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Israelíes mueren por “fuego amigo”; disparan, después averiguan

Después de años desde que se hizo frecuente la difusión de videograbaciones y denuncias de asesinatos a sangre fría cometidos por el ejército israelí, su sociedad reaccionó cuando las víctimas ya no solo fueron palestinas, sino también israelíes.

Las pocas voces que en el pasado cuestionaron prácticas de ejecuciones extrajudiciales, que rara vez fueron castigadas por los jueces, y siempre con condenas leves, ahora se han visto reforzadas por muchas otras indignadas porque las consecuencias alcanzaron a sus compatriotas.

En una sociedad todavía conmocionada, entre otras cosas, por los secuestros de alrededor de 240 personas –129 aún permanecen cautivas–, la noticia de que tres de ellas intentaron rendirse y de que las mataron a pesar de que hicieron lo posible para evidenciar que no representaban ningún tipo de amenaza para las fuerzas israelíes, ha creado todavía más angustia y descontento porque el gobierno que dice tratar de rescatar a los rehenes no sólo los está aniquilando con la destrucción masiva de los bombardeos, sino también con la supuesta precisión de los francotiradores.

Disparan y no averiguan

Además, previamente, en Jerusalén otro israelí fue víctima del extendido hábito no de disparar primero y preguntar después, sino de matar sin averiguar en ningún momento. Y tuvo más impacto porque el homicidio fue registrado en video, y porque fue contra un héroe.

“No sé cuánta gente le cree al general Herzl Halevi [jefe del Estado Mayor] cuando dice que el ejército no dispara contra quienes se han rendido”, escribió la periodista Maya Lecker en el diario israelí Haaretz. “Los soldados israelíes han disparado contra civiles desarmados en varios incidentes que han sido captados en cámara últimamente. Tanto en Israel como en Cisjordania y Gaza”.

“Las desviaciones [de las reglas] no son el problema”, sostuvo Avner Gvaryahu, director ejecutivo de la organización de veteranos del ejército israelí Rompiendo el Silencio, en un email este 27 de diciembre”.

“Las reglas mismas son el problema. Están evadiendo una discusión pública sobre estas instrucciones y estas políticas. Como israelíes, ¿nos hubiéramos sentido tan impactados e indignados si los muertos hubieran sido palestinos inocentes con una bandera blanca? ¿Hubiéramos siquiera oído de tal incidente? La triste verdad es que probablemente no. De otra forma, muchas muertes hubieran sido evitadas”.

En la medianoche del viernes 15, en pleno cese de actividades por la festividad judía del Shabbath, miles de personas se manifestaron en Tel Aviv al conocerse la ejecución de los tres infortunados cautivos, y exigieron al gobierno al grito de “¡ya!” llegar a un acuerdo con Hamás para la liberación de todos los rehenes.

Ejecuciones del ejército de Israel a sangre fría

Un ejemplo reciente de tales prácticas tuvo sentencia este 6 de julio: una corte exoneró a un soldado israelí, cuya identidad fue reservada, que mató en Jerusalén a Lyad Halaq, un palestino de 32 años que padecía autismo y al cual, a partir de sospechas, los militares lo quisieron detener, este entró en pánico y escapó, le dispararon hiriéndolo en una pierna y cuando por fin lo descubrieron escondido en un basurero, le dispararon en el pecho.

La corte aceptó que Halaq no tenía nada que se pareciera a un arma pero resolvió que el soldado actuaba en legítima defensa, y acaso cometió “un error honesto por creer que enfrentaba a un terrorista armado”, pues “no sabía que era un hombre inocente con necesidades especiales”.

El caso más conocido, entre tantos, tuvo lugar en la ciudad cisjordana de Hebrón, en 2016,  y quedó registrado en video: el palestino Abdel Fattah al-Sharif había sido herido a balazos tras atacar a un soldado con un cuchillo. Se hallaba tendido en el piso, sangrando profusamente e incapaz de moverse. Una cámara grabó cómo fue que, sin motivo, el soldado Elor Azaria se acercó y le disparó en la cabeza.

La fiscalía lo acusó de asesinato, pero en medio de una intensa campaña popular que exigía que lo liberaran, rebajó el cargo a homicidio imprudencial. Sólo pasó nueve meses en prisión.

La reacción social fue diametralmente opuesta tras el crimen contra el israelí Yuval Castleman, el pasado 30 de noviembre. Dos combatientes de Hamás atacaron por sorpresa a civiles en una parada de autobús en Jerusalén, asesinando a tres e hiriendo a seis. Castleman, un ex policía que pasaba en su coche y estaba armado, confrontó a los agresores y los mató.

Al ver venir soldados, entendió que podían confundirlo: arrojó su arma al piso, se quitó la chamarra para mostrar que no traía nada debajo, levantó las manos, se arrodilló y, a solo unos metros de distancia, les rogó a los soldados que no lo mataran. Incluso les arrojó su cartera para que vieran su identificación. Fue inútil. A sangre fría, lo ejecutaron.

Aunque el primer ministro Benjamin Netanyahu intentó quitarle importancia al asunto– “Así es la vida, esas cosas pasan”-, y la policía inicialmente dijo que no investigaría el incidente, las protestas forzaron a hacer lo contrario. El vocero del ejército, Daniel Hagari, declaró a la prensa que “hay una clara regla moral: cuando alguien levanta los brazos, no deberían dispararle”.

Nadie entendió nada

Muy pronto se vio que la regla moral no es regla de aplicación cotidiana. Y de nuevo, las víctimas fueron israelíes, con la ejecución de los tres cautivos, cuyos detalles salieron a la luz pública.

El 13 de diciembre, un dron identificó marcas en una construcción que decían “Auxilio, tres rehenes” y “SOS”. Después, a las 9 de la mañana del 15 de diciembre, un soldado subió al tercer piso de un edificio para vigilar la zona. Llevaba un rifle con mira telescópica que permite identificar al objetivo antes de disparar. Otros militares estaban en el segundo piso.

A las 9:46, el primer soldado detectó a tres figuras que consideró sospechosas, a unos 50 metros. Aunque después admitió haber notado que venían sin camisa, para mostrar que no tenían armas, y agitaban una bandera blanca (además de que gritaban en hebreo que eran rehenes israelíes), dijo que no entendió que intentaban entregarse.

Con tres rápidos disparos, mató a Alon Shamriz y a Samer Fuad El-Talalka, e hirió a Yotam Haim. Este último cayó al suelo, pero logró levantarse y entrar a un edificio, a sólo 20 metros de los demás soldados, gritando “¡auxilio!”.

El comandante le ordenó salir de ahí, e indicó a sus hombres que no dispararan ni se acercaran. A las 9:49, dos militares vieron a Haim en movimiento y lo mataron. Después dijeron no haber comprendido lo que les dijo su mando.

Las implacables reglas militares

La noticia fue dada a conocer por el vocero Hagari. Netanyahu y el ministro de Defensa, Yoav Gallant, no dieron la cara, a diferencia de las frecuentes conferencias de prensa que encabezaron durante la tregua, cada vez que hubo liberaciones de rehenes.

“Hasta un niño sabe que si esos tres jóvenes hubieran sido rescatados y traídos a Israel, el primer ministro hubiera festejado el éxito en todos los medios de comunicación”, escribió el periodista Yossi Verter en Haaretz.

El ejército descargó la culpa en sus hombres: “Los soldados no siguieron las reglas de combate”, dijo Hagari. Después el jefe del Estado Mayor, Halevi, les explicó a sus tropas lo que se supone que deberían tener muy claro desde antes de llegar al escenario de combate: que tienen el objetivo de encontrar a los rehenes y rescatarlos y que no hay que disparar contra quienes se rinden: “Ven a dos personas, llevan las manos en alto, no traen camisa, tómense dos segundos” para pensar.

“El ejército está comprometido con la ley y los valores internacionales, así es que Hamás hace todo lo posible por usar esto contra nosotros”, sostuvo una portavoz militar seis días después de la ejecución de los rehenes. “Está usando la ley internacional como arma, está usando nuestro humanismo para hacer la guerra”, insistió.

Pero como la periodista Maya Lecker, son muchos los que no le creen a Halevi ni a las fuerzas armadas. También los contradicen decenas de testimonios de soldados israelíes que participaron en la guerra de Gaza de 2014, voces reunidas por la organización Rompiendo el Silencio en el libro ‘Así peleamos en Gaza’.

Como el testimonio número 17: “En realidad, no había reglas de combate. Eran más bien protocolos. La idea era que, si ves algo, dispara. Nos dijeron: ‘no se supone que haya civiles ahí. Si ves a alguien, dispárale’. Si representaba una amenaza o no, no era importante, y eso tiene sentido para mí”.

Si le disparas a alguien en Gaza, está bien, no hay problema. En primer lugar, porque es Gaza. En segundo lugar, porque así es la guerra. Y eso también nos lo dejaron claro: Nos dijeron: ‘Que no te dé miedo disparar’. Y nos dejaron claro que no hay civiles ajenos (a Hamás)”.

Con información de diario Milenio

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