Internacional

Hospitales en Gaza atestados de niños hambrientos

Fadi al-Zant, de seis años, está gravemente desnutrido, sus costillas sobresalen bajo la piel curtida, sus ojos están hundidos mientras yace en la cama del hospital de Kamal Adwan, en el norte de Gaza, donde se cierne la hambruna.

Las enjutas piernas de Fadi ya no le sostienen lo suficiente como para caminar.

Fotografías de Fadi de antes de la guerra muestran a un niño sonriente y de aspecto saludable, de pie con unos jeans azules junto a su gemelo más alto con el pelo peinado. Un breve video lo muestra bailando en una boda con una niña.

Fadi padece fibrosis quística. Antes del conflicto, tomaba medicamentos que su familia ya no puede encontrar y comía una variedad cuidadosamente equilibrada de alimentos que ya no están disponibles en el enclave palestino, según su madre Shimaa al-Zant.

“Su estado está empeorando. Cada vez está más débil. Sigue perdiendo la capacidad de hacer cosas”, dijo en un video obtenido por Reuters de un trabajador independiente. “Ya no puede mantenerse en pie. Cuando le ayudo a levantarse, se cae enseguida”.

Transcurridos más de cinco meses de la ofensiva terrestre y aérea de Israel, lanzada en respuesta al ataque de Hamás del 7 de octubre, hay escasez generalizada de alimentos, medicinas y agua potable en Gaza, dicen médicos y organismos de ayuda.

El hospital Kamal Adwan, que atiende a Fadi, había tratado también a la mayoría de los 27 niños que, según el Ministerio de Sanidad de Gaza, han muerto de desnutrición y deshidratación en las últimas semanas.

Otros murieron en el hospital al-Shifa de la ciudad de Gaza, también en el norte, según el ministerio, y en la ciudad más meridional de Rafah, donde, según la agencia de ayuda de la ONU, más de un millón de palestinos se han refugiado de la ofensiva israelí.

Niños esperan recibir agua en Rafá, en la franja de Gaza. Foto Xinhua

Reuters vio a 10 niños gravemente desnutridos durante una visita la semana pasada al centro de salud de al-Awda en Rafah, concertada con el personal de enfermería, que permitió a la agencia de noticias acceder sin impedimentos a la sala. Reuters no pudo verificar de forma independiente las muertes comunicadas por el ministerio.

Si no se adoptan medidas urgentes, la hambruna se cebará de aquí a mayo en el norte de Gaza, donde 300 mil personas están atrapadas por los combates, dijo el lunes en un informe el organismo mundial de vigilancia de la hambruna, la Clasificación Integrada de las Fases de la Seguridad Alimentaria (CIF).

El escenario más probable de la revisión afirmaba que “niveles extremadamente críticos de desnutrición aguda y mortalidad” eran inminentes para más de dos tercios de la población del norte. La CIF está formada por agencias de la ONU y grupos de ayuda mundial.

El COGAT de Israel, el organismo militar que gestiona las transferencias de ayuda a Gaza, no respondió en particular a las preguntas de Reuters sobre la muerte de niños por hambre y deshidratación, pero sostuvo que Israel no pone límites a la cantidad de ayuda que puede entrar.

Tras la revisión de la CIF, el portavoz del Gobierno israelí, Eylon Levy, publicó en X que el número de camiones de alimentos había aumentado en marzo y que Israel estaba tomando medidas para reforzar “los esfuerzos de entrega” en el norte.

“Es una mala evaluación, basada en una imagen desfasada”, dijo sobre la revisión.

La administradora de USAID, Samantha Power, dijo en una declaración pública que la evaluación de la CIF marcaba “un hito horrible” y pidió a Israel que abra más rutas terrestres y operará los pasos a plena capacidad.

En respuesta a una pregunta de Reuters sobre el informe de la CIF, el alto cargo de Hamás Sami Abu Zuhri dijo que el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, estaba “desafiando al mundo y procurando la matanza del pueblo palestino en Gaza con bombas y hambre”.

Las agencias de ayuda de la ONU han afirmado que los “obstáculos abrumadores” para trasladar ayuda al norte de Gaza solo se superarán con un alto el fuego y la apertura de los pasos fronterizos cerrados por Israel después del 7 de octubre.

Desplazados

En tiempos mejores, la comida favorita de Fadi era el shawarma de pollo, un plato a la parrilla de la gastronomía levantina, dijo su madre, y comía mucha fruta y bebía mucha leche.

Cuando comenzó la guerra, contó, la familia huyó de su casa en el distrito de al-Nasr de la ciudad de Gaza, que sufrió daños generalizados por los bombardeos. Fueron desplazados cuatro veces antes de llegar a Beit Lahia, añadió.

El estado de Fadi empezó a deteriorarse hace unos dos meses y fue ingresado en el hospital Kamal Adwan, dijo Zant. Creonte -el medicamento que necesitan las personas con fibrosis quística para complementar las enzimas pancreáticas que ayudan a digerir los alimentos- no estaba disponible. A veces, Fadi tenía diarrea 10 veces en una noche.

Antes de la guerra, el niño pesaba 30 kilos y ahora solo pesa 12, dice su madre.

“Solía comer bien. Recibía tratamiento. Tenía la cara rellena. Era un niño que no parecía enfermo e iba a la guardería con su hermano”.

COGAT no respondió a una pregunta sobre la disponibilidad de Creonte, pero dijo que Israel no había “rechazado ni un solo envío de suministros médicos”.

Reuters no pudo establecer de forma independiente si se había bloqueado algún envío de este tipo, ni verificar con funcionarios del hospital hasta qué punto se habían interrumpido los suministros de Creonte.

El Ministerio de Sanidad de Gaza afirma que la falta de medicación contribuyó al deterioro de las condiciones de los niños que murieron.

Los riesgos están aumentando rápidamente para muchos otros en Gaza, afirman los organismos de la ONU, no solo para los niños que, como Fadi, padecen afecciones médicas preexistentes.

Unicef, la agencia de la ONU para la infancia, dijo el viernes que casi uno de cada tres niños menores de dos años del norte de Gaza sufre desnutrición aguda, el doble que en enero.

En los refugios y centros de salud visitados por Unicef y sus socios, el 4.5 por ciento de los niños sufría emaciación severa, la forma de desnutrición más peligrosa para la vida.

“A menos que cesen los combates y las agencias de ayuda tengan pleno acceso a toda Gaza, cientos, si no miles, de niños más podrían morir de hambre”, dijo el martes Catherine Russell, directora ejecutiva de Unicef, en un comunicado conjunto con el Programa Mundial de Alimentos.

Si Israel sigue adelante con la ofensiva prometida en Rafah, se espera que 1.1 millones de personas en Gaza, la mitad de la población, se enfrenten a una falta extrema de alimentos, en la que el hambre y la muerte estén presentes en los hogares, según el informe de la CIF.

El jueves pasado, el coronel Elad Goren, de COGAT, dijo a los periodistas que el acceso a los alimentos era estable en el sur y el centro del enclave.

Human Rights Watch afirmó a finales de febrero que Israel estaba obstruyendo la prestación de servicios básicos, así como la entrada y distribución de combustible y ayuda vital en Gaza. Afirmó que se trataba de un “castigo colectivo”, considerado crimen de guerra en virtud del derecho internacional humanitario.

COGAT dijo a Reuters que Israel estaba realizando “grandes esfuerzos para aumentar la cantidad de ayuda que entra en Gaza”, más que sus obligaciones.

“Cualquier afirmación en sentido contrario, incluidas las relativas al castigo colectivo, carecen de fundamento tanto de hecho como de derecho”, afirmó.

El hambre infantil en Rafah

En el centro de salud de al-Awda, en Rafah, más de una docena de mujeres estaban sentadas o de pie atendiendo a sus hijos desnutridos.

La mayoría de los niños del pabellón ya tenían problemas médicos antes de la guerra, dijeron sus familiares, aunque en las fotos que los padres de dos de ellos mostraron a Reuters se veían notablemente más sanos que ahora.

El 4 de marzo, Yazan al-Kafarna, de 12 años, que padecía parálisis cerebral, murió en el sur de Gaza, días después de que Reuters tomó fotografías que mostraban su grave demacración.

La enfermera del pabellón, Amira Abu Juwaiyad, dijo que el hospital no conseguía leche suficiente para los bebés y que cada día llegaban entre 10 y 15 casos en condiciones “catastróficas”. Abu Juwaiyad no precisó la cantidad de leche disponible antes de la guerra.

Umm Mesbah Heji estaba sentada acunando a su hija Israa, de cinco años, tetrapléjica y epiléptica.

Israa ya no recibe medicación y ha perdido mucho peso. Antes de la guerra, Heji solía darle huevos y leche para desayunar, hígado para comer y arroz para cenar, cuenta. A veces, le daba yogur y fruta.

“Sé que tiene hambre. La comida que come no está disponible”, dijo, y añadió que cada día “me muero cien veces” sintiendo tristeza.

Diarrea se agrava entre los infantes

Las enfermedades agravan la terrible falta de alimentos. La deshidratación causada por la diarrea, que según la Organización Mundial de la Salud abunda en las grandes extensiones de tiendas de campaña donde se hacinan los desplazados sin alcantarillado ni agua potable, acelera la desnutrición.

Uno de los efectos del hambre aguda es la reducción de la inmunidad contra las enfermedades gástricas.

La OMS dijo el mes pasado que el 90 por ciento de los niños menores de 5 años de Gaza estaban afectados por una o más enfermedades infecciosas y que el 70 por ciento había tenido diarrea en las dos semanas anteriores, lo que supone multiplicar por 23 los casos de antes de la guerra.

Kerstin Hanson, médico estadounidense que trabaja en nutrición con la organización benéfica internacional Médicos Sin Fronteras, describió la aparición física de la desnutrición y la deshidratación.

Los niños se vuelven letárgicos y menos receptivos. Su piel pierde su hinchazón, de modo que si se la empuja hacia afuera puede permanecer en esa posición. Los ojos se hunden. El cuerpo enflaquece.

Incluso para los niños que estaban sanos antes del conflicto, la malnutrición sostenida puede atrofiar el desarrollo físico y cerebral.

Cuando el cuerpo del niño sufre desnutrición aguda deja de crecer, explica Hanson. Entonces lo apaga todo excepto las funciones vitales. “El corazón y los pulmones seguirán funcionando, pero (…) quizá no haya energía suficiente para mantener en funcionamiento el sistema inmune”.

Después de eso, el cuerpo “empieza a comerse a sí mismo”, utilizando músculo, grasa y cualquier otra fuente de energía para seguir respirando y bombeando sangre. Al final, se apagará.

Incluso cuando la desnutrición no llega a esa fase peligrosa, sus efectos sobre el desarrollo pueden ser imposibles de revertir si se mantiene, comentó Hanson. Es posible que los niños nunca recuperen los centímetros de crecimiento perdidos.

Con información de agencia Reuters

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