A un año del triunfo, AMLO viste al Zócalo para celebrar la 4T – El festival del Zócalo de este 1 de julio para conmemorar el primer año de haber sido electo como Presidente resume el estilo personalísimo de gobernar de Andrés Manuel López Obrador.
La mañana del 14 de junio, en su rueda de prensa, él mismo anunció que la conmemoración sería austera y adelantó que a las 17:00 horas, después de la presentación de la orquesta de la Secretaría de la Marina, pronunciaría un discurso para ratificar la voluntad de cumplir con una meta histórica: la Cuarta Transformación de México (4T).
En este momento político, especialistas le reconocen aciertos, pero también reveses. Entre los tinos, destacan las acciones para combatir la corrupción y la política de austeridad que ha sacudido a varios sectores. Pero también destacan que aún no ha ocurrido un cambio contundente frente a los monstruos de la violencia, la impunidad, la injusticia y la inestabilidad económica. Al final, los politólogos coinciden en que el saldo en este corte de caja es un claroscuro en el que el Presidente goza todavía de un amplio bono de confianza.
“… Yo quiero que este año queden las bases de la transformación por eso me estoy aplicando a fondo y ya el día 1 de julio vamos a informar a los ciudadanos … Vamos bien”, exclamó López Obrador al invitar a festejar el 1 de julio, la fecha en que se convirtió en el primer Presidente emanado de un partido de izquierda.
En sus tres campañas presidenciales, Andrés Manuel López Obrador ofreció con insistencia desviar el destino del país que con un régimen neoliberal, marcado por la corrupción, iba rumbo al “despeñadero”. El centro de todas sus promesas lo ocuparon siempre los grupos que viven en vulnerabilidad en México. Una de sus frases más repetidas como candidato fue “por el bien de todos, primero los pobres”.
Como Presidente, la meta la definió en el Plan Nacional de Desarrollo, presentado ante la Cámara de Diputados en mayo pasado: 20 millones de mexicanos dejarán de vivir en pobreza en 2024 cuando concluya su Gobierno. Así, arrancó con la aplicación de programas de becas para jóvenes, pensiones y subsidios para los adultos mayores, y proyectos de empleo temporal, créditos financieros y precios de garantía para campesinos.
El politólogo Eduardo Huchim May ve en este rubro uno de los aciertos del Gobierno. Pone énfasis en que por primera vez, las poblaciones en vulnerabilidad, víctimas de un olvido histórico, han sido vistas a los ojos y atendidas por un Gobierno federal.
“Como lo ofreció, el Presidente refrenda cualquier acción que va a impulsar a jóvenes en desventaja o los ancianos. Y avanza, pese a ser señalado de populista”, expresa.
En el corte de caja del 1 de julio, destaca también la Ley Federal de Austeridad Republicana del Estado, un marco jurídico que le ha permitido al Primer Mandatario ordenar recortes de recursos humanos y financieros a través de memoranda en la burocracia. Y ello, para José Fernández Santillán, discípulo del filósofo italiano Norberto Bobbio, lo pinta justo como lo que ofreció combatir: “un neoliberal”.
“Hay un contraste muy marcado entre lo que prometió y lo que ha cumplido. Esencialmente dijo que era un Gobierno de izquierda y con él terminaba el modelo neoliberal; pero los recortes que ha hecho ni los propios neoliberales se habían atrevido”, afirma Fernández Santillán.
Hay recortes a la salud, la educación y la seguridad social y despidos en la burocracia”, expone el profesor investigador del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de México (ITESM).
A la par de la fiesta del Zócalo, en Osaka, Japón, se reúnen los Presidentes del Grupo de los 20 (G20), un foro de coordinación de políticas macroeconómicas entre los países con las economías más importantes del mundo. El Presidente mexicano no quiso ir y nombró en su representación al Canciller Marcelo Ebrard Casaubón y al Secretario de Hacienda y Crédito Público, Carlos Urzúa. En una carta justificó su ausencia porque “en México hay retos urgentes que reclaman mi atención” y pidió solidaridad en torno al fenómeno migratorio.
Su decisión de no asistir despertó algunas críticas porque hoy más que nunca, la migración agobia a México. Hombres, mujeres y niños centroamericanos y africanos se han aglomerado en la entrada sur de México, por el río Suchiate, y a lo largo de todo el país en las rutas para alcanzar Estados Unidos. Las imágenes reflejan una crisis humanitaria y un descontrol histórico. El fenómeno ha explotado. Hasta 2017, el cálculo del Instituto Nacional de Migración era de unos 500 mil migrantes de paso por México al año. Hoy la cifra se estima en un millón.
En la campaña electoral, AMLO se mostró como defensor de los pobres y oprimidos, y al arrancar su gestión se presentó ante los migrantes como amable y moderado hasta que en mayo, el Presidente del vecino del norte, Donald Trump, lanzó una amenaza: el 10 de junio impondría aranceles de 5 por ciento a “todos los productos” que México exporta a su país si el Gobierno mexicano no detenía la inmigración.
Pero Trump retrocedió después de un acuerdo en el que el Gobierno de México se comprometió a reforzar sus controles de seguridad para reducir la migración irregular. Entre las acciones que ya se aplican está el despliegue de seis mil elementos de la recién creada Guardia Nacional, un cuerpo de seguridad con miembros de las fuerzas armadas. Además, nuestro país aceptó recibir a los migrantes que solicitaron asilo en Estados Unidos el tiempo que dure el juicio para su permanencia en este país. Todo, en menos de 45 días.
María Marván Laborde, presidenta del consejo rector de la organización Transparencia Mexicana, expone que el flujo migratorio se agravó no sólo por las feroces políticas de Donald Trump; sino por las declaraciones del Presidente que dieron señales de buen trato a los migrantes y ahora, bajo la presión de Trump, tuvieron que moderarse al grado de permitir pagar todos los platos rotos del fenómeno.
Pero el territorio mexicano aún no es un recorrido seguro. Ni para los migrantes ni para sus propios ciudadanos. El número de homicidios dolosos se mantiene a la alza. Los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) indican que entre diciembre y marzo pasados -el primer cuatrimestre del Gobierno lopezobradorista- fueron asesinadas 11 mil 372 personas, cuyos casos se encuentran en nueve mil 718 carpetas de investigación. Esta cifra colocó al arranque de AMLO como el de mayor número de homicidios cometidos en el país desde que en 1997 se inició a hacer este tipo de registros. En los primeros cuatro meses de la administración federal que lo antecedió, la de Enrique Peña Nieto (2012-2018) hubo seis mil 288 carpetas de investigación, mientras que en la de Felipe Calderón Hinoj0sa (2006-2012), en el mismo periodo, se abrieron tres mil 450.
Y sobre la tragedia, hay un freno económico. Los analistas privados que consultan cada mes el Banco de México (Banxico) redujeron su pronóstico de crecimiento en 2019 en medio de la amenaza del Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de imponer aranceles a las importaciones mexicanas. La Secretaria de Economía, Graciela Márquez Colín, en una rueda de prensa el 26 de junio pasado en la que presentó los Programas de Mejora Regulatoria, reconoció que la falta de inversión privada en México es el factor que ocasionó la desaceleración y dejó claro que esta se encuentra expectante por la eventual ratificación del Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).
Habla María Marván Laborde: “Para bien o para mal, en México, el sector público era el motor. El crecimiento siempre se detuvo en los inicios de Gobierno. Pero ahora, el freno es muy notorio. Tiene que ver con la medida de centralizar las compras. El gran ejemplo está en la licitación de medicinas en el Instituto Mexicano del Seguro Social que se encuentra detenida. La economía de un país tiene mucho que ver con los hechos y la expectativa. La gente percibe que estamos entrando en una crisis económica, entonces la gente no gasta. Así, el consumo interno ha bajado”.
A las 20:30 horas de la noche del 1 de julio del año pasado, Ricardo Anaya, candidato de la coalición Por México al Frente (PAN, PRD y MC) y José Antonio Meade, de Todos por México (PRI, PVEM y Nueva Alianza) ya habían reconocido su derrota. Los meses pasaron y ninguno de esos partidos ha logrado recomponer su perfil. Al contrario, iniciaron un camino de decadencia que parece imparable. Así, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), el partido fundado por el mismo AMLO, no encuentra oposición. A decir de Gustavo López Montiel, especialista en partidos políticos del Tecnológico de Monterrey, las crisis internas de los partidos tradicionales de México son tan agudas que en este momento político les resulta muy difícil ejercer oposición.
Sus propios números muestran el daño en su entraña. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) que el pasado 4 de marzo cumplió 90 años, reportó ante el Instituto Nacional Electoral una pérdida de cinco millones de militantes, lo que dejó su padrón en un millón 159 mil 320. Figuras emblemáticas como el ex Rector de la UNAM, José Narro Robles y la periodista Beatriz Pagés se fueron del viejo partido en los pasados días con el argumento de que navegaban a la deriva. Por su parte, el Partido Acción Nacional (PAN) se quedó después de las elecciones con poco menos de la mitad de sus miembros activos hasta llegar a 280 mil 841. Una de las salidas más marcadas fue la del ex Presidente Felipe Calderón Hinojosa, el pasado abril.
En este panorama, como expone el politólogo Eduardo Huchim May, AMLO puede ser AMLO todo el tiempo. “La oposición está prácticamente desaparecida y entonces, el Presidente predomina. La cosa política gira en torno a él. La agenda es él. El tomador de decisiones es él. La circunstancia actual lo muestra como un gran fenómeno político, con casi todo a su favor”.
Al Presidente mexicano nada parece minarlo ni debilitarlo. Cada mañana aparece en Palacio Nacional, a las 7:00 horas, para una rueda de prensa en la que responde las preguntas de periodistas y youtubers, que fueron incluidos entre los informadores. Táctica de comunicación sin precedentes, “la mañanera” -como se ha dado en llamar al ejercicio- le permite marcar la agenda del día desde Palacio Nacional a donde se ha mudado para vivir. Algunos no han estado de acuerdo y la acción se ha convertido en el principal asunto polémico. “Le dio la vuelta a la pregunta”, “Presidente de maromas”, “parece homilía”, le han dicho en las redes.
Pero, fiel a sí mismo, AMLO continúa.
Desde ese estrado, el Presidente ha dado a conocer decisiones de Gobierno que han despertado controversias y la críticas como la cancelación definitiva del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM), la construcción del tren Maya, la propuesta de una Guardia Nacional en el país, la suspensión de donativos de dinero público a las organizaciones sociales civiles, el recorte de recursos a refugios para mujeres víctimas de violencia, la petición a la monarquía española para que le pidan perdón a México por La Conquista, la inversión de 75 mil millones de pesos para fortalecer las finanzas de Petróleos Mexicanos o el programa Jóvenes construyendo el Futuro.
“La mañanera no es un acto de rendición de cuentas. La rendición de cuentas tiene una estructura legal que requiere presentación de documentos y datos. Tampoco tiene los componentes de una rueda de prensa. Más bien es la tribuna desde donde toma decisiones y las comunica”, expone María Marván Laborde, quien fuera la primera consejera presidenta del Instituto Nacional de Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI, antes IFAI).
Al respecto, el politólogo Eduardo Huchim expone que se trata de una nueva forma de gobernar que rompe con el pasado en los estilos políticos. “Es un formato que incluso llama la atención del mundo y en efecto, el Presidente queda en el centro”.
El año pasado, se concluyó un largo viaje. En una movilización imparable durante 12 años, Andrés Manuel, hijo de Manuela y Andrés Manuel, nacido hace 65 años en Tepetitlán, municipio de Macuspana, Tabasco, sobrevivió a sus propias derrotas. Vencido en cuatro de las cinco elecciones en las que participó antes de 2018, aprendió a reconstruirse.
En 1988 quiso ser Gobernador de Tabasco por el Frente Democrático Nacional que aquel año postuló a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano a la Presidencia de la República. Los números lo dejaron muy atrás y por primera vez, acusó fraude electoral. López Obrador escribió el libro “Tabasco, víctima del fraude electoral”. Seis años después, en 1994, lo volvió a intentar con la candidatura del Partido de la Revolución Democrática (PRD). AMLO obtuvo el 37.7 por ciento de la votación y también publicó un libro que se llamó “Entre la historia y la esperanza: corrupción y lucha democrática en Tabasco”. Luego llegó 2000, cuando ganó la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal, hoy Ciudad de México. Después, vivió las derrotas por la Presidencia de la República de 2006 y 2012.
En la ruta recogió encono y repudio. En su ser cayó el estigma de ser “un peligro para México”, una frase que el mercadólogo político Antonio Solá creó en su contra en la contienda de 2006 que llevó a la Presidencia de la República a Felipe Calderón Hinojosa. Buena parte de la sociedad lo repudió por haber impugnado esa elección con un plantón en Reforma y la parodia del Gobierno con la instalación de una “Presidencia legítima”. En 2012, tras perder la Presidencia, el PRD le retiró su apoyo. La contienda de 2018 la realizó mientras se divulgaba información sobre cómo, una vez Presidente, podría emular los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela.
Este 1 de julio se conmemora su triunfo electoral. Y la académica María Marván Laborde hace hincapié en que el festival del Zócalo “debería ser pagado con dinero de Morena, el partido que lo postuló, y no con recursos públicos porque se trata de una celebración electoral, y no del Gobierno federal. El artículo 134 constitucional prohíbe con claridad gastar dinero del erario en promoción personalizada”.
Mientras, los amlovers -la figura coloquial que surgió en la campaña para definir a sus seguidores- persisten. Su presencia es notoria en la cifra obtenida por las encuestadoras que ronda 70 por ciento de aceptación, una aprobación histórica que jamás tuvo un Primer Mandatario en sus primeros meses de Gobierno. También en las redes sociales. El viernes 28 por la noche se creó la etiqueta en Twitter #YoSíVoyAFestejarConAMLO y se mantuvo como primera tendencia en México más de cinco horas.
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