El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) descubrió tres fachadas con relieves mayas alusivos a la dinastía Kaanu’l en la zona arqueológica de Dzibanché, en Quintana Roo.
El hallazgo se dio a través de las acciones de investigación y conservación realizadas bajo el Programa de Mejoramiento de Zonas Arqueológicas (Promeza), en el contexto del proyecto del Tren Maya. De acuerdo con los investigadores, supone un gran hallazgo pues no esperaban encontrar un juego de pelota tan decorado y con tanto significado.
Los murales y sus significados
Las fachadas descubiertas pertenecen a dos plataformas ubicadas al poniente del Juego de Pelota II del asentamiento prehispánico. Según Sandra Balanzario Granados, titular del Promeza en Dzibanché, las estructuras contienen tres escenas de relieves estucados que ofrecen nuevas pistas sobre el poderío de los Kaanu’l, dinastía que gobernó numerosos señoríos en los territorios que hoy ocupan México, Belice y Guatemala.
La primera escena muestra a dos guardianes que flanquean un pedestal que, en su momento, sostenía una escultura. Este podio incorpora símbolos gráficos alusivos a un gobernante de la dinastía Kaanu’l. La segunda presenta imágenes de individuos que representan a los ancestros mayas en el cielo nocturno, acompañados de estrellas, serpientes y otros motivos característicos de las iconografías maya y teotihuacana. La ausencia de la escultura central sugiere que pudo haber sido removida por los propios habitantes de la ciudad siglos atrás. La tercera escena exhibe un conjunto de animales mitológicos asociados con constelaciones.
Un elemento común en las tres escenas es la representación de serpientes entrelazadas, “lo que indica que estamos ante imágenes con las que los gobernantes de Dzibanché buscaban reafirmar su linaje. En las sociedades mayas prehispánicas los jerarcas eran vistos como representantes de los dioses en la Tierra”, explica Balanzario Granados. Las tres fachadas tienen dimensiones promedio de 3 metros de largo por 1,6 metros de altura.
Aún no se sabe si los relieves quedarán expuestos. Se han realizado tomas fotográficas que podrían utilizarse para crear modelos fotogramétricos, que servirían para crear réplicas de exhibición en caso de que se decida cubrir los vestigios originales como medida de conservación.
De acuerdo con Balanzario, aunque hay relieves estucados en edificios más grandes, nunca habían pensando en encontrar un juego de pelota con fachadas tan decoradas y significados tan profundos como estas parecen tenerlas.
El trabajo de Promeza
El descubrimiento fue posible gracias al Promeza, que permitió ampliar las exploraciones en Dzibanché. El equipo, conformado por 98 personas—seis especialistas en arqueología, restauración, arquitectura y antropología física, y 92 auxiliares—, brinda especial atención a los relieves descubiertos. Los trabajos iniciaron en diciembre de 2023, y se espera que duren hasta finales de 2024. Los estucos, formados por morteros de cal con sascab (polvo de piedra), preservan restos de colores rojo, azul, amarillo y negro. Debido a su fragilidad y exposición al intemperismo (proceso que altera la posición o el estado de una roca) y la humedad, el proceso de restauración es más tardado y minucioso.
A partir del Promeza, también se restauraron y consolidaron arquitectónicamente los edificios E1 o Templo del Búho, E2 o Templo de los Cormoranes y la Pequeña Acrópolis, además de realizar exploraciones en los conjuntos Tutil y Lamay.
La importancia de Dzibanché
Dzibanché, cuyo nombre significa “escritura sobre madera” en maya, es una ciudad que floreció entre los años 300 y 1200. Fue descubierta en 1927 por el explorador inglés Thomas Gann, y aunque su nombre original se desconoce, se le puso Dzibanché por los símbolos calendáricos grabados en madera encontrados en el Templo VI o Templo de los Dinteles.
El asentamiento ocupa una extensión de más de 40 kilómetros cuadrados y está conformado por cuatro grupos arquitectónicos: Dzibanché o Grupo Principal, Complejo Central o Grupo Lamay, Tutil y Kinichná. Estos grupos estuvieron intercomunicados por sacbeob, (caminos blancos mayas) con funciones específicas y una historia común que se refleja en la uniformidad de los estilos arquitectónicos.
En su máximo esplendor, Dzibanché fue una de las ciudades más importantes de la cultura maya temprana, entre los años 250 y 600. La ciudad contó con enormes templos y recintos ceremoniales, y durante el periodo Clásico Tardío, entre el 600 y 800, experimentó una expansión que resultó en la construcción de distintos edificios públicos. Dzibanché mantuvo una población relativamente extensa incluso después del siglo X, tras el llamado colapso maya.
Los primeros pobladores se asentaron cerca de un importante cuerpo de agua, y mediante depósitos y canales artificiales, todos los habitantes tuvieron asegurado el suministro de agua. El complejo se encuentra en una zona de transición entre la selva baja del norte de la Península de Yucatán y la selva tropical lluviosa del Petén, lo que le dio muchas ventajas estratégicas y comerciales.
La dinastía Kaanu’l, bajo el símbolo de la serpiente (ka’an en maya), gobernó Dzibanché durante los periodos Clásico Temprano y Tardío, entre los años 250 y 650. Posteriormente, el linaje se dividió en dos grupos: uno permaneció en Dzibanché y otro se estableció en Calakmul. Los vestigios en la zona arqueológica son muestra de una dinastía poderosa que dejó huella de su linaje y cosmovisión en los edificios que gobernaron.
Hoy Dzibanché sorprende por su arquitectura monumental y el aporte al entendimiento de la civilización maya. La ciudad, a 81 kilómetros al noroeste de Chetumal y 37 kilómetros de Nicolás Bravo, se prepara para recibir a más turistas que antes debido al Tren Maya, cuya estación Nicolás Bravo-Kohunlich, es parte del tramo siete que aún no está en operación y no cuenta con una fecha oficial de apertura.
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