Por Alma Conde
#RadarPeninsular
Últimamente ha habido un incremento en las “desapariciones” de menores. Si bien es algo alarmante y muy delicado cuando se trata de un secuestro, también se sabe que no todos son sustracciones.
A veces son discusiones que los hijos tienen con sus padres y una forma de “castigarlos”, es cuando huyen o se refugian en casa de algún amigo, en el mejor de los casos, o son seducidas por los novios, en el peor de los casos.
¿Quién tiene la culpa? Absolutamente nadie. No se trata de culpar, sino de responsabilizarnos de nuestros actos; seamos los padres o los hijos. Es bien sabido que en esta ciudad hay un alto índice de disfunción familiar por diferentes circunstancias y situaciones pero siempre he tenido la firme convicción de que ningún niño nace siendo malo.
Si no hay amor, límites con respeto y comunicación en el hogar, difícilmente estos índices de disfunción familiar podrían disminuir. Y ahí sí, ¿quiénes somos los responsables de dar amor, comunicarnos y respetar a nuestros hijos, sino los padres?
Y retomando el tema de las supuestas sustracciones de menores, ¿alguna vez te has preguntado lo que implica “desaparecer” por decisión propia?
Hace algunos años, unos adolescentes fueron a una fiesta y se les hizo tarde; para que sus papás no los regañaran, no regresaron sino hasta el siguiente día; sin embargo, sus padres ya habían denunciado la desaparición y a las 4 de la tarde del día siguiente, fueron localizados, desplegando más de 50 policías. Cuando regresaron, manifestaron que sus padres no los comprendían.
Otro caso de una joven que dijo que iba a un café Internet y no regresó hasta dos meses después, pues se había ido a vivir con el novio.
A principios de este año, un conocido mío denunció la desaparición de sus dos hijos y luego se supo que se encontraban con su mamá, porque estaban en el proceso de pelear por la custodia de los menores.
RECURSOS PARA BÚSQUEDA
Aunque las redes sociales se han convertido en un aliado para buscar a las personas, no es en lo único en lo que se tiene que intervenir. Se tiene que invertir en otros recursos que en ocasiones son federales.
En cada caso, se destinan entre ocho y 10 personas para la búsqueda de un solo adolescente. En promedio, cada operativo demanda aproximadamente 70 mil pesos diarios.
Aquí entre nos, creo que deberíamos hacer conciencia y pensar dos, tres, cuatro o las veces que sean necesarias antes de actuar precipitadamente y tomar decisiones que no solamente afectan emocionalmente a los familiares involucrados, sino a la sociedad. Pensar en que esos recursos deberían ser destinados a personas que efectivamente han desaparecido contra su voluntad y no desperdiciarlos –porque esa es la palabra- en buscar a personas que en principio no desean ser localizadas.
Ojalá estas líneas toquen corazones, toquen conciencias y ayude a reflexionar sobre lo que estamos haciendo como sociedad. Hay que cuidarnos, es cierto. Cuidemos a nuestros menores que sí son vulnerables e indefensos. Extrememos precauciones y acompañemos a nuestros hijos en la medida de nuestras posibilidades a la escuela; tampoco se trata de vivir en el pánico, sino en la prevención.
Acostumbrarnos a avisar –todos- dónde estamos, con quién estamos y finalmente, no hacer mal uso de esos recursos, para que los que realmente han desaparecido, sean encontrados.
Y por otro lado, cuidarlos dentro del hogar. Un menor jamás huirá de casa, nunca fingirá un secuestro si tiene todo lo que necesita –y no es nada material-. Lo que más hace falta, curiosamente es gratis: son besos, abrazos, amor, cariño, apoyo, comprensión, empatía y comunicación.