Cantar narcocorridos se ha convertido en una sentencia de muerte para los intérpretes del género en el violento mundo del narcotráfico en México.
Así lo demuestra el reciente asesinato de un reconocido acordeonista en Baja California, junto con su esposa y uno de sus hermanos.
Al norte del país, en el estado de Baja California —donde las vidas de los narcos se convierten en leyenda popular con banda sonora—, el pasado martes.
El acordeonista del grupo musical de narcocorridos Máximo Impacto, Gabino Ayala, fue asesinado, en un ataque armado en una plaza comercial de Tecate. La víctima fue ejecutada al igual que su esposa, Yanetzi y su hermano Bryan, además otra persona se reportó como grave. De acuerdo con la fiscalía local, la primera línea de investigación es la actividad de Gabino.
Quien cantaba loas al poder de los capos, en especial al Cártel Jalisco Nueva Generación. Los occisos arribaron a la plaza abordo de un vehículo compacto. En el momento que se disponían a bajar del automóvil fueron atacados con armas de alto poder. Los atacantes se dieron a la fuga.
Las odas al hampa, son una desviación de los corridos, un género de la música tradicional de los estados del norte, que alcanzó su pico de popularidad a comienzos del siglo XX, narrando los episodios de la revolución mexicana a modo de gestas épicas. Las primeras mutaciones empezaron en los 70, cuando grupos como Los Tigres del Norte recrearon las peripecias de los narcos que pasaban droga al otro lado de la frontera, retratando su estilo de vida.
Gracias a un sonido folclórico de melodías repetitivas y una rica jerga de la calle, los narcocorridos forman parte de la cultura popular de México.
En entrevista con el sitio web Infobae México, Ainhoa Vásquez Mejía, académica de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y miembro del Sistema Nacional de Investigadores Mexicanos, relató que la fuerza de las letras de éste subgénero, ponen música a la realidad diaria de una sociedad que vive en la brecha entre sus gobernantes y el poder de los narcos.
“Los narcocorridos no nacen como los conocemos hoy, sino con una función moralizante. Según el investigador, Juan Carlos Ramírez-Pimienta, la idea original era hacer un llamado a la población para que no se involucrara en este tipo de hechos delictivos. El personaje que narraba su historia estaba en la cárcel y se lamentaba de haberse inmiscuido en la industria. Hoy, gran parte de los narcocorridos, al contrario, ensalzan la imagen de los narcos y cuentan sus asesinatos como si fueran hazañas. No olvidemos que muchos cantantes son pagados por los mismos narcos para que registren sus vidas. Se ha perdido el sentido original de dejar una lección ética y ahora se mueven más por asuntos meramente económicos. Se hacen porque se venden, a los narcos y al público que los escucha”, enfatizó Vásquez Mejías.
En junio de 2010, las historias de sus canciones pasaron a ser de la vida real. El cantante Sergio Vega, también conocido como Shaka, fue asesinado por unos sicarios en Sinaloa.
Ambas ráfagas de disparos guardan las mismas sombras que persiguen a México desde hace tiempo. ¿Hasta dónde llega el poder de los narcos? De acuerdo a la investigadora Vásquez Mejía, la violencia que generan los sicarios no está relacionada con la apología del crimen de los narcocorridos.
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