Por Alma Conde
Radar Peninsular
Hace poco reflexionaba con una amiga un fenómeno que tal parece se repite una y otra vez en situaciones diferentes, con personas diferentes pero que tienen una particularidad: tenemos la osadía de ver hacia fuera, pero no hacia adentro de nosotros o del círculo más cercano que nos rodea.
Le platicaba a mi amiga de un familiar muy “devoto” que se dedicaba a ser “consejero matrimonial”. Y mientras este familiar trataba de “componer” otras vidas, la suya y los suyos estaban en plena crisis.
De dos hijas que tuvo, las dos salieron embarazadas antes del matrimonio. Siendo devota esta persona, lo mejor que se le ocurrió fue obligar a casar a “los infames” para que respondieran “su fechoría” de embarazar a las pobres e ingenuas. Si de por sí, un matrimonio por voluntad es difícil, máxime una boda arreglada. Las dos se divorciaron al paso de los años, por supuesto.
Y platicaba esto con mi amiga, porque nos encontrábamos ante una situación parecida con uno de nuestros alumnos. Un niño que le estaba costando mucho trabajo adaptarse a un grupo que ya estaba bien formado. Tenía de todo este niño: matices de una inteligencia muy aguda; sin embargo, gozaba de muy malos modales que a todos sus compañeros de clase –y maestros- desesperaba.
Pero lo que más llamó nuestra atención, fue que en una clase se les preguntó a todos que qué les gustaría ser de grande, a lo que él respondió: “un ladrón”. Al principio pensábamos que solo bromeaba, para tratar de hacer reír a sus compañeros, pero después nos dimos cuenta que hablaba muy en serio.
La historia no termina ahí. Su mamá se dedicaba a reformar vecinos delincuentes de una escuela universitaria… En este caso, era una clara muestra de falta de atención y de reconocimiento por parte de los padres, quienes no veían el problema de su hijo, pero sí el de su entorno.
Situaciones como esa se viven todos los días. Aquí entre nos, creo que es una falta de atención hacia lo que nosotros tenemos. Preferimos ver a la periferia en lugar de cuidar lo más cercano y amado.
Se agradecen las buenas intenciones, pero cuando lo más cercano que tenemos carece exactamente de eso que “queremos arreglar”, creo que es momento de actuar hacia adentro y no hacia fuera.
¿Nos damos cuenta de ello? No siempre. Para darse cuenta, primero hay que tener el valor de analizarlo y eso no es fácil.
La mamá del chico, por ejemplo, prefirió cambiar de escuela a su “pequeño delincuente”, porque la apreciación que ella tenía, era que el plantel le estaba haciendo daño, pues el niño entró en depresión cuando todos sus compañeros lo rechazaban… claro, nunca analizó el verdadero motivo de la falta de integración de su hijo.
En fin, analice usted pues, si es parte de una buena causa. Si lo es, lo felicito, pero también lo invito a ver hacia su familia antes de tomar acción hacia la sociedad. Bien dicen por ahí que “el buen juez, por su casa empieza”.
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