Franja de Gaza.— Durante horas y horas, Moen Abu Aish excava entre los escombros de viviendas derruidas en busca de sobrevivientes de ataques aéreos israelíes, una tarea ingente y desesperada que se ve complicada por la falta de suministros cruciales y por el alcance de la destrucción en la Franja de Gaza.
Mientras el rescatista de 58 años y sus colegas tratan de sacar cuerpos sin vida de entre el concreto y el metal retorcido que quedan donde antes había bloques residenciales, la cifra de muertos sigue subiendo. El Ministerio gazatí de Salud ha reportado que el bombardeo israelí —iniciado tras un cruento ataque sin precedentes de Hamas contra Israel el 7 de octubre— ha matado a más de 2.700 palestinos, muchos de ellos mujeres y niños.
Pero han muerto muchos más palestinos de los que recogen las cifras oficiales, y se cree que 1.200 personas, entre ellos unos 500 menores, siguen atrapados bajo los escombros esperando el rescate o a que se recuperen sus cuerpos, según las autoridades de salud, que basaron sus estimaciones en las llamadas de auxilio recibidas.
“Muchas veces los médicos dicen que oyen gritar a las víctimas pero no pueden hacer nada al respecto”, dijo Mohammed Abu Selmia, director general del hospital de Shifa, el centro médico más grande de Gaza.
Las decenas de víctimas sepultadas bajo los edificios destruidos son un reflejo de las dificultades de los rescatistas que intentan salvar vidas en Gaza, sin acceso a internet ni redes de celular, mientras se acaba el combustible y bajo ataques aéreos constantes.
Israel impuso un asedio total a Gaza después del ataque de Hamas y cortó el acceso de la franja a agua, combustible y energía. Las autoridades de salud han advertido que sin ayuda humanitaria, los hospitales y los servicios de emergencias colapsarán pronto. Los hospitales que operan con generadores de emergencia dicen que les queda combustible para un día o dos como mucho.
“La destrucción es tan intensa (que) hay cientos de muertos bajo los escombros mientras hablamos”, dijo Mahmoud Basal, vocero de la Defensa Civil Palestina, que presta servicios de emergencias, mientras se le quebraba la voz y trataba de contener las lágrimas. “¿Dónde están los países árabes? ¿Dónde está el resto del mundo? Se lo suplicamos, sálvennos de esta locura”.
Al amanecer del lunes, los aviones israelíes golpearon la sede de la Defensa Civil en Ciudad de Gaza, donde mataron a siete paramédicos que se preparaban para una misión de rescate, según el Ministerio del Interior. En videos muy difundidos tras el impacto se veía a médicos, conmocionados y agotados, acurrucados en la parte trasera de su ambulancia ensangrentada con las manos en la cabeza.
“Atacaron un centro de ambulancias”, se lamentaba uno, con la voz crispada. “No hay armas. No hay milicianos. No hay nada, nada más que civiles”.
El ejército israelí no hizo comentarios sobre el ataque en un primer momento, pero en el pasado ha acusado a milicianos de Hamas de emplear hospitales y servicios de rescate como cobertura. Afirma que sólo ataca lugares e infraestructura empleados por Hamas y otros grupos milicianos.
Desde que comenzó esta guerra, otros 16 médicos han muerto en su puesto, según la oficina de prensa del gobierno de Gaza.
“Estoy aterrado todo el tiempo, por supuesto que lo estoy. Soy humano”, dijo Abu Aish desde el hospital de Al Awda, en el norte de Gaza, donde los médicos rechazaron esta semana la orden del ejército israelí de evacuar. “Veo las peores cosas que uno podría imaginar”.
Como la mayoría del personal médico, Abu Aish ha pasado los últimos días en la zona de ambulancias del hospital y duerme unas pocas horas antes de regresar a su duro trabajo. Las enormes detonaciones que retumban en el campo de refugiados norteño de Jabaliya, donde vive, ya eran lo suficientemente malas.
Lo que las empeoró es no saber qué ha sido de sus seres queridos.
No ha hablado con su familia en cinco días, desde que el bombardeo israelí destruyó dos de las tres principales líneas de comunicación celular en Gaza la semana pasada.
“Los extraño tanto que duele”, dijo de sus siete hijos y 10 nietos. “Pero esta es mi misión. La respeto”.
En el hospital, tras el estruendo de las explosiones cercanas llegan las llamadas de auxilio. Abu Aish maneja tan lejos como puede en la ambulancia y salta fuera cuando las carreteras están tan levantadas que son inutilizables. Su equipo y él corren en dirección opuesta a las familias en pánico para llegar a pie a casas en ruinas con poco más que linternas, palas y otras herramientas básicas como picos, sierras, azadas y sopletes para cortar barras de metal.
A los rescatistas con trajes reflectantes y cascos blancos les faltan excavadoras, escaleras y maquinaria pesada, un resultado del bloqueo impuesto por Israel y Egipto en 2007 para impedir que Hamas excavara túneles y se rearmara. A menudo, Abu Aish utiliza las manos desnudas para retirar trozos de concreto mezclado con las pertenencias y recuerdos personales de los habitantes del edificio.
Pero mientras trabajan, oyen bombardeos en la distancia. Otro bloque de viviendas derribado. Más gente que necesita su ayuda con urgencia.
Los residentes dicen que a menudo pasan horas hasta que los rescatistas llegan al lugar de un ataque y buscan víctimas. Para entonces, las posibilidades de encontrar más sobrevivientes son escasas.
Ali Ahad, un vecino de Ciudad de Gaza de 37 años, dijo que cuando los ataques aéreos destruyeron el edificio residencial de al lado, los rescatistas nunca llegaron.
Sus amigos y él corrieron fuera en sus pantuflas, buscaron entre los escombros y trataron de sacar de entre las ruinas a hombres y mujeres cubiertos de sangre utilizando mantas. Cuando vieron una ambulancia a toda velocidad por la calle hacia el hospital de Shifa la persiguieron, golpeando las ventanas para que parase y encontrar un hueco en el vehículo para sus vecinos.
“Hay gente como nosotros utilizando las manos, y tenemos cero experiencia en estas cosas”, dijo. “No hay infraestructura. No hay capacidad”.
Los rescatistas dicen que intentan salvar tantas vidas como pueden. Pero en cualquier momento, podrían tener que salvarse ellos también.
Entre los 10 médicos muertos en la última semana había cuatro trabajadores de la Media Luna Roja palestina. Los ataques aéreos del miércoles golpearon sus ambulancias en dos lugares distintos.
Tres de los muertos ese día estaban esperando para evacuar a civiles de Jabaliya. “Esa pérdida me traumatizó”, dijo su colega Salem Abu Al-Khair. Mientras hablaba desde el centro de ambulancias, el ruido de los ataques aéreos se oía de fondo.
“Incluso durante esta entrevista nos están bombardeando”, dijo. “Ese es el nivel del peligro”.
Las buenas noticias son poco frecuentes para los médicos de Gaza. El jueves, tras los ataques aéreos en Jabaliya, Abu Aish encontró a una madre abrazando a un niño pequeño de entre los escombros. La madre había muerto, junto con el resto de los familiares en el edificio derruido.
Pero el niño, que no tenía más de tres años, estaba vivo.
Abu Aish le sacó de entre los escombros y le llevó a la ambulancia. Estaba cubierto de tierra, pero completamente ileso, dijo.
“Esos momentos me dan la voluntad para continuar”, dijo. “Ese es mi trabajo, nunca quiero dejar morir a un solo niño como ese”.
Con información de agencia AP
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