Chiapas.- La Fiscalía General de Oaxaca en un operativo realizado ayer, rescató a más de 60 personas víctimas de trata, en la modalidad de explotación laboral.
De origen tsotsil, entre las personas rescatadas se encuentran 7 mujeres adultas y 56 menores de edad; 12 de niñas, 14 niños (seis de ellos menores de 2 años), 15 mujeres adolescentes y 15 varones.
La Fiscalía informó que 11 individuos fueron detenidos y puestos a disposición del Ministerio Público.
En este operativo, participaron elementos de la Agencia Estatal de Investigaciones, ministerios públicos, peritos y un fiscal, que cumplieron una orden de cateo en la calle Privada de Belén en la jurisdicción de Santa María Atzompa, lugar donde las víctimas se encontraban en condiciones de hacinamiento.
La Fiscalía General abrió una carpeta de investigación hace varios meses y comenzó a efectuar las actuaciones y diligencias pertinentes que llevaron a la obtención y ejecución de la orden de cateo.
Las víctimas eran explotadas en diversos cruceros de la capital oaxaqueña, las obligaban a pedir dinero y vender producto a los automovilistas.
Aunque no existen cifras precisas sobre el fenómeno, se estima que en México, por lo menos medio millón de personas son víctimas de trata, en la variante de explotación sexual, a través del llamado oficio más antiguo del mundo, que con el paso del tiempo ha cambiado su forma de operar y respaldándose en los avances tecnológicos.
La prostitución sigue siendo un lucrativo negocio ahora gracias a la telefonía celular, la Internet y las redes sociales. Lo de hoy es la búsqueda en la Red de redes, donde existen páginas completas con fotografías de mujeres y varones que ofertan placer de acuerdo con las necesidades económicas o las fantasías de sexoconsumidores.
Un telefonema, un mensaje de WhatsApp, una conversación por messenger o un chat por Internet bastan para conectar a un adicto a la prostitución con quien habrá de ser su sparring sexual a cualquier hora del día. Por desgracia, dentro de la cifra de 500 mil víctimas de trata de personas en este ámbito, se calcula que unos 70 mil son menores de 18 años de edad.
Los nuevos esquemas tecnológicos han facilitado el surgimiento de nuevas redes de prostitución, e incluso fomentado la iniciación de personas de manera espontánea en sus cuentas de Facebook o en páginas web de búsqueda de pareja, donde conocen a personas de mediana o avanzada edad que sufragan sus gastos a cambio de compañía o favores sexuales. Desde siempre se advertía la presencia de hombres mayores buscando relacionarse con jovencitas, y hoy mujeres maduras también buscan a varones muy jóvenes.
María Elena nunca se prostituyó, por lo menos no sexualmente. Siempre aparentó una edad superior a la que realmente tenía. Por eso jóvenes meretrices la describían como una “señora mayor”, a pesar de tener 37 años de edad. En 2015, urgida por los apremios económicos en casa, se vio en la necesidad de buscar un empleo y lo encontró en una casa de citas en Acapulco, Guerrero, adonde ingresó como afanadora y cocinera.
“Doña Nena”, como le conocieron las “muchachas”, asegura que no sabía que se trataba de un negocio de prostitución, sino hasta después de sus primeras semanas en que hacía de comer y el aseo a las habitaciones de las chicas. Con el tiempo se le agregaron funciones como contestar el teléfono y hacer las citas. Ya entrados en confianza, los dueños del burdel le encargaron ser la tesorera del dinero ilícito.
Hoy existen indicios de que la mujer, junto con otras personas, alojaba dentro de una finca a por lo menos doce de las víctimas de trata y explotación sexual, aunque para ella sólo se trataba de un trabajo cualquiera. Es procesada penalmente al comprobarse que las chicas laboraban como sexoservidoras y eran enviadas a varios domicilios para atender clientes.
Además de dejar el 50 por ciento del dinero recabado con el comercio sexual, las chicas tenían que pagar a Elena de 50 a 60 pesos por cada comida y 100 pesos semanales por el aseo de sus habitaciones cada una. La ahora encausada se encargaba de recibir a las jóvenes enganchadas, pedirles que se cambiaran de ropa e indicarles lo que debían hacer.
El señalamiento de las trabajadoras sexuales la hundió. “Doña Nena” respondía vía telefónica a los clientes y determinaba que una terna de las jovencitas acudiera adonde el solicitante la requería para que eligiera a una de ellas. Las no elegidas regresaban con el taxista que las llevaba y con el dinero cobrado por el “trabajo” de su compañera que se había quedado en algún hotel. El dinero era dejado en una libreta con la anotación correspondiente, o se lo daban a Elena para que lo guardara.
La red, que tenía varias casas similares, se promocionaba a través de una página de internet denominada Mileroticos.com, en cuyo contenido aparecían infinidad de fotografías y datos de contacto de chicas, clasificadas por regiones o estados de la República. Las fotos se las tomaban a las víctimas con sus teléfonos celulares.
Miles de personas, principalmente mujeres, son enganchadas para traficar con sus cuerpos. Algunas son atraídas con engañosos anuncios que ofrecen empleos como “mesera”, “camarera” o algún otro. Sin embargo, algunas más son reclutadas directamente a sabiendas que el anhelado trabajo es como sexoservidora, con todos los riesgos que ello implica, pero anteponiendo -en la mayoría de los casos- su necesidad económica.
Margarita o “Violet” -su nombre de prostituta- fue atraída por un aviso de ocasión en internet solicitando “chicas con alto criterio”. Ofrecían un sueldo de 3 mil a 5 mil pesos semanales. Se enteró de que el trabajo era de escort o masajista y que debía tener sexo con los clientes a cambio de dinero. Desde Michoacán se trasladó a Guerrero sin dudarlo.
Fue recibida en unos departamentos donde había una alberca y le alojaron junto con otras dos mujeres, una de ellas embarazada. Allí le explicaron que el servicio funcionaba a través de llamadas telefónicas que ellas mismas contestarían y un taxista las llevaría al sitio requerido por el cliente. La tarifa de la labor sexual iba desde los 600, 800 y hasta mil pesos la hora, dependiendo del presupuesto y perversiones a satisfacer del pagador; mil 500 pesos las dos horas.
La constante de este tipo de empresas clandestinas, consiste en cambiar de domicilio para no ser descubiertas, por lo que las víctimas de la explotación sexual no se adaptan plenamente a un solo lugar. Tampoco las sexoservidoras llegan a conocer a los verdaderos patrones, únicamente a intermediarios, quienes realmente operan el negocio.
El dinero para la paga les es remitido los domingos por la madrugada. Se les deja el efectivo a cada una de las sexoservidoras en un sobre amarillo en una mesa del comedor. De ahí deberán pagar su estancia, aseo y alimentos a la persona que les atiende. Además, liquidarán el costo de los servicios de taxi que reciben.
Esta web usa cookies.