La frontera de Camboya fue bombardeada en distintos puntos este lunes por aviones F-16 de la Fuerza aérea de Tailandia en medio de un escenario de disputas territoriales que volvieron a escalar pese a un alto el fuego acordado a finales del año pasado.
Ambos gobiernos se responsabilizan mutuamente de haber reactivado las hostilidades que, según advertencias previas de observadores regionales, podrían agravar la inestabilidad en el sudeste asiático.
Los enfrentamientos más severos desde julio, cuando cinco días de combates dejaron decenas de muertos entre soldados y civiles, se producen después de que Estados Unidos —entonces bajo la presidencia de Donald Trump— promoviera un acuerdo de cese de fuego firmado en octubre. Aunque el pacto redujo la intensidad de la violencia, las tensiones no se disiparon del todo.
De acuerdo con el mando militar tailandés, más de 50 mil personas abandonaron las comunidades próximas a la línea fronteriza. En paralelo, el ministro de Información de Camboya, Neth Pheaktra, reportó que “decenas de miles” de ciudadanos camboyanos también se vieron obligados a desplazarse desde aldeas vulnerables a los ataques.
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Las autoridades de ambos países confirmaron nuevas víctimas. La cifra preliminar indica la muerte de un soldado tailandés y de cuatro civiles camboyanos. El primer ministro tailandés, Anutin Charnvirakul, anunció por cadena televisiva que las operaciones continuarán mientras sea necesario para salvaguardar la integridad del país.
“Tailandia nunca ha deseado la violencia. Quisiera reiterar que Tailandia nunca ha iniciado una guerra ni una invasión, pero jamás tolerará una violación de su soberanía”, declaró.
Desde el lado camboyano, el primer ministro Hun Manet afirmó en Facebook que la prioridad es defender a la población y la integridad territorial. “Pido a todos los ministerios, instituciones, autoridades de todos los niveles, a todos los tipos de fuerzas armadas y a todos los ciudadanos camboyanos que se unan por la causa de la nación y la patria durante este período difícil”, escribió.

El frágil alto el fuego comenzó a deteriorarse a inicios de noviembre tras la explosión de minas terrestres que hirieron a militares tailandeses, incidente que llevó a Bangkok a suspender sin plazo la aplicación del acuerdo. Las acusaciones cruzadas sobre la responsabilidad en estos hechos persistieron incluso mientras ambos países aseguraban cooperar en la remoción de minas.
Pese a gestiones diplomáticas —incluidas intervenciones públicas de Trump en noviembre— un nuevo choque se produjo el domingo. Cada gobierno afirmó que el otro abrió fuego primero. Tailandia reportó dos soldados heridos por artillería camboyana, mientras que Phnom Penh aseguró que sus tropas no respondieron.

El lunes, el portavoz del ejército tailandés, mayor general Winthai Suvaree, sostuvo que las fuerzas camboyanas dispararon hacia territorio tailandés y que el balance incluyó un militar muerto y ocho heridos. Según dijo, Tailandia desplegó aeronaves para neutralizar posiciones militares camboyanas.
A su vez, Camboya, a través de la portavoz del Ministerio de Defensa, Maly Socheata, afirmó que las tropas tailandesas iniciaron las agresiones: “Camboya insta a Tailandia a poner fin de inmediato a todas las actividades hostiles que amenazan la paz y la estabilidad en la región”, señaló.
El ministro camboyano Neth Pheaktra añadió que el fuego tailandés causó la muerte de cuatro civiles y dejó al menos nueve heridos. Ante el riesgo de un conflicto mayor, el primer ministro de Malasia, Anwar Ibrahim, llamó a la moderación y afirmó que su país está dispuesto a apoyar iniciativas para frenar la violencia. “Nuestra región no puede permitirse el lujo de ver disputas de larga data convertirse en ciclos de confrontación”, expresó.
Con Información de Agencias