Hasta hace poco se creía que Rafael Caro Quintero, el “Narco de Narcos”, se movía en la clandestinidad a salto de mata y escondiéndose en chozas de la sierra de Sinaloa, pero nuevas evidencias muestran que quizás no estuvo tan oculto como él mismo quería hacer creer.
A principios del 2018, la Policía Federal detectó un número telefónico que parecía estar vinculado con los peces gordos del Cártel de Sinaloa.
Aquel número se activaba repentinamente en Culiacán, y luego se mantenía apagado durante semanas. Después se volvía activar en algún lugar de la sierra y más tarde aparecía en los alrededores de cualquier ciudad de la zona.
De acuerdo con los reportes de las autoridades, consultados por el periodista Héctor de Mauleón, el número tuvo gran actividad en Badiraguato, por ejemplo, mientras ocurría una ejecución importante del narcotráfico.
Al poco tiempo, un grupo de agentes fue comisionado para infiltrarse en los lugares donde el teléfono había sido activado.
Un día, uno de ellos detectó por casualidad un movimiento importante de vehículos: un convoy de camionetas blindadas y motocicletas custodiaban un auto particular. Casi de inmediato, el agente creyó que había dado con Ismael “El Mayo” Zambada.
En los días siguientes detectaron que el vehículo recorría tranquilamente las calles principales de Culiacán; incluso llegó a estar en algunos domicilios que en otro tiempo habían sido identificados como casas de seguridad de Joaquín “El Chapo” Guzmán.
Faltando tres meses para que terminara el 2019, los federales ya lo tenían todo preparado: irrumpirían en un inmueble ubicado en las afueras de Culiacán, camino al aeropuerto, donde se había registrado la última actividad de aquel número misterioso.
Sin embargo, cuando las autoridades allanaron el sitio encontraron que este se encontraba vacío. Sólo había restos de comida, ropa y algunas armas. Alguien le había avisado al capo que iban por él.
El reporte que presentaron los federales tiró la hipótesis de que aquel había sido un bastión reciente del “Mayo” Zambada. La evidencia ahí encontrada indicó que el capo custodiado hace unos días era en realidad Rafael Caro Quintero, y que gozaba del apoyo total de la policía estatal y municipal.
Cabe recordar que la madrugada del viernes 9 de agosto de 2013 fue liberado Rafael Caro Quintero, quien desde 1985 permanecía en prisión, acusado del asesinato del agente de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA), Enrique “Kiki” Camarena Salazar.
Un tribunal ordenó su liberación debido a un error procesal, debido a que no debió ser procesado por tribunales federales, sino por uno estatal, pues la víctima no era un funcionario diplomático ni oficialmente formaba parte del cuerpo consular estadounidense.
Caro Quintero permaneció 28 años en prisión, tiempo durante el cual ganó varios juicios y cumplió su sentencia por narcotráfico.
Sin embargo, ese mismo año, el gobierno de Estados Unidos solicitó al de México detener de nueva cuenta al histórico jefe del narcotráfico para que enfrente diversas acusaciones en una corte federal en California.
El asesinato de Camarena Salazar desató en su momento un escándalo en la relación bilateral. El secuestro y traslado de México a Estados Unidos del médico mexicano Humberto Álvarez Machain se ordenó desde la Casa Blanca y la DEA le pagó 250 mil dólares a una docena de ex militares y policías mexicanos para que cumplieran con la misión.
De acuerdo con informes federales, actualmente Rafael Caro Quintero opera bajo la protección del Cártel de Sinaloa, liderado por Ismael “El Mayo” Zambada, y se dedica a la fabricación y distribución de marihuana, heroína, cristal y metanfetamina.
Con información de https://www.eluniversal.com.mx/opinion/hector-de-mauleon/las-huellas-de-caro-quintero-en-culiacan
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