Aquí está el Papa, aquí reaparece ante los 3 mil fieles reunidos desde la mañana del domingo en la plaza Gemelli que en estos 38 días de hospitalización ha visto una cadena ininterrumpida de oraciones por su recuperación. Unas palabras desde el balcón del quinto piso, rostro cansado, manos sobre las rodillas que se han levantado para bendecir y levantar los pulgares. Un atisbo de sonrisa al ver y oír a esta multitud gritar: ¡Francisco, Francisco!, ¡te amamos!, ¡estamos aquí para ti!.
“¡Gracias a todos!” dijo el Papa con voz débil. Se esperaba un saludo, pero el Papa quería ser visto además de escuchado. Su mirada iba de un lado a otro de la plaza, para luego, como es habitual en él, fijarse en un detalle: la señora Carmela Mancuso, de 78 años, calabresa, en primera fila dirigiéndose al pequeño balcón, sosteniendo un ramo de flores amarillas. Salió de la estación de San Pietro para dirigirse a Gemelli. Lo ha hecho casi todos los días durante más de un mes, pero también lo ha hecho muchas veces durante la audiencia general de los miércoles.
¡Y veo a esta señora con las flores amarillas! ¡Es muy buena!
Un aplauso, un coro de “¡Viva el Papa!”. La misma Carmela que inclinó la cabeza, arrastrada por el peso de sus lágrimas. «No sé qué decir. Gracias, gracias, gracias al Señor y al Santo Padre. No pensé que me vieran tan bien», comentó inmediatamente después a los medios vaticanos. Se suponía que debía dar la bendición y, en cambio, vio mi ramo de rosas. Deseo que se mejore pronto y vuelva con nosotros como antes.
Francisco se asomó por primera vez desde el inicio de su hospitalización al balcón del Policlínico, antes de abandonar el hospital donde estuvo internado desde el 14 de febrero.
Este es el deseo expresado por enfermeras, médicos y estudiantes de la Universidad Católica reunidos en el patio. Hay fieles de diferentes nacionalidades, la Cooperativa Auxilium que levantó ante las 12 un gran cartel con banderas de todo el mundo y un llamamiento a la paz. Hay un hombre que ayer cumplió 75 años y que exhibe un cartel en el que encomienda a Francisco a la intercesión de su predecesor Juan Pablo II. Y hay un grupo que desde la Plaza de San Pedro tomó la cruz del Jubileo -la que se usa para la peregrinación a la Puerta Santa- y llegó hasta Gemelli: Es importante estar aquí. Están Emanuela y Adam, con sus tres hijos, quienes después de la misa “cerca” quisieron llevar a los niños a saludar a Francisco: “Rezábamos todos los días en la mesa por él, era justo que lo vieran”, dice el padre.
Inmediatamente después de abandonar el balcón, la multitud se dirigió a la entrada del Gemelli para capturar la salida del Papa en su habitual y ya conocido Fiat 500L blanco. Otros saludos y cantos acompañaron el paso del Papa en el coche, con las ventanillas subidas. La dirección es Santa María Maggiore, la basílica que nunca –después de un viaje internacional o una operación y una hospitalización– Jorge Mario Bergoglio ha dejado de visitar para rezar a la Salus Populi Romani y agradecerle su protección.
La Oficina de Prensa de la Santa Sede informó que el Papa entregó flores al cardenal Rolandas Makrickas, arcipreste coadjutor de la Basílica de Liberia, para ser colocadas al pie del icono mariano.
Antes de aparecer en el balcón del hospital, el Papa Francisco quiso saludar brevemente al personal y a la dirección de la Universidad Católica y del Policlínico Gemelli: a la rectora de la Universidad Católica del Sagrado Corazón, profesora Elena Beccalli; el presidente de la Fundación Hospital Universitario Agostino Gemelli IRCCS, Dr. Daniele Franco; también el decano de la Facultad de Medicina y Cirugía de la Universidad Católica, profesor Antonio Gasbarrini.