En Quintana Roo todos tienen vínculos con el pasado, porque solo hay una clase política, me dijo un estratega panista el año pasado. Y viene a colación, porque creo que esa clase política tan entrelazada está buscando cómo sobrevivir en 2022. No parece un reto sencillo.
Estamos a once meses de la elección de la gubernatura. Y la efervescencia política está a todo lo que da.
La alineación de grupos es interesante, porque se percibe también un nerviosismo, una falta de confianza entre operadores, precisamente porque ha quedado demostrado que sus resultados no son ya predecibles, los escenarios son muy cambiantes y sin lealtades, solo se acomodan para donde sopla el viento.
Todos parecen querer mostrar que pueden ayudar e influir, que tienen algunas canicas que aportar y que están listos para servir a la mejor oferta.
Circula una encuesta de Poll.mx esta semana que, para sorpresa de todos, señala en Quintana Roo al PRI como segunda opción en la mente de los electores para la gubernatura. Aunque los números para Morena siguen siendo muy altos con el 45% y ni si se repitiera la alianza del PRI, PAN y PRD lo rebasan.
Los estrategas de todos los partidos no saben si darse por vencidos, solo “flotar” para negociar y ganar posiciones o de plano de una vez congraciarse con quien ven ya como triunfadora. Más parecen planear una guerra de espejos, que realmente de propuestas y posicionamiento electoral.
Lo interesante es que en Quintana Roo en este momento, los partidos son solo siglas para competir, colores para estar en la boleta.
La realidad es que esa clase política ahora parece desdibujarse en dos grupos, con intereses políticos, económicos y de poder distintos: los que gobernaron en el pasado inmediato y los que gobiernan en la actualidad.
Lo irónico es que la supervivencia de uno u otro grupo depende de quienes hoy van en ascenso, que surgieron en medio de las transiciones de 2016 a la fecha, sin mucha experiencia política pero si una insaciable sed de aprovechar su momento.
Así que se adaptan con la intención de convertirse en mentores siguiendo ese dicho: si no puedes con el enemigo, únetele. ¿Cuál de los dos grupos lo logrará? ¿El niño verde va muy avanzado? ¿Los dos ex gobernadores anteriores? ¿El gobernador actual? O ¿Quizás quién puede ser candidata, muy en su papel, sonríe a todos, pero no se deja “coachear” por nadie? Porque en lo local tienen un grado de influencia, pero está el elemento AMLO y el grupo de poder central del país.
Así la preparación para lo que antes se llamaba “la madre de todas las batallas”, pero que después del 6 de junio pasado, cuando Morena ocupó la mayoría de los espacios hasta con candidatas desconocidas en su distrito o con sustituciones de última hora, realmente podría ser solo una “escaramuza”, una elección de trámite.
Primero la estrepitosa derrota del PRI en 2016 y ahora Morena han debilitado en solo unos años a la clase política tradicional. Quizás lo que debemos entender todos es que en eso consiste la transformación, algunos grupos se extinguirán. Se juegan el futuro en 2022.
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