Desde el 1457 antes de Cristo hasta hoy, poco se ha sabido de los distintos conflictos entre pueblos y sus guerras. Hasta que un día, alguien inauguró la crónica: un documento escrito, que relataba una historia real en vez de solo las tradiciones orales, las mitologías o las fantasías de la imaginación.
La primera historia documentada fue la Batalla de Megido, el creador de este relato empírico fue el faraón egipcio Menjeperra Dyehutymose, Tutmosis III.
El choque sucedió el 16 de abril de 1457 a. C., y terminó hasta la última gota de sangre con la victoria del faraón, que derrotó a los combatientes cananeos, antiquísimo e influyente pueblo que vivía en lo que hoy es Israel, Palestina, Líbano, Siria y Jordania.
Tutmosis III, además de reinar en tiempos en los que el impero egipcio se expandió casi sin límites, relató la batalla con detalles que el periodismo actual obviaría.
Por ejemplo, reveló que en la lucha se usó por primera vez el arco compuesto, hecho de varios materiales y no sólo de madera, como sus hermanos primigenios, y también se concretó el primer recuento de bajas.
Sin embargo, impresionó la precisión sobre los números de ganancia que había arrojado aquella batalla.
El botín de los egipcios, quedó así anotado por el faraón y sus escribas: “340 prisioneros, 2041 yeguas, 19 potros, un carro trabajado en oro, otro del príncipe de Megido, 924 carros capturados, una armadura de bronce, 502 arcos, 7 varas de madera trabajadas en plata, y 25 mil cabezas de ganado”.