A 50 años de la masacre del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, la Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ONU-DH) mantiene una profunda consternación por lo sucedido y lamenta la ausencia de una adecuada investigación, así como de sanciones a los responsables de las graves violaciones a las garantías fundamentales cometidas en el contexto del movimiento estudiantil de 1968. El organismo internacional exhortó firmemente al Estado mexicano a garantizar los derechos a la justicia, la verdad y la reparación integral, como lo han hecho otras instancias globales.
En el mismo sentido se pronunció Amnistía Internacional. La directora ejecutiva de esa organización en México, Tania Reneaum Panszi, se refirió a los hechos de 1968 como una profunda herida. Representa la larga sombra de impunidad que empaña al sistema de justicia.
Respecto de la reciente apertura de los archivos del movimiento 68 por la Universidad Nacional Autónoma de México, Reneaum Panszi dijo que contribuye a la construcción de la memoria colectiva, pero no será suficiente. El caso no debe cerrarse hasta que se divulgue toda la información, se lleve a los responsables ante la justicia y sobre todo, se establezcan mecanismos para garantizar la no repetición de estos hechos.
Por separado, la ONU-DH resaltó: El despertar cívico (del 68) que, encabezado por la juventud estudiantil, denunció la arbitrariedad gubernamental, apeló a la rendición de cuentas y luchó por construir un país democrático basado en un régimen de libertades mediante la acción pacífica y la reivindicación del diálogo.
Jan Jarab, representante en México de la ONU-DH, aseveró que la causa de los derechos humanos en México no se puede explicar sin el amanecer de indignación y creatividad de hace cinco décadas. En una parte considerable, los ámbitos de libertad que hoy se respiran en el país son legatarios del movimiento estudiantil de 1968.
La ONU-DH alentó a la sociedad mexicana a mantener viva la memoria acerca de lo sucedido en 1968, reconocer en la gesta estudiantil un motivo permanente de inspiración para la causa de los derechos humanos y extraer las lecciones conducentes para evitar que nunca más vuelvan a repetirse hechos tan trágicos como los que entonces sacudieron a México.
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