Nueva York, EU.- El narcotraficante colombiano Juan Carlos Ramírez, alias “Chupeta”, narró hoy como testigo del Gobierno de Estados Unidos contra Joaquín “El Chapo” Guzmán que, según le dijo uno de los líderes del Cártel de Sinaloa, durante los años 90 llegaban tantos aviones con coca que parecía que Colombia “invadía” México.
El ex líder del cártel del Norte del Valle, que suministró droga al cártel de Sinaloa entre 1990 y 1996, recordó en el tribunal de Nueva York este lunes que una vez visitó en prisión acompañado por un comandante de la policía al mexicano Juan Esparragoza, “El Azul”, a quien se refirió como “un padrino” para los narcotraficantes.
Según Ramírez, en la reunión participó “El Chapo” y lo que buscaban era la autorización de Esparragoza para cambiar la ruta de envío de la droga desde aviones a barcos camaroneros, a través del Pacífico.
En la celda, que “El Azul” compartía con otros miembros del cártel recluidos en la misma cárcel, había bebida, marihuana y todo tipo de comida.
“El Azul me dijo a modo de chiste: ‘mi compadre Calderoni (Guillermo González, policía judicial federal) me dijo que están llegando tantos aviones con coca de Colombia que los gabachos (Gobierno de EU) dicen que parece que están invadiendo México’, de tantos que estaban llegando en la madrugada”, recordó Ramírez.
El testigo fue entrevistado hoy por la fiscalía en la continuación del juicio por narcotráfico contra “El Chapo” en la corte federal en Brooklyn.
“Chupeta” relató que su relación comercial con Joaquín “El Chapo” Guzmán comenzó en la década de 1990 y que le vendía su cocaína “de la mejor calidad”, que luego el acusado presuntamente traía a EU.
Parte de esa cocaína se la entregaba a la gente de Ramírez en Los Ángeles y a sus representantes en Nueva York.
El colombiano aseguró que “El Azul” le dijo que había mucha presión del Gobierno estadounidense sobre el mexicano en ese momento, también por los pagos que según Guzmán Loera hacía a la policía para poder recibir los cargamentos de droga, que le suplían varios cárteles de Colombia.
El juicio contra Joaquín “El Chapo” Guzmán ha puesto al desnudo un cuadro de desenfreno y excesos durante su ascenso hasta convertirse en el máximo capo del narcotráfico mexicano que supera cualquier guión cinematográfico.
Desde que comenzó el juicio el 13 de noviembre, los testigos han descrito cómo Guzmán hizo cavar túneles bajo la frontera y utilizar latas de chiles jalapeños para introducir toneladas de cocaína en Estados Unidos en los años 90 y 00.
El cártel de Sinaloa, al que algunos de sus miembros llaman “La Federación”, ganaba cientos de millones de dólares, principalmente en moneda estadounidense, y a veces el volumen de billetes era tan grande que la pandilla debía ocultarlo en sus guaridas hasta decidir qué hacer con él. Guzmán tenía un zoológico privado, una pistola incrustada con diamantes y también usaba parte del dinero para pagar a policías y políticos.
Esto dice un elenco de personajes que han declarado desde el estrado, desde ex miembros del cártel hasta un capo del narco colombiano que alteró su rostro con cirugía plástica en un intento fallido para que no lo reconocieran.
Un vistazo a puntos destacados de las declaraciones en el juicio, que se prevé finalizará a principios del año próximo:
El Cártel de Sinaloa desarrolló muchos métodos ingeniosos para el contrabando de drogas, pero quizás ninguno superó al de los jalapeños enlatados La Comadre.
El ex miembro del cártel Miguel Ángel Martínez declaró en la corte federal en Brooklyn que supervisaba un depósito en la Ciudad de México donde los trabajadores ocultaban la droga en las latas para que los camiones la transportaran al otro lado de la frontera.
Los camiones transportaban 3 mil latas por vez hasta Los Ángeles, aseguró. Unas 25 a 30 toneladas de cocaína, por valor de 400 a 500 millones de dólares, cruzaban la frontera cada año.
Los trabajadores que enlataban la coca “se intoxicaban porque cuando uno presionaba los kilos, soltaban cocaína al aire”.
La recaudación iba a Tijuana, a donde Guzmán enviaba sus tres jets privados a recogerla, dijo Martínez. Cada avión transportaba en promedio 10 millones de dólares.
Ese dinero sería para financiar lujos como una casa de playa en Acapulco con un zoológico privado y un viaje a Suiza donde Guzmán recibía tratamiento “contra el envejecimiento”.
Un ex miembro del cártel llamado Jesús “El Rey” Zambada subió al estrado para relatar cómo vigilaba toneladas de cocaína en un depósito en Ciudad de México. Pero su tarea más importante era pagar unos 300 mil dólares por mes a las autoridades, un precio que le granjeó a Guzmán una escolta policial después de una de sus célebres fugas de la prisión.
Declaró que el semblante de Guzmán se alteró al ver a la policía de la Ciudad de México que se acercaba al auto. “No te preocupes”, le dijo “El Rey” Zambada. “Es gente nuestra. Nadie nos va a tocar desde aquí en adelante”.
Algo parecido sucedía en las cárceles. Martínez dijo que cuando él y Guzmán visitaron a un capo en la cárcel, los presos les ofrecieron una comida digna del restaurante más lujoso.
“Había una banda musical y de todo lo que uno quisiera comer. Whisky, coñac”, dijo Martínez. “Podías elegir entre langosta, solomillo y faisán”.
El testigo de cargo más reciente se ha destacado por su apariencia más que por sus declaraciones.
El ex narco colombiano Juan Carlos Ramírez Abadía, alias “Chupeta”, es conocido sobre todo por sus cirugías plásticas. Dijo al jurado la semana pasada que tuvo al menos tres para alterar su rostro.
La cirugía alteró “mi mandíbula, mis pómulos, mis ojos, mi boca, mis orejas, mi nariz”, dijo.
Su declaración permite situarlo en lo más alto del narcopanteón con Guzmán: dijo que envió 400 mil kilos, ordenó 1509 asesinatos y amasó una fortuna tan grande de al menos mil millones de dólares tras su arresto en Brasil en 2007.
Ramírez Abadía dijo que su modelo empresario incluía una división dedicada exclusivamente a invertir dinero de la droga en sobornos a las autoridades. Declaró que evidentemente Guzmán tenía un dispositivo similar cuando arribaban aviones con cocaína colombiana a México, donde los recibían agentes de policía que ayudaban a descargar la mercadería.
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