El presidente Andrés Manuel López Obrador inició las cápsulas de historia en la conferencia de prensa matutina hablando de Miguel Hidalgo y Costilla, representante del pueblo, padre de la patria y precursor de la Independencia.
Sostuvo que esta fue la primera transformación del país, fruto de un anhelo de justicia y libertad, “por ello el grito de libertad y justicia en México, el día 15 de septiembre, va antes que el de la Independencia política”.
La conmemoración del aniversario del inicio de Independencia, el 16 de septiembre de 1810, es la fecha cívica más celebrada por el pueblo de México y no la consumación en 1821, refirió.
“A los mexicanos nos importa más el precursor, el cura Hidalgo, que Iturbide, el consumador. Porque el cura era defensor del pueblo raso y el general realista, Iturbide, representaba a la élite, a los de arriba, y sólo buscaba ponerse la diadema imperial. Hidalgo fue otra cosa. A él le tocó, junto con Allende, Aldama, Jiménez y otros dirigentes populares, enfrentar a la oligarquía dominante y proclamar la abolición de la esclavitud. Hidalgo proclama la abolición de la esclavitud; dicta un manifiesto dejando abolida la esclavitud”, relató el mandatario a partir de la lectura al capítulo ‘Humanismo Mexicano’ de ¡Gracias!, su más reciente libro.
De este modo, el movimiento independentista no comenzó por reacomodos en las cúpulas del poder ni por un sentimiento nacionalista.
“El pensamiento de Hidalgo era subversivo, rebelde; nada en su personalidad lo distanciaba de ser un revolucionario y no se andaba por las ramas. Por ejemplo, en una de sus cartas al intendente Juan Antonio Riaño escribía: ‘No hay remedio, señor intendente: el movimiento actual es grande y mucho más cuando se trata de recobrar derechos santos, concedidos por Dios a los mexicanos, usurpados por unos conquistadores crueles, bastardos e injustos que, auxiliados de la ignorancia de los naturales, y acumulando pretextos santos y venerables, pasaron a usurparles sus costumbres y propiedad y vilmente, de hombres libres, convertirlos a la degradante condición de esclavos’”, narró.
El jefe del Ejecutivo definió a Miguel Hidalgo como un cura bueno y rebelde; un dirigente, luchador social y humanista.
Al mismo tiempo, dijo, Hidalgo era un hombre profundamente humano, un auténtico cristiano. Así lo demostró al quedarse en el Monte de las Cruces, localizado en el Estado de México, y no tomar la Ciudad de México, que estaba prácticamente rendida, para evitar el degüello de miles de oponentes realistas e inocentes.
El jefe del Ejecutivo recordó que ningún dirigente en la historia de México ha recibido más insultos que el cura Hidalgo.
“A diferencia de esta actitud humanista, sus adversarios nunca le perdonaron la osadía de querer igualar a los pobres con las clases más favorecidas. Baste recordar el juicio en que lo excomulgan y la manera en que lo asesinan, le cortan la cabeza y la exhiben como escarmiento por más de 10 años en la plaza principal de Guanajuato, desde 1811 hasta 1821”, añadió.
De acuerdo con una recopilación del escritor Paco Ignacio Taibo II fue nombrado como endurecida alma, escolástico sombrío, monstruo, taimado, corazón fementido, rencoroso, padre de gentes feroces, Cura Sila, entrañas sin entrañas, villano, hipócrita, refinado, tirano de tu tierra, pachá, imprudentísimo bachiller, caco, malo, malísimo, perversísimo, ignorantísimo bachiller Costilla, excelentísimo pícaro, homicida, execrable majadero, badulaque, borriquísimo, primogénito de Satanás, malditísimo ladrón, liberticida, insecto venenoso, energúmeno y archiloco americano.
En el juicio de excomunión fue llamado demagogo, desnaturalizado y frenético, a lo que Hidalgo respondía que actuaba con apego a su conciencia.
A sus acusadores dirigió la frase: “Abrid los ojos americanos, no os dejéis seducir de nuestros enemigos: ellos no son católicos, sino por política, su Dios es el dinero y las conminaciones sólo tienen por objeto la opresión. ¿Creéis acaso que no puede ser verdadero católico el que no esté sujeto al déspota español?”.
En el libro ¡Gracias!, el presidente cuenta que, en sus últimas horas, el cura Miguel Hidalgo y Costilla dio muestra de un temple excepcional y de una serenidad conmovedora para enfrentar la muerte con aplomo y tranquilidad debido a la paz de su conciencia, la certeza de haber hecho lo correcto con fidelidad a sus principios y valores, y lo que era necesario para el bien del pueblo al que se debía.
“Hasta tuvo el gesto de componer una décima de agradecimiento a sus carceleros por el buen trato que le brindaron. Una de esas décimas, dedicada al cabo Manuel Ortega, dice así: ‘Ortega, tu crianza fina, tu índole y estilo amable, siempre te harán apreciable, aun con gente peregrina. Tiene protección divina la piedad que has ejercido con un pobre desvalido que mañana va a morir y no puede retribuir ningún favor recibido’”, leyó.
Hidalgo fue fusilado el 30 de octubre de 1811 y, cuenta el presidente López Obrador que los soldados temblaban; le dieron varios tiros sin matarlo y el sargento del pelotón tuvo que ordenar a dos de ellos que le pusieran las bocas de los fusiles directamente en el corazón.
Si no hubiese sido auténtico, dijo, no lo hubieran sacrificado con la saña como lo hicieron con Jesús Cristo.
“Nosotros los mexicanos debemos sentirnos orgullosos de este héroe santo y muchos otros”, recalcó.
El presidente López Obrador explicó que, aunque Hidalgo fue formado con ideas surgidas en Europa, su origen mexicano y la convivencia con el pueblo lo llevó a defender causas justas y arriesgadas que le costaron la vida al enfrentar a la oligarquía dominante.
Afirmó que la identidad de las y los mexicanos se sostiene en dos pilares: la herencia de las culturas y civilizaciones que florecieron antes de la invasión de los europeos y la herencia política de heroínas y héroes reconocidos y anónimos.
“Eso amalgamado con nuestra tradición cultural, es lo que nos ha dado mucha fortaleza y es lo que nos ha permitido salir adelante siempre ante cualquier adversidad. (…) Es muy importante la historia porque es la maestra de la vida”, aseveró.
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