Nada las detuvo. Ni siquiera la advertencia que sería una de las marchas más violentas de los años recientes. No fue así. Salieron masivamente, incluso acompañadas por sus hijos pequeños, sus bebes y hasta mascotas. Gritaron, escribieron en muros, vallas y pavimento: “Nos siguen matando, violentando”.
Aunque las feministas han hecho hincapié en que el Día Internacional de la Mujer (8M) no es una jornada de celebración, muchas de las manifestantes que caminaron ayer hacia el Zócalo mostraron ira, pero también hermandad de género con cánticos, brincos, batucadas y baile, globos y disfraces.
Las hubo también que dejaron huellas con pintas y con martillazos contra el mobiliario urbano, estatuas, monumentos y comercios, pero sobre todo en contra de las vallas que resguardaban el Palacio Nacional y la Catedral Metropolitana, donde, como cada año, buscaron tirar algunas sin éxito. Lo que sí lograron derribar fueron luminarias y un semáforo.
La constante ayer de nuevo fue la exigencia del cese de la violencia feminicida, de las agresiones, el hostigamiento sexual y de la impunidad. Por eso el grito colectivo fue “justicia, justicia, justicia”.
Este 8M fue multitudinario. Ya nadie le tuvo miedo al covid-19. Desde diferentes puntos de Paseo Reforma, avenida de la República, Balderas, Insurgentes, la Estela de Luz y la Zona Rosa, diversos contingentes marcharon, sin la logística anunciada, hacia el Zócalo capitalino.
“¡Somos mujeres, vivas nos queremos!”, fue una de las múltiples consignas, en una movilización que también congregó a algunos hombres e integrantes de la comunidad LGBTI+.
Los contingentes comenzaron a avanzar desde antes de las 14 horas, desde diversos rumbos y a las 19, aún estaban entrando a la explanada las últimas manifestantes. A las 21 horas todavía algunas mujeres golpeaban las vallas y eran repelidas con gas y la espuma de extintores.
La plancha del Zócalo nunca se llenó por completo, porque tan pronto ingresaban algunos grupos, otros se retiraban del lugar. A diferencia de otros años, no hubo templete.
Pese a ello, madres de víctimas de feminicidio y desaparición se congregaron en el asta bandera del Zócalo, donde hablaron del “calvario” legal que han enfrentado para hacer justicia a sus hijas.
Denunciaron que muchos de los casos de feminicidio son investigados como suicidios, y “somos las familias las que debemos indagar y enfrentar a los agentes del Ministerio Público que nos dicen: “señora, mejor váyase a su casa a llorar”.
Desde pasado el mediodía, grupos de jóvenes comenzaron a llenar las calles, vestidas con prendas y accesorios morados alusivos a la fecha: playeras, gorras, paliacates y flores.
“Estar viva no debería ser un privilegio”, “con falda o pantalón, respétame cabrón” y “cuando salga de casa quiero ser libre, no valiente”, fueron algunas de las frases con las que hicieron patente que viven en un mundo en el que ser mujer es peligroso, y que ante la impunidad, “debemos cuidarnos entre nosotras”, por eso sonó fuerte, “tranquila hermana, aquí está tu manada”.
Debido a que la mayor parte del mobiliario urbano estaba protegido con tapias y vallas y se habían desmontado los vidrios de los paraderos del Metrobús, no hubo, esta vez, daños mayores durante el trayecto, sólo pintas en las cortinas metálicas de diversos comercios, en la vialidad y en esculturas, a algunas de cuales les colocaron pañuelos morados y verdes en el cuello.
Más adelante, frente a la Antimonumenta, hubo un estallido alegría al ritmo de la batucada, e incluso, hubo un performance, donde decenas de mujeres bailaron, algunas con torso desnudo, para hacer patente que están vivas, un privilegio, afirmaron, “que no han tenido todas”.
En el Monumento a la Revolución un nutrido contingente partió antes de las 14 horas hacia la Plaza de la Constitución, encabezadas por madres y colectivos feministas, quienes fueron acompañadas por sus hijos.
A su paso, otras mujeres vestidas de negro y con el rostro cubierto, realizaron pintas en vallas, puestos de periódico y monumentos, como La Puerta 1808, de Manuel Felguérez. Metros más adelante, protagonizaron actos vandálicos. Dos jóvenes del llamado Bloque Negro resultaron heridas al caerles un techo de cristal en uno de los accesos del Metro Hidalgo.
En la esquina de 5 de Mayo y La Palma, algunas quitaron la protección de ventanas y puertas de un banco, al cual accedieron para romper cristales y dañar mobiliario, acto que fue apoyado por muchas del resto de las manifestantes, al coro de: “fuimos todas”.
A su llegada al Zócalo capitalino, a las 15:05 horas, el llamado Bloque Negro comenzó a golpear con martillos y mazos, las vallas metálicas de Palacio Nacional. Policías que permanecían detrás de estas respondieron accionando extintores, lo que ocasionó que algunas manifestantes reportaran molestias en ojos y garganta.
Minutos antes de las 19 horas, cuando la protesta se prolongaba por casi cuatro horas, decenas de jóvenes derribaron el semáforo ubicado en la esquina de Plaza de la Constitución y Pino Suárez, el cual fue lanzado contra los uniformados.
También tiraron tres luminarias con las que intentaron tumbar las vallas frente a Palacio Nacional. Además, lograron ingresar a una tienda de telas, donde extrajeron flores artificiales que repartieron entre las asistentes.
Luego de más de seis horas de martillar (incluso con la participación de algunos hombres) la protesta se fue disolviendo.
La plancha del Zócalo fue quedando vacía, pero las paredes y las aceras daban cuenta de la indignación y el sufrimiento de miles de mujeres, que quedó plasmada en la leyenda pegada en un muro: “mamá, vengo a gritar lo que a ti te hicieron callar”.
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