El principal bastión panista del país es hoy un estado fallido, se ha convertido en el anti-ejemplo de viabilidad política y social.
Guanajuato sucumbe ante las balaceras, las ejecuciones, los bloqueos carreteros, los comercios atacados con granadas, los autos incendiados, los secuestros, los ajusticiamientos de policías y los ataques a la población civil; una cruda violencia que se manifiesta a un ritmo de 13 asesinatos diarios en promedio.
La disputa por el control del territorio entre el Cártel de Santa Rosa de Lima y el Cártel Jalisco Nueva Generación ha ensangrentado a la entidad gobernada por Diego Sinhué Rodríguez, el octavo en una línea ininterrumpida de gobernadores emanados del Partido Acción Nacional.
Si en un estado el PAN había podido mostrar al país un modelo de gobierno, que presumía como polo de desarrollo y ejemplo de continuidad institucional, ése era Guanajuato.
De ahí emanó su primer presidente, Vicente Fox Quesada, y desde ahí se llegó a decir que la democratización y desarrollo nacional pasarían por “guanajuatizar” al país entero.
Lo dijo en la campaña electoral de 2009 el entonces dirigente nacional del PAN, Germán Martínez, quien actualmente representa a Morena en el Senado de la República.
Hoy, si quisiera hacerse algo ejemplar, habría que empezar por “desguanajuatizar” al país.
Perdida Baja California en 2019, a manos de Morena, Guanajuato quedó como la joya de la corona panista. El único estado que no ha perdido desde que se lo arrebató al PRI. Su principal bastión. Su semillero de cuadros y su reserva de votos. El estado que, en los últimos 30 años, se ha desarrollado y moldeado según el proyecto de Acción Nacional.
Carlos Medina Plascencia, primer gobernador panista de la entidad -que llegó al poder en 1991 como fruto de la “concertacesión” negociada entre la cúpula nacional del PAN y Carlos Salinas de Gortari-, aseguraba que Guanajuato era el ejemplo nacional de cómo gobierna el PAN.
Y el segundo gobernador panista del estado, Vicente Fox, llegó a decir como presidente de México, que ése era el proyecto que debía guiar el destino de la patria.
A las administraciones de Medina y Fox le siguieron los mandatos de Ramón Martín Huerta (interinato de 1999 a 2000); Juan Carlos Romero Hicks (2000-2006), Juan Manuel Oliva (2006-2012), Héctor López Santillana (interino en 2012), Miguel Márquez (2012-2018) y Diego Sinhué Rodríguez Vallejo (2018 a la fecha).
Los problemas graves de inseguridad y violencia comenzaron en 2013, según especialistas como Eduardo Guerrero, debido por un lado a la disputa de grupos criminales por el negocio del huachicol y, por el otro, por la incursión del Cártel Jalisco Nueva Generación en la entidad.
Tocada por la presencia de la refinería de Salamanca, la geografía guanajuatense está atravesada por ductos de Petróleos Mexicanos, que en el sexenio de Enrique Peña Nieto se convirtieron en un jugoso negocio para los saqueadores y distribuidores de combustible robado.
Durante la administración de Miguel Márquez, Guanajuato comenzó a figurar entre las entidades con mayor número de tomas clandestinas reportadas por Pemex y, al mismo tiempo, como uno de los focos rojos de violencia a nivel nacional.
En 2018, Márquez entregó un estado asediado por la violencia y con varios municipios tomados por grupos delincuenciales, principalmente en el sur del estado. Aun así, el PAN logró mantener la gubernatura y 25 de los 46 municipios.
Y la escalada de violencia no se detuvo: si en 2017 se registraron 2 mil 242 homicidios, 2018 cerró con la cifra histórica de 3 mil 412 asesinatos.
En 2019, ocurrieron 2 mil 536 y, hasta mayo de 2020, ya se registraban mil 405 homicidios dolosos, según las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
Como botón de muestra de lo que ocurre en esa entidad, este fin de semana Celaya se convirtió en escenario del terror, con una familia acribillada en su propia casa (incluida una niña), asaltos e incendios de comercios, explosiones, autos y gasolinerías incendiadas, y balaceras registradas durante todo el sábado.
Guanajuato es un ejemplo de la incapacidad de los gobiernos municipales, del gobierno estatal y del gobierno federal para garantizar gobernabilidad, paz social y las mínimas condiciones de protección y seguridad a la población.
Es un enclave de corrupción, de colusión entre criminales y autoridades y de desgobierno. El anti-ejemplo de viabilidad política y social. Un estado fallido en el que la vida no vale nada.
Con información de https://aristeguinoticias.com/2106/mexico/guanajuato-estado-fallido
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