Tucún Umán, Guatemala.— El primer grupo de la Caravana Migrante se acercó al puente fronterizo que conecta a Guatemala con México y caminó unos metros. Después de viajar más de 700 kilómetros a pie y en auto a tramos, los caminantes se detuvieron a unos pasos de su destino y se sentaron en el suelo.
Eran cuatro mujeres, con sus niños y tres hombres, que fueron alcanzados por una persona que les advirtió que no los dejarían pasar y comenzó a predicarles mensajes religiosos que ellos no parecían escuchar porque de inmediato comenzaron a buscar soluciones.
En el grupo estaba Ramón Rodríguez, de 58 años, quien dejó a su hija y a su hijo en su casa de Villanueva, departamento de Cortés, Honduras. Se veía cansado y desesperado. Lo que él dijo es parecido a lo que han dicho siempre las personas migrantes centroamericanas: que su país ya no sirve para vivir. Pero fue diferente cómo lo dijo.
“Vine caminando en partes. Venimos buscando la ayuda porque no tenemos empleo ni medicinas. No tenemos ni qué comer, nosotros no venimos a robar. Venimos a trabajar pero nosotros estamos confundidos de que ellos crean que nosotros somos ladrones”, expresó.
Después contó que sus hijos llevan tres años buscando trabajo y él, cinco. Detrás suyo se miraban el río Suchiate (frontera natural entre ambos países) y se divisaba México.
Lo que no se veía es la presencia del operativo especial de la Policía Federal (PF) y del Instituto Nacional de Migración (INM).
Una hora antes del tímido acercamiento del primer contingente de la Caravana Migrante, en la garita migratoria que está al otro lado del puente, el comisionado del INM, Gerardo García, le decía a los medios de comunicación que sólo entrarán al país los que tengan visa y los que no, serán detenidos.
Ahí mismo, el comisionado general de la Policía Federal, Manelich Castillo Cravioto, declaró que la dependencia a su cargo tiene los elementos capacitados para desempeñarse en “condiciones extremas” listos para permanecer el tiempo que sea necesario apoyando las labores de seguridad ante la llegada de la Caravana Migrante.
Ramón Rodríguez —quien fue parte del contingente que salió desde el 13 de octubre de San Pedro Sula y creció hasta superar las 3 mil personas antes de romper el cerco policial de Guatemala —,viajó en tráilers y coches hasta llegar al puente fronterizo.
Él y las demás personas retrocedieron y se fueron hacia el centro de la ciudad, ya mejor informados sobre lo que podría sucederles, para esperar a miles que vienen atrás de ellos porque creen que así van a lograr entrar a México, aunque las autoridades dijeron que no lo permitirán, y después seguir hacia Estados Unidos, donde las autoridades también dijeron que la frontera estará cerrada.
El pequeño grupo se internó a una iglesia evangélica habituada a atender migrantes, en una galera donde cientos de personas esperan su momento para intentar cruzar. Entre miles de conversaciones que ahí se dan, se escuchó a un hombre gritar: “¡corran la voz, que nadie se vaya a lo loco!”.
Otro sugería que “todos nos vayamos juntos” y una madre de familia agradecía que pudo llegar con su hijo en el primer contingente gracias a la solidaridad del pueblo Guatemalteco que la mantuvo alimentada durante todo el trayecto y siempre ayudándola a desplazarse, haciendo soportable su viaje.
Pero también abundaban los recuerdos de mujeres que rompieron en llanto, cargando maletas y bebés, y que no pudieron más, e historias de menores de edad que no pudieron seguir por problemas de salud y de más personas sucumbiendo al cansancio.
Entre el grupo que se comunicaba bajo el fuerte ruido de la lluvia golpeando el techo de lámina, también habían muestras de júbilo porque llegaron muy lejos y nombraban con frecuencia a “los que traen la bandera”.
Se refieren al contingente mayor que, de acuerdo con información emitida desde Guatemala, ya se encuentra en la capital de ese país y saldrá este jueves temprano hacia Tecún Umán cargando con la bandera hondureña y también con su firme intención de cruzar hacia México.
Este jueves por la mañana tendrán una reunión para decidir qué van hacer cuando llegue la ola de paisanos con ese gran pedazo de tela azul y blanco que, a pesar de todo, aún los representa.
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