Belisario Domínguez nació en 1863 en Comitán, Chiapas. Fue un destacado médico humanista, reformador social y político sobresaliente por su lucha en contra de la usurpación y un estado arbitrario carente de legalidad, entrego su vida por reestablecer el orden constitucional y la legalidad para salvaguardar la naciente democracia de México y preservar el espíritu de la libertad.
Su corta vida se desarrolló entre escenas de gran violencia e inestabilidad política, fue testigo de la Intervención Francesa, el Segundo Imperio, la restauración de la República, el Porfirismo la primera etapa Revolucionaria, el derrocamiento de Madero, la dictadura Huertista y el inicio de la Revolución Constitucionalista. ¡Todo esto en tan solo 50 años!
El 16 de septiembre de 1913, Victoriano Huerta se presentó ante el Congreso para presentar su “informe” de gobierno y Belisario Domínguez protestó de inmediato. Luego, preparó un discurso para la sesión del domingo 23 de septiembre donde lo denunció, entre más, por la traición cometida contra Madero y Pino Suárez, y por su represión de Estado contra todo aquel que se atreviera a enfrentarlo, por amordazar a la prensa, por sembrar la paz a un costo de muerte, por su ilegalidad e ilegitimidad, por su ineptitud y su maldad.
El Dr. Domínguez, fue secuestrado por la policía Huertista, en su hotel casi a media noche del 7 octubre de 1913, lo llevaron en vehículo por Tacubaya o por Rio de la Piedad hasta el cementerio de Coyoacán, lo acribillaron frente a una fosa abierta. Tras la denuncia de su desaparición, el Senado sesiono acaloradamente durante dos días, la representación chiapaneca exigió investigación a fondo, y los senadores se declararon en sesión permanente, Huerta pidió retirar la petición, y al negarse los senadores Huerta disolvió el congreso y encarcelo a 110 congresistas, nuevamente dio otro violento golpe de estado.
Leyenda popular
Una leyenda popular cuenta que el doctor Aureliano Urrutia Sandoval, enemigo profesional de Belisario Domínguez, le cortó la lengua (en un quirófano, y después lo mataron), y se la envió como un «trofeo» a su amigo Victoriano Huerta, sin embargo de acuerdo con la comisión investigadora que instrumentó el Senado, este hecho no fue comprobado, y el doctor Urrutia Sandoval fue exonerado de dicha acusación.
Este es el discurso que le costó la vida a Belisario Domínguez
«Señor presidente del Senado:
Por tratarse de un asunto urgentísimo para la salud de la Patria, me veo obligado a prescindir de las fórmulas acostumbradas y a suplicar a usted se sirva dar principio a esta sesión, tomando conocimiento de este pliego y dándolo a conocer enseguida a los señores senadores. Insisto, señor Presidente, en que este asunto debe ser conocido por el Senado en este mismo momento, porque dentro de pocas horas lo conocerá el pueblo y urge que el Senado lo conozca antes que nadie.
Señores senadores:
Todos vosotros habéis leído con profundo interés el informe presentado por don Victoriano Huerta ante el Congreso de la Unión el 16 del presente. Indudablemente, señores senadores, que lo mismo que a mí, os ha llenado de indignación el cúmulo de falsedades que encierra ese documento. ¿A quién se pretende engañar, señores? ¿Al Congreso de la Unión? No, señores, todos sus miembros son hombres ilustrados que se ocupan en política, que están al corriente de los sucesos del país y que no pueden ser engañados sobre el particular. Se pretende engañar a la nación mexicana, a esa patria que confiando en vuestra honradez y vuestro valor, ha puesto en vuestras manos sus más caros intereses.
¿Qué debe hacer en este caso la representación nacional? Corresponder a la confianza con que la patria la ha honrado, decirle la verdad y no dejarla caer en el abismo que se abre a sus pies. La verdad es ésta: durante el gobierno de don Victoriano Huerta, no solamente no se hizo nada en bien de la pacificación del país, sino que la situación actual de la República, es infinitamente peor que antes: la Revolución se ha extendido en casi todos los estados; muchas naciones, antes buenas amigas de México, rehúsanse a reconocer su gobierno, por ilegal; nuestra moneda encuéntrase depreciada en el extranjero; nuestro crédito en agonía; la prensa de la República amordazada, o cobardemente vendida al gobierno y ocultando sistemáticamente la verdad; nuestros campos abandonados; muchos pueblos arrasados y, por último, el hambre y la miseria en todas sus formas, amenazan extenderse rápidamente en toda la superficie de nuestra infortunada patria. ¿A qué se debe tan triste situación? Primero, y antes de todo, a que el pueblo mexicano no puede resignarse a tener por Presidente de la República a don Victoriano Huerta, al soldado que se apoderó del poder por medio de la traición y cuyo primer acto al subir a la presidencia fue asesinar cobardemente al presidente y vicepresidente legalmente ungidos por el voto popular; habiendo sido el primero de éstos, quien colmó de ascensos, honores y distinciones a don Victoriano Huerta y habiendo sido él, igualmente, a quien don Victoriano Huerta juró públicamente lealtad y fidelidad inquebrantables. Y segundo, se debe esta triste situación a los medios que Victoriano Huerta se ha propuesto emplear, para conseguir la pacificación. Estos medios ya sabéis cuáles han sido: únicamente muerte y exterminio para todos los hombres, familias y pueblos que no simpaticen con su gobierno.
«La paz se hará cueste lo que cueste», ha dicho don Victoriano Huerta. ¿Habéis profundizado, señores senadores, lo que significan esas palabras en el criterio egoísta y feroz de don Victoriano Huerta? Estas palabras significan que don Victoriano Huerta está dispuesto a derramar toda la sangre mexicana, a cubrir de cadáveres todo el territorio nacional, a convertir en una inmensa ruina toda la extensión de nuestra patria, con tal de que él no abandone la presidencia, ni derrame una sola gota de su propia sangre. En su loco afán de conservar la presidencia, don Victoriano Huerta está cometiendo otra infamia; está provocando con el pueblo de Estados Unidos de América un conflicto internacional en el que, si llegara a resolverse por las armas, irían estoicamente a dar y a encontrar la muerte todos los mexicanos sobrevivientes a las amenazas de don Victoriano Huerta, todos, menos don Victoriano Huerta, ni don Aureliano Blanquet, porque esos desgraciados están manchados con el estigma de la traición, y el pueblo y el ejército los repudiarían, llegado el caso.
Esa es, en resumen, la triste realidad. Para los espíritus débiles parece que nuestra ruina es inevitable, porque don Victoriano Huerta se ha adueñado tanto del poder, que para asegurar el triunfo de su candidatura a la Presidencia de la República, en la parodia de elecciones anunciadas para el 26 de octubre próximo, no han vacilado en violar la soberanía de la mayor parte de los estados, quitando a los gobernadores constitucionales e imponiendo gobernadores militares que se encargarán de burlar a los pueblos por medio de farsas ridículas y criminales. Sin embargo, señores, un supremo esfuerzo puede salvarlo todo. Cumpla con su deber la representación nacional y la patria está salvada y volverá a florecer más grande, más unida y más hermosa que nunca. La representación nacional debe deponer de la presidencia de la República a don Victoriano Huerta por ser él contra quien protestan con mucha razón todos nuestros hermanos alzados en armas y de consiguiente, por ser él quien menos puede llevar a efecto la pacificación, supremo anhelo de todos los mexicanos. Me diréis, señores, que la tentativa es peligrosa porque don Victoriano Huerta es un soldado sanguinario y feroz, que asesina sin vacilación ni escrúpulo a todo aquél que le sirve de obstáculo. ¡No importa, señores! La patria os exige que cumpláis con vuestro deber, aun con el peligro y aun con la seguridad de perder la existencia. Si en vuestra ansiedad de volver a ver reinar la paz en la República os habéis equivocado, habéis creído en las palabras falaces de un hombre que os ofreció pacificar a la nación en dos meses y le habéis nombrado presidente de la República, hoy que veis claramente que éste hombre es un impostor inepto y malvado, que lleva a la patria con toda velocidad hacia la ruina, ¿dejaréis por temor a la muerte que continúe en el poder? Penetrad en vosotros mismos, señores, y resolved esta pregunta: ¿Qué se diría a la tripulación de un gran navío que en la más violenta tempestad y en un mar proceloso, nombrara piloto a un carnicero que, sin ningún conocimiento náutico navegara por primera vez y no tuviera más recomendación que la de haber traicionado y asesinado al capitán del barco?
Vuestro deber es imprescindible, señores, y la patria espera de vosotros que sabréis cumplirlo. Cumpliendo ese primer deber, será fácil a la representación nacional cumplir con los otros que de él se derivan, solicitándose enseguida de todos los jefes revolucionarios que cesen toda hostilidad y nombren sus delegados para que de común acuerdo, nombren al presidente que deba convocar a elecciones presidenciales y cuidar que éstas se efectúen con toda legalidad.
El mundo está pendiente de vosotros, señores miembros del Congreso Nacional Mexicano, y la patria espera que la honraréis ante el mundo, evitándole la vergüenza de tener por primer mandatario a un traidor y asesino.
Dr. Belisario Domínguez, Senador por el estado de Chiapas.
NOTA.- Urge que el pueblo mexicano conozca este discurso para que apoye a la Representación Nacional, y no pudiendo disponer de ninguna imprenta recomiendo a todo el que lo lea, saque cinco o más copias, insertando también esta nota y las distribuya entre sus amigos y conocidos de la capital y de los Estados.»
Medalla Belisario Domínguez
En 1953, se instituyó la Medalla Belisario Domínguez del Senado de la República, para premiar a hombres y mujeres mexicanos que se hayan distinguido por su ciencia o virtud en grado eminente y como servidores del país o de la humanidad. Esta medalla se otorga el 7 de octubre de cada año, en conmemoración de la fecha del asesinato del ilustre senador, y la comisión que determina a quién se ha de otorgar la medalla es presidida siempre por un senador representante del estado de Chiapas.9
El 20 de marzo del 2013, el Senado de la República autorizó que el 2013 se declarara Año de Belisario Domínguez Palencia, de la Libertad y la República, y que fuese conmemorativo también de los asesinatos de Francisco I. Madero y de José María Pino Suárez.2
Con información de CNDH y Wikipedia.