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Quintana Roo

Verdades dolorosas

Por Alma Conde<Radar Peninsular

Siempre he pensado que el decir la verdad es lo mejor y lo correcto para que una persona confíe en nosotros. Cuando mentimos o en ocasiones ocultamos verdades, estamos quizá traicionando la confianza de la otra persona; sin embargo, hay razones por las que hemos llegado a esa “solución”, ¿cierto?

Recuerdo cuando yo tenía 14 años. Mi abuelita materna estaba muy enferma. Yo al principio no lo sabía, al contrario, me había puesto muy contenta pues ya la habían sacado del hospital, pero no era porque hubiera mejorado. Era de las primeras veces en mi vida que escuchaba la palabra “cáncer”. Al principio no entendía muy bien, pero luego mi mamá me explicó que ya estaba tan avanzada la enfermedad que solo quedaba “esperar”…

Hace relativamente poco tiempo supe que nunca le dijeron a mi abuelita lo que padecía; le pregunté a mi mamá si ella nunca había preguntado y me dijo que sí; sin embargo, prefirieron nunca decirle y el argumento era que “para que no se asustara y la enfermedad avanzara más rápido”.

Ahora me pregunto desde otra perspectiva –un poco más madura- si eso fue justo para ella o no; es decir, yo sí quisiera saber si tengo algo malo… o quizá no…

ACTO DE AMOR

Es respetable el argumento que tanto mi mamá como sus hermanos decidieron decirle a su mamá, tratamos de entenderlo y quizá después de tantos años, ya no valga la pena pensar en ello, pero sí en reflexionar de que ese acto fue meramente de amor.

Y ese es solo un ejemplo de lo que podemos hacer “en nombre del amor”, que como lo mencioné al principio, puede que se tome de dos formas: o se traiciona la confianza de la otra persona o se justifica que esa verdad a medias fue dicha para no lastimar a un ser amado.

En el caso de mi abuelita, quizá ella nunca supo la verdad, y se fue sin saber cuál era su padecimiento. O quizá lo intuía y también quiso mejor “no saber”. A veces, nosotros mismos nos hacemos de la “vista gorda” y preferimos hacernos los desentendidos, porque sabemos que esas verdades nos van a doler. Pero aquí entre nos: ¿no sería mejor enfrentar la verdad con valentía? De todas formas, es algo que no va a cambiar a menos que nosotros hagamos algo al respecto.

¡Vaya! Es más complicado de lo que estas líneas pueden expresar, porque a veces no está en nuestras manos cambiar algo que no está del todo bien.

Por más valentía que supongamos que tenemos, quizá hasta que no estamos en tal o cual situación, no sabremos cómo actuaríamos ante las adversidades. No solamente de una enfermedad, sino de cualquier otro tema. Hasta que no nos encontremos delante del problema, no sabremos si somos los que tendremos que ocultar la verdad o seremos los que carezcamos de ella. Por eso no trato de juzgar o justificar, sino simplemente de ver y analizar las aristas de este juego en el que a veces sin querer nos encontramos.

Y tú, ¿has estado en alguno de estos dos lados? ¿Te han mentido u ocultado la verdad y lo has intuido? ¿Has tenido la necesidad de ocultar verdades, para no lastimar a la persona que amas? Tomar esas decisiones, ¿de verdad significa que amas a la otra persona? Vaya tema para debatir…

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