Los números de la crisis de salud y económica son abrumadores en todo el mundo. Quintana Roo ha sido de los estados que ha quedado en el centro de esa tormenta.
Para dar algunos números. Seguramente a fin de año, Quintana Roo habrá perdido quizá la mitad de sus turistas, un tercio de los ingresos propios del Gobierno, dos tercios de los cruceros que llegaban al estado, no menos de un 10% de sus empleos, y habrá cerrado una cantidad aún incuantificable de negocios.
En ese contexto, el gobernador Carlos Joaquín dará mañana su Cuarto Informe de Gobierno. Cualquiera estaría al borde del colapso nervioso ante una situación así. Todo lo que se podrá anunciar serán tímidas noticias positivas en el marco de un desastre de consecuencias aún impredecibles. Los nubarrones negros están por todos lados.
Pero paradójicamente, la percepción social sobre el gobernador parece estar en zonas mucho menos turbulentas que hace unos meses atrás. A principio de año, no había encuesta en la cual la imagen positiva de Carlos Joaquín superara a la negativa. Ahora todos los indicadores de gestión y confianza han mejorado ante la sociedad.
Es evidente que estos meses han cambiado al gobernador.
La pandemia lo obligó a la mayor sobre exposición mediática de su sexenio. Esa necesidad apremiante resolvió ciertas ausencias inexplicables de su gestión, que eran las más señaladas por sus críticos.
De ser un gobernador demasiado austero de palabras, e incluso de gestos políticos, pasó a ser un gobernador que explica con calma hasta detalles científicos del Covid, o la trayectoria posible de un huracán y sus efectos.
No se frenó, ni siquiera, durante las semanas que él mismo padeció Covid.
No hay duda de que la crisis ordenó prioridades, agenda y discurso. Pero también es evidente que una crisis unifica criterios y decisiones; no hay demasiado para analizar.
En el caso del estado, eso fue lógico a la hora de volcar cientos de millones de pesos hacia la consolidación de la infraestructura de salud, para que no colapse durante los meses más crueles de la pandemia.
Pero luego, hubo otras decisiones laterales que aportaron volumen político y social a ese accionar. Ahí se pueden inscribir los apoyos a la sociedad, como el alimentario (que llegó a más de un millón de personas) o los de gas y luz, pero también un paquete de medidas fiscales para aliviar la situación de las empresas.
La constancia mediática del gobernador también fue un aporte a la hora de llevar tranquilidad a una sociedad asediada por temores muy profundos.
La realidad de ahora en más; sin embargo, irá mutando. ¿Qué hacer cuando la sociedad vuelva a tener los mismos problemas de antes? El acceso de la sociedad hacia la normalidad, aunque sea la “nueva”, va a redefinir prioridades.
La falta de empleo y las carencias más básicas de la gente, más la descomposición social que pudiera traer eso apareado, serán parte de la “nueva normalidad”.
Por eso, más allá de que su imagen personal ha crecido, tampoco puede cantar victoria.
La historia tiene algo que decir sobre eso. El primer ministro de Gran Bretaña, Winston Churchill, fue un héroe nacional durante la Segunda Guerra Mundial, por defender a su país del avance nazi. El 8 de mayo de 1945, ante una multitud eufórica, anunció que su país había ganado la guerra. El 5 de julio del mismo año, perdió la elección por casi 15 puntos ante el Partido Laborista.
La enseñanza, si la hubiera, es que la gestión de un momento extraordinario no es lo mismo que el análisis de todo un gobierno. Quizá el desafío del Cuarto Informe del gobernador sea convencer a la sociedad no sólo de lo que se hizo bien, sino de que en el quinto año hay planes más ambiciosos que sólo salir de la crisis postpandemia.
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Esta entrada fue modificada por última vez en lunes, 21 de febrero, 2022
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