Una mañana soleada de invierno en 1984, dos jóvenes parejas estadounidenses con su mejor ropa de domingo iban de puerta en puerta en la ciudad de Guadalajara dando a conocer su fe como testigos de Jehová.
Pocas horas después desaparecieron.
Dennis Carlson, de 32 años, y su esposa, Rose, de 36, eran originarios del área de Redding en el norte de California, y Benjamin Mascarenas, de 29, de Ely, Nevada, y su esposa de origen alemán, Pat, de 27.
Católico de nacimiento, Benjamin Mascarenas se convirtió en testigo de Jehová y conoció a su esposa Pat en una actividad de la Iglesia.
Los dos trabajaron como mozos de limpieza en Reno, Nevada, antes de mudarse a Guadalajara, donde cuidaban la casa a un conocido acaudalado. Dennis y Rose Carlson se mudaron de Redding, California, para apoyar un esfuerzo evangelizador de su Iglesia en México. Los cuatro creían que en México podrían tener una mejor vida y una nueva oportunidad de predicar su fe.
Era 2 de diciembre, los cuatro testigos de Jehová, que habían establecido su residencia en Guadalajara, fueron a tocar puertas en el barrio de Chapalita, de clase media alta de la ciudad, para difundir su fe.
Las parejas bien vestidas, que llevaban folletos y libros, desaparecieron de la zona ese día. Los esfuerzos posteriores de sus familias y la policía mexicana para localizarlos fueron en vano.
Tocaron de casa en casa cuando una de ellas fue la equivocada, se trataba del hogar del peligroso narcotraficante Ernesto Fonseca Carrillo, conocido como “Don Neto”, quien era socio de Rafael Caro Quintero, miembros del cártel de droga más peligrosos de ese momento
Fonseca Carrillo, al darse cuenta de las visitas inesperadas de los estadounidenses, avisó de inmediato a Caro Quintero y él a su vez a sus sicarios. Uno de ellos, un incipiente pero obediente y sanguinario hombre era Joaquín “El Chapo” Guzmán.
En un momento en que los hombres y las mujeres se habían separado, hombres armados se abalanzaron sobre las mujeres y gritaron: “¡Ahí están!” Las metieron en un coche y se marcharon en persecución de los hombres. Cuando los maridos vieron que se habían llevado a sus esposas a punta de pistola, no se opusieron a su propio secuestro.
Tres ex policías mexicanos, infiltrados en el Cártel de Guadalajara en los años ochenta, relataron a la cadena estadounidense WFAA, afiliada a ABC que fueron testigos de la participación de Guzmán Loera en los asesinatos que habrían tenido lugar entre 1984 y 1985, en total de siete estadounidenses, incluyendo los cuatro religiosos.
Jorge Godoy López, ex agente de la Policía Judicial en Jalisco, estado donde surgió el Cártel de Guadalajara, señaló a la cadena que los estadounidenses fueron asesinados en un periodo de nueve semanas y afirma que fue testigo de la presunta participación de “El Chapo” en estas muertes.
Godoy López, de 57 años de edad y quien reside en Estados Unidos como testigo protegido, dijo que, aunque todavía teme por su vida, aceptó hablar y ser identificado por primera vez, asegurando jefes del Cártel de Guadalajara buscaron venganza por las redadas de drogas en 1984 que les causaron grandes pérdidas, incluida la quema de 10 mil toneladas de marihuana con valor estimado de cinco mil millones de dólares.
“A él (Guzmán]) le gusta cortar a la gente”, dijo Godoy, quien ahora vive en Estados Unidos como testigo protegido, y aseguró que el capo se deleitaba con el derramamiento de sangre.
Por su parte Héctor Berrellez, ex agente de la DEA, dijo que ex policías presenciaron cómo Guzmán disparaba a los cuatro misioneros estadounidenses.
“Les disparó con su Uzi de 9 mm y tengo testigos que vieron a ‘El Chapo’ matar a estos cuatro estadounidenses después de haber sido severamente torturados”, dijo Berrellez. “Las mujeres incluso fueron violadas. Estamos hablando de un animal aquí”.
Berrellez aseguró que las víctimas fueron torturadas por varios sicarios en los genitales para que confesaran que eran de la DEA, lo cual no era cierto, ninguno de ellos fueron agentes infiltrados. Uno de los sicarios que los mató fue identificado como Juan José Bernabé Ramírez, quien acaba de ser extraditado a México.
“Yo me enfoqué en investigarlo (a Bernabé Ramírez) porque quería vengar a las víctimas, en especial la muerte de los Testigos de Jehová. A él también personalmente le gustaba torturar, a las mujeres él mismo les pasó una piola (cuerda delgada de metal) por las partes íntimas hasta que sangraran, las cercenaron mientras vivían, mientras sangraban las asesinaron”, recordó Berrellez.
Los cuerpos de los Carlson y los Mascarenas nunca fueron recuperados, aunque un viejo amigo de las víctimas, Phil Ackland, dijo que los periodistas de Guadalajara le dijeron que finalmente se localizó la tumba. Era identificable por copias de revistas de La Atalaya mezcladas con restos humanos, pero nadie se atrevió a acercarse.
El padre de Dennis Carlson, Norman, contrató a un detective mexicano, que renunció cuando recibió amenazas de muerte, dijo el amigo de la familia Ackland en una entrevista telefónica desde Columbia Británica, donde es inspector de bomberos retirado. Los Carlson se alojaban en su apartamento de Guadalajara.
“Tenían un gran plan glorioso. Se suponía que iba a ser emocionante, una aventura”, recordó. “Se fue de las manos… No hay lugar para la inocencia ahí abajo”.
La sed de venganza del cártel no tenía fin, semanas después asesinaron a dos estadounidenses más, también al confundirlos con agentes de la DEA, además del verdadero agente de esta institución anti drogas Enrique “Kiki” Camarena, por quien finalmente fueron atrapados y llevados a la cárcel
“Don Neto”, Félix Gallardo y Caro Quintero fueron sentenciados a 40 años de prisión cada uno por el secuestro y asesinato de Camarena. De los tres, Félix Gallardo sigue bajo arresto domiciliario, ya casi ciego y con varias enfermedades a cuestas.
“Don Neto” cumple prisión domiciliaria desde el año pasado, mientras que Caro Quintero salió libre en 2013 gracias a un amparo, actualmente es prófugo de la Justicia nuevamente por la causa “Kiki” Camarena.
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