El helado también se gentrificó, influencer paga mil pesos por dos bolas en Tulum
Una polémica que combina turismo así como precios desorbitados y una cucharada de indignación social ha sacudido a Tulum luego de que una influencer pagó mil pesos por dos helados y desató la conversación sobre el impacto de la gentrificación en los destinos turísticos del país.
La protagonista del momento es Anasimg, creadora de contenido con más de 5.4 millones de seguidores en TikTok, quien compartió su experiencia con un simple postre que terminó costándole lo que para muchos representa una semana de despensa.
En un video que ya acumula más de 3.5 millones de vistas, relató cómo ella y su madre terminaron pagando una cifra absurda por dos ridículas porciones de helado aparentemente normales.
“¡Nos cobraron mil pesos por dos helados!”, exclamó la influencer en su clip, dejando a más de uno con el mismo frío que da al morder un cono del propio postre.
Pero no se trataba de un helado cubierto con oro de 24 kilates o ingredientes traídos del Himalaya. A simple vista, los postres eran bastante comunes, con toppings de galleta, chispas de chocolate y decoraciones que bien podrías encontrar en una heladería de cualquier colonia.
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Sin embargo, el local donde se sirvieron, llamado Velvet, funciona bajo un sistema de autoservicio: tú decides cuánto te sirves, lo pesas y pagas… y parece que la báscula ese día no tuvo clemencia.
El establecimiento se encuentra en el corazón de la zona turística de Tulum, donde todo ha sido «conceptualizado» con nombres en francés, bebidas exóticas y precios que solo los viajeros con presupuesto internacional pueden enfrentar. Y es ahí donde el video de Anasimg se convirtió en una bomba de tiempo que detonó en redes sociales.
Los comentarios no tardaron en llenar la sección del video: “¿No vieron los precios o estaban en maya?”, “¡Ya gentrificaron el helado!”, “Con eso me compro media heladería en mi colonia”, y “Mejor vayan al Oxxo, ahí los Holanda están al 3×2 y nadie llora”.
Pero más allá del escándalo por el precio, el caso se convirtió en un ejemplo claro y viral de lo que miles de mexicanos vienen denunciando: la gentrificación, un fenómeno que ha modificado drásticamente la vida en ciudades como Ciudad de México, Oaxaca, Guadalajara, San Miguel de Allende, Mérida y, por supuesto, Tulum.
Las recientes protestas en la capital del país son solo una muestra del hartazgo ciudadano frente a la inflación en el costo de vida provocada por la llegada de personas con mayor poder adquisitivo, generalmente extranjeros o foráneos, que elevan los precios de rentas, alimentos y servicios, mientras las autoridades permanecen indiferentes. Este proceso ha transformado barrios enteros en zonas exclusivas y ha empujado a los habitantes originales a la periferia.
Y aunque el helado de mil pesos parezca un detalle anecdótico, para muchos es una metáfora perfecta: productos comunes con precios estratosféricos, accesibles solo para quienes pueden pagar sin cuestionar. El helado ya no es un postre, es una declaración de estatus.
En redes, las opiniones se dividieron. Algunos usuarios defendieron el derecho del negocio a fijar sus precios: “El problema no son ellos por venderlo, fuiste tú por comprarlo”. Pero también hubo quienes cuestionaron la normalización de este tipo de gastos: “Qué onda con la gente normalizando que DOS helados cuesten MIL PESOS!!! así sean los más deliciosos del universo el precio está súper exagerado”, “Siempre he dicho que Tulum está sobrevalorado”y “Tulum es todo lo que está mal cuando se habla de turismo”.
La polémica también evidenció un conflicto de clase latente en los comentarios hacia la influencer. Aunque Anasimg solo compartió su experiencia, muchos la criticaron duramente, señalándola por formar parte del mismo fenómeno que denuncia.
Más allá del escándalo digital, la experiencia de pagar mil pesos por dos helados nos deja una pregunta incómoda: ¿quién puede realmente disfrutar de los destinos turísticos en México sin salir con la cartera en terapia intensiva?.
Mientras tanto, Tulum sigue brillando en Instagram, pero cada vez más apagado para los mexicanos comunes que lo vieron transformarse en un paraíso exclusivo. Porque sí, el mar sigue siendo azul, pero la desigualdad… esa no se disfraza con filtros.
Con Información de Agencias
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