Se cumplen 25 años que los británicos se sumieron en un duelo colectivo, luego de conocerse la trágica muerte de Diana de Gales en un accidente de coche en París, al tiempo que criticaban la frialdad de la familia real por permanecer en Escocia mientras la población lloraba a su princesa más querida.
La reja del palacio de Kensington, que fue la residencia londinense de la princesa, está hoy decorada con una gran pancarta con fotos de Diana, flores, una bandera británica y también un adorno floral en blanco y rosa que dice: Princesa Diana.
Esto contrasta con el mar de flores, tarjetas y osos de peluche que se formó ante el palacio a partir de aquel fatídico 31 de agosto de 1997, cuando los británicos despertaban con la noticia de la muerte de Lady Di en un accidente, en el que perdieron la vida su amigo Dodi Al Fayed y el conductor Henry Paul.
La muerte de Diana de Gales, a los 36 años de edad, conmocionó a Reino Unido y al mundo, después de que la princesa fue portada permanente de los diarios por su relación con el hijo del entonces dueño de los grandes almacenes Harrods, Mohamed Al Fayed, así como por su cercanía con la gente, sus labores humanitarias y su mediática campaña a favor de la prohibición de las minas antipersona, algo que la llevó a visitar Angola en 1997.
Diana fue la princesa que rompió la distancia que los miembros de la familia real estaban acostumbrados a mantener con sus “súbditos” británicos.
La princesa de Gales se acercaba a la gente, daba la mano, visitaba a los “sin techo”, mientras que rompió el estigma del Sida de los pasados años 80, al dar la mano a un enfermo.
“Es importante mantener vivo su legado y su recuerdo, porque dejó muchos legados”, dijo John Loughrey, miembro de la asociación Grupo Palacio Kensington.
“Puedo pensar en las minas terrestres” y también “en la calidez a la gente en todo el mundo”, resaltó Loughrey.
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