Solíamos esperar por aquellos años, horas inaccesibles para niños y adultos en esos tiempos. Uno de nuestros guías espirituales, el maestro “Pepe” Espinoza, bautizo esos momentos como el horario Tecolote, en alusión a lo entrada la noche que podíamos ver esos partidos de baloncesto por televisió.
Y es que pertenecimos a la generación de las películas VHS, de los walkman con sus peculiaridades presentaciones en audífonos y de las maquinas arcadia que laceraban el cambio que debíamos devolver tras ir a comprar las tortillas
Fue en esa generación que el baloncesto se globalizó de manera descomunal. Así fue que nos hicimos – No todos porque tengo amigos que sostienen que lo aborrecen y ahora más por el documental -, amigos de un tal Michael Jordan.
Ese tal Jordan y sus compañeros de los Bulls de Chicago ya habían ganado tres campeonatos incluso mucho antes de la mayoría de nosotros los disfrutarán con plenitud de conciencia y conocimiento.
Así que con esa deuda de tiempo pasado, fuimos parte de la segunda trilogía más importante del deporte mundial. Respiramos cada uno de esos triunfos que no fueron destacados, repetidos y mucho menos promocionamos en lo que ahora conocemos con el internet y las redes sociales.
Conforme nos alejamos de aquel 1998 creímos que habíamos visto todo de aquel último baile, que ni siquiera – seamos honestos -, sabíamos que se llamaba así y mucho menos conocíamos sus cimientos
Sin embargo, gracias a la tecnología y los tiempos nuevos, volvimos a recrear y poner a prueba nuestra memoria con Last Dance y la historia de Michael Jordan a través de la plataforma de Netflix
Para dar una idea a las nuevas generaciones, debo de explicar a nombre de mi generación, que no teníamos redes sociales e internet para enterarnos de lo que sucedía en materia informativa por aquellos años
Vivíamos al día por completo. Muy pocos, contados, comprábamos revistas y esperábamos ansiosos las noticias deportivas para saber algo más. Tampoco existía la televisión de paga al 100 por ciento como ahora, donde basta con ver sportcenter para tener información
Así que Last dance vino a despertar ese recuerdo sin memoria que permanecía dormido en nuestras mentes. Llegó para recordarnos esos momentos eternos que no tienen fecha de caducidad.
Y de paso redescubrimos la historia de ese amigo, de ese tal Michael Jordan, quien tenía una compulsión por el éxito. “La gente descubrirá cosas de mi que a lo mejor no gustan”, dijo MJ antes del capítulo uno de la serie deportiva más aclamada desde ya, en el mundo entero.
Existe una premisa que sostiene algo importante: Bajo advertencia no hay engaño. Y Jordan no engaño a nadie mostrándose como tal. Un exagerado sí. Un tirano, sí. Un déspota burlón sus compañeros, por momentos sí
Sin embargo, se debe de comprender que la máxima de un ganador en la vida es hacer la diferencia. Se tiene que entender que las personas exitosas son aquellas que mucho tiempo suelen ser incomprendidas por sus modos y formas.
Michael Jordan era precisamente eso. Un incomprendido que, bajo su estilo de conducción que rozaba y a veces traspasaba los límites que rayan en lo chocante, generaba éxito y mejoría a su alrededor y a quienes estaban en ese circulo.
Es cierto que Jordan era inalcanzable emocionalmente. Pero también es cierto que aquel que te hace mejorar con tan solo estar en su entorno, significa un gran paso en tu vida sin importar las condiciones
La traducción de esto son los campeonatos y el éxito logrado. La pregunta es, ¿pudo Pippen haber ganado un campeonato sin Jordan?, podríamos decir que sí. Ahora invertimos la pregunta, ¿Jordan pudo haber ganado un campeonato sin Pippen?… la respuesta suele ser si a secas.
Así que más allá de las preguntas y respuestas, la gran frase de last dance que quedará para la posteridad y las nuevas generaciones, es «Nunca le pediré algo a un compañero que yo no haya hecho antes».
Esto de entrada puede sonar a compromiso adquirido. Sin embargo, en el fondo y forma radica la diferencia. Por eso es que es más fácil congeniar con los perdedores, ya que la mayoría ha vivido la frustración y el dolor de perder en todos los conceptos.
Pero cuando se está frente a un ganador, hay que saber hablar de triunfo. Ese triunfo que muchas veces anhelamos en nuestras vidas en cualquier formato de la vida. El que buscamos día a día al despertar.
Ese triunfo que marca la diferencia. Que nos hace evolucionar. Que nos hace mejores personas. Y si, ese que constantemente causa envidia por el éxito obtenido. Es la incomprensión del ganador. Justo como lo vivía Michael Jordan sin justicia de por medio, y con señalamientos a toda hora.
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