Trece años de vida y casi tres días de sufrimiento es como se puede definir la angustia y agonía de Omayra Sánchez, la niña colombiana que, sin desearlo, se convirtió en el rostro de Armero y la tragedia que lo sepultó el 13 de noviembre de 1985, hace ya 37 años.
La catástrofe natural fue originada por la erupción del volcán Nevado del Ruiz, distante 40 kilómetros de la pequeña población hoy desaparecida, que mezclado con los ríos aledaños creó una corriente de lodo que arrasó con todo a su paso, dejó más de 25 mil víctimas mortales.
La pequeña Omayra será aquella en la que se puede registrar todo el dolor de un pueblo que se fue a descansar en la noche de un miércoles de noviembre de 1985, pero que no tenía idea de la pesadilla que se le avecinaba.
Así lo demuestra la ira que se sentía, días después de la tragedia en el ambiente ante la imposibilidad de sacar a Omayra entre los escombros, que sujetaban la parte baja de su cuerpo donde yacían su papá y una tía, como si un hoyo se hubiese abierto en la tierra y un demonio la sujetara hacia un destino fatídico.
“No sé cómo explicarlo, cuando uno ve eso es un choque, como un temblor en mi cabeza que arrasó con todo, mis valores, la religión, mi educación. Todo queda trastornado y ya no tiene ningún valor ante la intensidad que uno está enfrentando. Esa pobre niña sufría tanto”, recuerda el francés Frank Fournier, quien tomó la icónica foto de Omayra sujetada a un trozo de madera que le servía de apoyo en medio de su dolor y agonía.
De acuerdo con los equipos de rescate de ese entonces, aunque la niña pudo haberse salvado, lo cierto es que las tareas necesarias para liberarla de su prisión de lodo y escombros de su propia casa eran demasiado arriesgadas: en caso de jalarla, los espectadores podrían ver de forma trágica cómo las piernas se separaban del tronco, lo que -por supuesto- le provocaría una muerte instantánea. Y al final ese fue su trágico destino ante los ojos del mundo.
Sin embargo, la razón superó los anhelos y, en un punto de la historia, rescatistas, médicos e incluso periodistas llegaron a la triste conclusión: la mejor forma de salvar a Omayra era dejar que partiera en paz. Sí, en algunos momentos la muerte es la mejor forma de colaborar a una vida en sufrimiento y esta ocasión es ejemplo de esto.
A las 10:05 de la mañana del 16 de noviembre de 1985, después de un último suspiro y un estremecimiento que también movió el alma de los presentes, Omayra Sánchez murió. Con ella se fue la risa y resiliencia que solo una adolescente puede mostrar en medio del dolor.
Colombia recuerda a las 25 mil víctimas de Armero, 37 años después de la erupción del Nevado de Ruiz.
37 años han pasado desde este fatídico momento en el que la muerte y la debilidad humana se hicieron presentes en un mundo en el que la humildad llega junto con el dolor y la desesperación vivida.
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