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Estilo y Vida

Pandemia del coronavirus reflejó la importancia del ámbito público en nuestras vidas

La pandemia del Covid-19 puso de manifiesto que  nuestras casas se han concebido como un lugar para volver y no tanto para vivir
La pandemia del Covid-19 puso de manifiesto que  nuestras casas se han concebido como un lugar para volver y no tanto para vivir

Estados Unidos. – La socióloga franco-israelí, Eva Illouz, consideró que la pandemia del Covid-19 puso de manifiesto que  nuestras casas se han concebido como un lugar para volver y no tanto para vivir.

En una entrevistas con la BBC Mundo, Illouz, agregó que  el coronavirus ha permitido apreciar cuán importante es el ámbito público en nuestras vidas privadas.

Prueba de ello,. es que la intimidad constante y continua no es soportable para la mayoría de las parejas.

“La idea de intimidad y de pareja que tenemos se basa, en gran medida, en la posibilidad de que los dos géneros conduzcan sus vidas fuera de los confines del hogar”, refirió.

Explicó que para muchas relaciones, es fundamentan en el hecho de que los hombres y las mujeres toman caminos diferentes durante el día.

Es más, en la mayoría de los casos, cada miembro de la pareja se va por su lado, ya sea que cada uno tenga un trabajo o que uno se quede a cargo del hogar o del cuidado de los niños y posteriormente reunirse en la noche}

No obstante, los confinamientos impuestos por la pandemia han borrado las condiciones que permiten que eso suceda.

Refirió que la crisis generada por el coronavirus, es otra muestra del impacto de las fuerzas macrosociales en nuestra intimidad.

“Lo que más he observado es que lo que llamamos casa, la esfera privada y doméstica, necesita desesperadamente de la esfera pública de los amigos, del trabajo, de las calles para poder cumplir su función“.

En ese sentido, los padres se dieron cuenta de cuánto las escuelas apoyan, desde afuera, a las familias e incluso notaron que la intimidad constante y continua no es soportable para la mayoría de las parejas.

Según la especialista, la crisis del coronavirus nos ha hecho derrumbarnos en nuestras propias casas.

Refirió que varias familias en diferentes partes del mundo han experimentado violencia doméstica en medio de los confinamientos.

“Ha transformado el hogar en un frente de guerra (de la pandemia), pero la mayoría de las casas en todo el mundo no están equipadas para eso”, explica.

Mencionó que, con la pandemia hemos aprendidos que necesitamos la sociabilidad con amigos, extraños, conocidos, más o tanto como la intimidad con otra persona.

Afectos en las relaciones de pareja

Asimismo, la socióloga reflexionó sobre los confinamientos y sobre cómo “el hogar es soportable para muchas parejas sólo si tienen la posibilidad de tener caminos diferentes en el día“.

Es más, en muchos casos, la violencia doméstica había aumentado “tremendamente” y que hombres y mujeres habían vuelto a sus “roles tradicionales”, lo cual mostró que las mujeres son “abrumadoramente” las responsables de las tareas del hogar.

Illouz comentó a BBC Mundo, que no cree que en algún momento nos hayamos eximido de las fuerzas públicas, pese a que “hemos desarrollado una mitología muy poderosa del hogar y de la intimidad como si estuvieran protegidos de las fuerzas externas“.

Bajo ese contexto, la incertidumbre propia de la pandemia ha causado ansiedad en millones de personas en todo el mundo.

De tal forma, “esas fuerzas nos hacen lo que somos”: tanto dentro como fuera de nuestras casas somos, quienes somos porque participamos de una cultura pública.

Ejemplificó con las personas que se han quedado sin trabajo o las que han sido desalojadas de sus casas porque no pueden pagar el alquiler, “¿son objeto, dentro de sus hogares, de la actuación de fuerzas externas que no controlan? Claro que lo son”.

Añadió, que esta crisis sanitaria nos ha demostrado cuán profundamente dependientes somos de la sociedad en la que vivimos.

“Ser sociable significa vivir en un mundo de apariencias”, señala la experta.

Esto se puede ver en cosas como el maquillarse para salir, lo cual forma parte de los hábitos de muchas mujeres.

Las apariencias entendidas como “el trabajo que hago en mi cuerpo para aparecer de cierta manera frente a otras personas”.

Reconoce que tienen “mala prensa” porque las asociamos con la superficialidad cuando, de hecho, son de muchas maneras “la esencia de la sociabilidad”.

La pandemia, dijo, nos ha robado cosas que formaban parte de nuestra vida cotidiana, por tener que quedarnos en casa, entre ellos la posibilidad de tener estas relaciones superficiales, que se basan en la forma en la que nos presentamos.

Para la experta, maquillarse o vestirse de forma elegante, es una muestra de que lo hacemos por algo más.

“Hace un año, en Australia, se viralizaron unas fotos de gente que se vestía con ropa de gala, usaba maquillaje y joyas hermosas para sacar la basura, porque eso era lo único que se les permitía hacer“.

Estas imágenes se volvieron virales, porque expresaban esa necesidad fundamental que tenemos de aparecer frente a los otros.

“Estar frente a tu computadora, en tu casa, trabajando en pijama puede darte comodidad, pero creo que no es una sensación que dura porque se transforma rápidamente en algo sin estructura, carente de un mundo de apariencias“.

Al aspecto arquitectónico

Además, el elemento arquitectónico, es otro factor que no queda exento en el recuento de los daños.

Ejemplo de ello, son los apartamentos modernos, que no están concebidos para que la gente se quede todo el tiempo“.

“Y dado que los precios de los inmuebles en casi todas las ciudades del mundo han aumentado considerablemente, la mayoría de la gente vive en lo que llamaríamos casas pequeñas o medianas“.

Ante los confinamientos, las familias han convertido sus casas en sitios en los que se funden diferentes actividades: la escuela, el trabajo, el entretenimiento, el descanso, entre otras.

“La arquitectura urbana en los suburbios es tal que no muchos apartamentos tienen terrazas, balcones o contacto con la calle”.

Muchos viven en espacios mucho más reducidos que los que habitaron sus antepasados.

Sin embargo, esto no quiere decir que esos lugares sean peores, pues, teniendo en cuenta otros criterios, probablemente las casas de nuestros antepasados eran de menor calidad.

Aunque, lo que parece ser una constante en las ciudades es que las viviendas tienden a ser más pequeñas.

“Estas casas fueron concebidas más o menos como lugares a los que se vuelve a dormir” tras hacer la jornada laboral afuera.

La convivencia con los hijos

Argumentó que gran parte de lo que llamamos el hogar moderno se basa en realidad en la existencia de una vasta esfera pública conformada por el trabajo y la escuela, que hace posible la interacción en el mismo.

Una muestra de ello, son testimonios de madres a quienes les costó manejar los periodos en los que sus hijos se tuvieron que quedar en casa, tras el cierre de las escuelas.

Algunas hasta llegaron a sentirse que no eran buenas madres.

“Estas son las razones por las que creo que la casa puede experimentarse como algo extremadamente opresivo, porque de hecho no se concibe en absoluto como un lugar en el que realmente vivimos. Se concibe como un lugar al que volvemos“.

Por meses, hijos y nietos han tenido que abstenerse de visitar a sus padres y abuelos para cuidarlos del nuevo coronavirus.

Otro fenómeno que observo, es ante la pandemia se requiere de “una forma novedosa de solidaridad a través del distanciamiento social”, lo cual aumenta la sensación de crisis.

Esto se puede ver entre las generaciones más jóvenes y las mayores, “entre alguien que ignora si puede tener la enfermedad y alguien que puede morir a causa de lo que el primero desconoce, entre alguien que puede haber perdido su empleo y alguien que puede perder la vida”.

Sostuvo que  la solidaridad demanda aislamiento y de ese modo fragmenta el cuerpo social en unidades lo más pequeñas posibles, lo que vuelve difícil organizarse, encontrarse y comunicarse, más allá de las interminables bromas y videos que se intercambian en las redes sociales”.

De la noche a la mañana, escribió la autora, el mundo “se vació de su familiaridad”, se transformó en algo que nos es ajeno.

Estamos aprendiendo a vivir con las nuevas normas del distanciamiento social para proteger a los seres queridos.

El distanciamiento social

“Sus gestos más reconfortantes — el apretón de manos, los besos, los abrazos, la comida compartida— se transformaron en fuentes de peligro y angustia”.

Nos hemos tenido que familiarizar “con las extrañas reglas y rituales” del distanciamiento social.

Illouz planteaba además que se está dando una especie de inversión de las categorías del cuidado.

Anteriormente relacionábamos el cuidado con la cercanía física, pero la pandemia nos ha planteado que la clave para protegernos mutuamente es alejarnos.

En cuanto a si la crisis del coronavirus está cambiando la forma en que amamos, la profesora manifestó a BBC Mundo que es demasiado pronto para decirlo.

Lo que sí ha reforzado, cree, es una división entre solteros y casados.

El amor y la pandemia

La pandemia está haciendo que se creen nuevas dinámicas al momento de socializar.

“Esta diferenciación existía, pero la (crisis la) ha dejado muy clara porque los solteros, creo, podrían estar mucho más privados del sexo, de la sexualidad y de los encuentros”.

Tan es así, que las reglas de cómo nos involucramos en una relación están cambiando y surge la necesidad de hacer preguntas sobre la otra persona y su cuerpo.

Son interrogantes —”¿cuánto riesgo corro?” — que ya se hicieron los miembros de la comunidad homosexual en los 80 y 90, cuando apareció el VIH, el virus que causa el sida.

“Con el coronavirus puede pasar como en los 80: había un goce respecto a la sexualidad y de repente apareció el sida y la culpa regresó al cuerpo”.

Entonces “se manejó muy bien y con bastante rapidez, porque nos dimos cuenta de que si usábamos condones estábamos más o menos seguros.

Pero ese no es el caso del SARS, porque no es tan fácil protegerse de un virus respiratorio“, explica.

A estas interrogantes se les suma ahora cuestionamientos de otra dimensión y que antes no se planteaban, como, por ejemplo:

“¿Hasta qué punto le puedo pedir al otro que maneje el riesgo de la misma manera en la que lo hago yo?”.

Esto no significa que han cambiado fundamentalmente las formas en que nos amamos, aunque la tecnología está jugando un rol mucho más significativo que el que desempeñó en el periodo previo al coronavirus“, indica Eva Illouz.

Esto hará, posiblemente, que los encuentros casuales no sean tan libres y que se generen nuevas tensiones porque las personas no siempre concuerdan con los niveles de precaución.

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Comentó que esta tensión también estará presente en los hogares: “dos personas que viven juntas ¿en qué se comprometen exactamente?”.

“Piensa en una casa donde una persona es vulnerable, de alto riesgo. ¿Qué implicaciones tiene exactamente eso en los demás miembros?

“Piensa en una doctora casada con un diabético”.

De modo, que surgió un nuevo conjunto de preguntas que tienen que ver con nuestra forma de vivir, de comportarnos y de interactuar.

Efectos en la sociedad

Bajo esa consideración, psicólogos y expertos en salud mental han expresado su preocupación de que la pandemia esté desencadenando una epidemia de soledad debido a los confinamientos.

Incluso, Illouz había identificado un “cambio cultural” en las decisiones que muchas personas habían estado tomando, que se manifestaba en establecer relaciones efímeras.

Esto se refleja en la modernidad hiperconectada en la que vivimos, “la no-formación de vínculos se convierte en un fenómeno sociológico en sí mismo“, escribió.

“Si el modernismo temprano y alto estuvieron marcados por la lucha para que se dieran ciertas formas de sociabilidad, en las que el amor, la amistad, la sexualidad estuvieran libres de restricciones morales y sociales, en la modernidad interconectada la experiencia emocional parece evadir los nombres de las emociones y las relaciones heredadas de épocas en las que eran más estables“.

Así, “las relaciones contemporáneas terminan, se rompen, se desvanecen, se evaporan y siguen una dinámica de elección positiva y negativa, que entrelaza vínculos y no vínculos”.

Además, la autora hizo esas observaciones muchísimo antes de que se desatara la pandemia que ha tenido efectos devastadores en millones de personas.

Tan es así, que hay preocupación entre los psicólogos por el hecho de que la pandemia esté desencadenando una epidemia de soledad.

La cual no sólo se refleja entre quienes se han tenido que aislar más rigurosamente, como los adultos mayores, sino entre adolescentes y jóvenes.

Con información de: Bbc

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