La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) confirmó el inicio de una investigación por posible maltrato animal tras un polémico evento ocurrido durante una celebración «tradicional» el pasado 31 de julio en Campeche donde molieron a palos a animalitos como si fueran piñatas.
Durante la fiesta popular realizada en la ciudad de Calkiní, varios animales silvestres —iguanas, serpientes e incluso zorros— fueron colocados dentro de cántaros de barro que los asistentes, incluidos menores de edad, rompieron como si se tratara de piñatas rellenas de caramelos lesionando a las especies, algunas de ellas protegidas.
Profepa acudió al lugar antes del incident, del cual se publicaron varios videos en redes sociales, para advertir que esa práctica violaba la Ley General de Vida Silvestre, aunque su presencia generó tensión y fueron retirados por los pobladores.
Ante la difusión y magnitud del caso, el 5 de agosto sostuvieron una reunión con la Fiscalía Especializada en Delitos contra Animales, Ambiente y Ecosistemas, lo que dio inicio formal a las diligencias.
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Un día después, el 6 de agosto, Profepa emitió un exhorto al Ayuntamiento de Calkiní, instándolo al cumplimiento de la legislación ambiental. Además, informó a la Comisión Estatal de Derechos Humanos por la exposición de niñas y niños a este episodio de violencia. También se notificó al Congreso local ante las posibles implicaciones de una diputada en la organización del evento.
Este caso se inscribe en un marco cada vez más estricto contra el maltrato animal. En Campeche, la Ley para la Protección y Bienestar de los Animales establece sanciones que incluyen de 1 a 3 años de prisión, multas y decomiso de los animales involucrados. A nivel federal, el Código Penal contempla penas de hasta 9 o 10 años de prisión por daño a fauna silvestre.
El vergonzoso hecho amparado en «usos y costumbres», causó profunda indignación en redes sociales, miles de usuarios condenaron la práctica, señalando que trivializar la vida animal bajo la etiqueta de tradición cultural representa un grave retroceso ético.
Además, expertos en bienestar animal señalaron que involucrar a menores en actos violentos normaliza la agresividad y debilita la empatía hacia otros seres vivos.
El contraste entre “tradición” y “barbarie”, tal como lo calificó el fiscal Alexandro Brown Gantús, marca un momento de inflexión: ninguna costumbre cultural puede prevalecer sobre el respeto a la vida ni justificar la crueldad.
Mientras avanza la investigación y se evalúan responsabilidades, este incidente podría convertirse en un catalizador para reorientar las celebraciones locales hacia prácticas que honren la identidad cultural sin sacrificar valores éticos ni legales.
Con Información de Agencias