Cinco días atrás, la integrante más joven de la Flotilla Sumud, la mexicana Arlín Medrano, puso en su cuenta de X un mensaje que ubicaba a Palestina “no allá lejos; tenemos un Estado genocida como vecino que está haciendo limpieza étnica con nuestros hermanos mexicanos”. Casi de inmediato, Christopher Landau, subsecretario de Estado estadounidense, le contestó con una etiqueta que creó en su cuenta oficial de X, con un sello llamado El Quitavisas.
Es la misma imagen que el ex embajador en México ha enviado a funcionarios mexicanos, a estudiantes de universidades en Estados Unidos o a cientos de extranjeros residentes en su país, a quienes muchas veces, con pretextos baladíes, el Departamento de Estado, en efecto, ha revocado sus visas.
Pero la visa revocada a Arlín Medrano no existe.
La activista replicó al subsecretario: “No se preocupe. Quizá si tuviera la oportunidad de investigar, sabría que llegó tarde, no tengo visa: fui una niña migrante deportada a los 12 años, tratada como criminal por el ‘delito’ de ir a la escuela en Estados Unidos, como millones de hermanos y hermanas migrantes”.
Se le preguntó en entrevista si fue oficial la revocación o si recibió alguna notificación.
Arlín, quien hace apenas dos semanas permanecía presa en la cárcel de máxima seguridad de Ktziot, en Israel, junto con los más de 400 participantes de la odisea de la Flotilla Sumud, que intentó romper el bloqueo a Gaza por mar, responde: “Pues el aviso de revocación se publicó en la cuenta oficial y verificada de Landau”.
Niña indocumentada
Cuando tenía siete años, Arlín Medrano emigró con su familia a Estados Unidos (a Phoenix, Dallas, y finalmente Nuevo Orleans). “Fue en el 2007. Soy de Tepic. En esa época, las cosas en Nayarit se pusieron muy violentas… tiempos de Felipe Calderón.
“Nos tocó ver la violencia muy de cerca. Un día entraron a mi escuela disparando. Y a veces, camino a la escuela por el bulevar Tepic-Xalisco, nos tocó ver a personas colgadas, algo muy impactante para unas niñas como nosotras”.
Emigraron como tantos miles, con visas de turistas. La mamá sacó adelante a la familia trabajando en casas, en oficios varios. Arlín terminó su primaria. Pero un día, en una redada, un oficial de migración empezó a interrogarla. “Las redadas antinmigrantes no son cosa de hoy, siempre hubo. Yo me confundí en el interrogatorio y nos detuvieron. Estuvimos 48 horas detenidas en una estación migratoria en Houston, tratadas como criminales. Luego nos deportaron”.
Desde entonces, según le contesta en su posteo a Landau, “por congruencia, jamás he solicitado de adulta” una visa a Estados Unidos. Y agrega: “Si decir la verdad me impide ingresar a su país, lo llevo como una medalla de honor. Sostengo cada palabra y sostengo también mi solidaridad con mis hermanos migrantes y con el pueblo palestino, ambos criminalizados por existir, por resistir”.
El subsecretario, bajo escrutinio
Más que discutir el tema de El Quitavisas, le interesa poner el dedo en lo central del debate. “El mensaje del subsecretario pone de manifiesto la complicidad de su gobierno con el genocidio en Gaza. Y la mentalidad antinmigrante y racista de su gobierno”.
Esta universitaria y conductora de una barra informativa de un medio público, “Mañanera 360”, se involucró a tal grado con la causa palestina, que se sumó a la Flotilla Sumud, conformada por más de 40 embarcaciones con cerca de 500 navegantes de 44 países diferentes. Fue una odisea que le dejó una huella profunda.
“Me tocó navegar en el barco Adara, que fue uno de los que sufrieron ataques con drones y sabotajes que le provocaron fallas técnicas en plena navegación”. Fue el navío en el que, entre los 22 pasajeros que atravesaron durante un mes el Mediterráneo, participaron más mujeres latinoamericanas (Brasil, Colombia, Ecuador, Argentina, Perú y México) y al que, en algunos trayectos, le tocó ser barco madre de la flotilla.
Entre sus compañeros “había de todo”: un taxista, eurodiputados, un jubilado catalán que quería dejarle una inspiración a su nieta, algunos desempleados, una maestra, una sicóloga, un médico, un periodista y ella, la más joven de la flotilla, universitaria mexicana.
“Fue un secuestro”
Luego de lo que, puntualiza, “no fue un arresto, sino un secuestro, porque hay que darle importancia al verdadero sentido de las palabras”, Arlín explica que entre los seis mexicanos que participaron en la flotilla hay quienes de manera individual están pensando darle un seguimiento por vías legales, nacionales o internacionales, a lo que consideran una acción criminal del Estado israelí.
“Pero será una decisión de cada uno. Yo primero estoy concentrándome en mi salud. Pero sí, estoy valorando seriamente ver qué curso legal puedo seguir. Aunque quiero ser muy prudente”, explica.
Pero antes, hay mucho camino que recorrer, insiste. “No hay que dejar de denunciar lo que pasa en Palestina; no hay que dejar de explicar que el supuesto acuerdo de paz, no significa paz. Hay que exigir a nuestros gobiernos acciones más contundentes. Hay que hablar y hablar de Palestina hasta romper el algoritmo”.
