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Eclipse anular, listos para el evento astronómico del año

Eclipse anular, listos para el evento astronómico del año
Eclipse anular, listos para el evento astronómico del año

El sureste de México se prepara para el evento astronómico del año. La mañana del sábado 14 de octubre, la Luna se interpondrá entre el Sol y la Tierra, dando lugar a un eclipse anular que será visible en una franja de 200 kilómetros de ancho que recorrerá el continente americano, pasando por Estados Unidos, México, Centroamérica, Colombia y Brasil.

 

¿Dónde se verá el eclipse en México?

El ‘anillo de fuego’ será visible en la península de Yucatán, en una franja que atravesará el sur de Quintana Roo, el sur de Yucatán y el norte de Campeche. Entre los mejores sitios para ver la anularidad, que alcanzará una duración máxima de cuatro minutos y medio, estarán la ciudad de Campeche y Champotón (Campeche); los puertos de Celestún y Sisal, la zona arqueológica de Uxmal (Yucatán); además de Chetumal y Bacalar (Quintana Roo).

En el resto del país, el fenómeno será visto como un eclipse parcial de Sol que cubrirá entre 80% y 53% la luz solar, en función de la distancia del observador respecto a la trayectoria. En Ciudad de México, por ejemplo, la Luna cubrirá un 70% del disco solar, mientras que en Monterrey, más próxima a la franja, el Sol se oscurecerá en un 83%. En Cabo San Lucas, uno de los puntos más lejanos a la franja de anularidad, el eclipse parcial alcanzará un 53% y un 62% en Guadalajara.

¿Cómo se produce un eclipse anular?

A diferencia de los eclipses totales de Sol, durante un eclipse anular la Luna se encuentra más lejos de nuestro planeta y, por lo tanto, su tamaño aparente es menor al del disco solar. Incapaz de cubrirlo en su totalidad y provocar una oscuridad momentánea, en el punto máximo de los eclipses anulares es posible observar durante algunos minutos un ‘anillo de fuego’, producto del disco solar sobresaliendo alrededor de la Luna, que continúa inmersa en la oscuridad.

El movimiento de la Luna alrededor de la Tierra determina si un eclipse solar es total o anular. En promedio, la distancia que separa a ambos astros es de 384.400 kilómetros; sin embargo, nuestro satélite natural se acerca o aleja según el sitio de su órbita donde se encuentre. Cuando la Luna alcanza el punto más lejano de su órbita respecto a la Tierra (apogeo) parece ligeramente más pequeña en el cielo nocturno, mientras que en el punto más próximo (perigeo) luce más grande. La elipse que describe alrededor de nuestro planeta es la culpable de este fenómeno: de acuerdo con la NASA, la distancia entre la Luna y la Tierra durante un apogeo promedio es de 405.000 kilómetros, mientras que en el perigeo, ambos astros se sitúan a unos 363.000 kilómetros. Esta variación, que puede oscilar hasta en 50.000 kilómetros, es la clave para saber si la Luna ocultará completamente al Sol (eclipse total) o bien, el perímetro del disco solar provocará un anillo de luz alrededor de la Luna (eclipse anular).

El Códice Dresde, una muestra de la sabiduría maya en torno a los eclipses y el universo en general, en la imagen se muestra las fases de un eclipse de sol.

El Códice Dresde, una muestra de la sabiduría maya en torno a los eclipses y el universo en general, en la imagen se muestra las fases de un eclipse de sol.

“El Sol comido”: significado de los eclipses para los mayas

El eclipse anular del 14 de octubre será especialmente visible en la península de Yucatán, la región donde los antiguos mayas, observadores metódicos del cielo nocturno, construyeron templos, desarrollaron calendarios y edificaron ciudades en función del movimiento de los astros en la bóveda celeste. El sábado antes del mediodía, el camino de la Luna sobre la bóveda celeste coincidirá con el del Sol, un fenómeno que, desde la cosmogonía prehispánica, era considerado un mal augurio. “Siendo el Sol la fuente principal de vida, luz y calor, para los pueblos mesoamericanos cualquier fenómeno que provocara una apariencia del astro diferente a la cotidiana era motivo de profundo temor”, explica Jesús Galindo Trejo, doctor en Astrofísica e investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.

A diferencia de los solsticios o los extremos de Venus, que aparecían periódicamente en el cielo y cuyas observaciones fueron registradas en códices, los eclipses parecían retar la lógica imperante en la bóveda celeste. “La brillantez y regularidad del Sol en su movimiento eran un reflejo de un orden cósmico normalmente estable y continuo. Por ello, en ocasión de un eclipse de Sol o incluso de Luna, ese orden se perturbaba y entonces se interpretaba como un mal augurio sobre el mundo”, afirma Galindo.

Para los antiguos mayas, cuya fama de arquitectos y astrónomos implacables para su época perdura a través de construcciones y un escaso registro documental que sobrevivió a la Conquista, la escena de la Luna engullendo parcial o totalmente la luz del disco solar se representaba a través del “Sol comido”, un glifo formado por el Sol oscurecido y un animal con apariencia de serpiente a punto de devorarlo. El códice de Dresde, uno de los cuatro libros mayas conocidos, contiene una serie de cuentas numéricas que dan cuenta de la observación, el estudio y la predicción de eclipses en un periodo que se extiende por aproximadamente 33 años. De acuerdo con Galindo Trejo, el códice incluye una tabla con “fechas que corresponden a eclipses solares y lunares, además de los días que separan a dos eclipses de Sol y Luna contiguos”. Los cálculos van más allá de la zona maya, pues incluyen al menos unos 18 eclipses que no se pudieron observar desde la península de Yucatán, una muestra del “avance en el conocimiento alcanzado por los sacerdotes-astrónomos mayas”.

Con información del diario El País

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