado por teléfono con él en días previos.
Versiones de que la ministra de Defensa sudafricana, Angie Motshekga, había afirmado en la red X que el presidente de su país, Cyril Ramaphosa, le había dicho a Kagame en una llamada telefónica: «Si vas a disparar, tómalo como una declaración de guerra, y tendremos que defender a nuestra gente», avivaron las tensiones.
El ministro sudafricano de Relaciones Internacionales, Ronald Lamola, dijo también en X, que ambas partes estaban «comprometidas a avanzar en el diálogo sobre el este de la República Democrática del Congo y acordaron seguir el espíritu del acuerdo de alto el fuego».
Van de Perre dijo que la paz era una prioridad para la región y que «el pueblo de la República Democrática del Congo merece paz, seguridad y estabilidad».
Nadie entiende esto mejor que los que están en primera línea.
Yvonne Mahali tiene 23 años y vive en el distrito de Bujovu, en la frontera de la RDC con Ruanda. Perdió a dos hermanos cuando los rebeldes del M23 tomaron Goma. Su barrio fue uno de los que presenciaron la entrada del M23 y las tropas ruandesas en Goma la noche del domingo 26.
Dos semanas después de que Goma fuera capturada por los rebeldes del M23 respaldados por Ruanda, muchas familias que perdieron a sus seres queridos piden paz. Algunos de ellos no han tenido noticias de ellos, mientras que otros ya han identificado a sus familiares, civiles y soldados, que murieron durante los combates en la ciudad.
«Los que nos quedamos, tal vez sobrevivamos. Pero a qué precio. La ansiedad nos carcome día tras día. La incertidumbre, el miedo, el dolor de ver nuestra ciudad desmoronarse ante nuestros propios ojos. Los supervivientes corremos el peligro de ser arrastrados por la angustia», dice, con una voz que delata su ansiedad, mientras las lágrimas brotan de sus ojos.
Mahali asegura que fue testigo de algunas escenas horribles, que cree que permanecerán grabadas en su memoria para toda la eternidad. También vivió la toma de la ciudad de Goma por parte de los combatientes del M23 en noviembre de 2012.
«Es difícil ver mi barrio arrasado, presenciar el duelo en cada parcela, ver las casas destruidas. ¿Quién construirá estas casas? ¿A dónde irán sus ocupantes?», pregunta.
Félix Tshisekedi, presidente de la RDC, prometió una «respuesta enérgica» del ejército congoleño tras la ocupación de la ciudad.
Este jueves 6 de febrero su portavoz aseguró que el gobernante participará el viernes 7 y el sábado 8 a la cumbre conjunta en Tanzania de los presidentes de la Comunidad de África Oriental (EAC) y la Comunidad del Desarrollo de África Austral (SADC), para abordar el recrudecido conflicto en el este de RDC.
Van de Perre pidió a todas las partes que «pongan fin a las hostilidades, den prioridad al diálogo y trabajen por una resolución pacífica».
Sin embargo, las promesas de diálogo están lejos de tranquilizar a Ndoole Jules, un residente de Goma de 28 años que perdió a su abuela en la explosión de un proyectil en el distrito de Mugunga, durante los combates entre las fuerzas gubernamentales y los rebeldes del M23.
«El presidente no parece comprender las desafortunadas consecuencias de la guerra. Si hubiera encontrado una solución hace mucho tiempo, Goma no se habría convertido en un epicentro de la desesperación humana», se lamenta Jules.
Con información de agencia IPS
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