La última semana ha sido una muestra bastante amplia del complejo camino que tendrá la alcaldesa de Benito Juárez, Mara Lezama, en su proceso por buscar la gubernatura en 2022.
La reaparición de Marybel Villegas, la fallida operación política para terminar electoralmente con Isaac Janix, la sombra de la ingobernabilidad que amenaza el Gobierno de Yensunni Martínez en Othón P. Blanco, y los conflictos cada vez más grandes al interior de su propio equipo, son apenas señales embrionarias de que el camino de Mara será cualquier cosa menos despejado.
El hecho de que la senadora Marybel Villegas vuelva a la carga es lógico y no entraña sorpresa alguna. Quiere ser gobernadora y va a pelear hasta el último momento para lograrlo. Pero en relación a Mara, la situación de Marybel se divide en dos riesgos muy claros.
El primero tiene que ver con la “capacidad de daño” de Marybel. La presencia política constante de la senadora, con su discurso anti sistema, muy asimilable a la 4T, es también un recordatorio de todo lo que Mara no puede decir.
Al haberse convertido en la “candidata de todos”, Mara ya pactó con el poder formal y los poderes fácticos, tácita o explícitamente, una suerte de rumbo político que incluye un acuerdo de gobernabilidad y apoyo a su causa. Ese acuerdo no podría incluir una Mara combativa contra el sistema que pretende gobernar.
El otro riesgo que presenta Marybel es la posibilidad de quedarse con la Mesa Directiva del Senado, por el enorme capital simbólico que representaría. Si no la logra, será casi la señal definitivamente de que el partido (como parece) no la tiene más en sus planes. Pero también debe decirse que si lograra presidir esa Mesa, fundamental en la política del país, habría que repensar todo el panorama político local.
Este tema del regreso de Marybel está directamente vinculado a la situación de Othón P. Blanco. Es justamente el marybelismo, que se mostró unido en el sur, el que tiene el poder de dejar sin gobernabilidad a la futura alcaldesa.
Los 4 regidores electos que se mostraron con Marybel y Luis Gamero este sábado, si saben pactar con la oposición, son suficientes para hacer una pesadilla la presidencia de Yensunni. Y el problema es que esa administración está muy ligada con Mara Lezama.
Mara es, para el sur del estado, la madrina política de Yensunni y Anahí González. El punto es que el destino político de Anahí puede ser intrascendente y nadie se sorprendería; no sería la primera diputada o diputado que se dedicara sólo a levantar la mano. Pero el destino de una presidencia municipal le duele de manera directa a la gente.
En lo que respecta a lo interno, Mara ha tratado de ordenar su equipo, pero le cuesta. Cada día que pasa escucha más voces y suma más gente a su entorno. Los “pragmáticos” y los “ideológicos” piensan demasiado diferente para estar a la par en una misma administración y proyecto político electoral. Se trata de voces demasiado disímiles entre sí, con miradas absolutamente opuestas de la política y de la realidad. Y para todo hay un límite, hasta para el diálogo y los acuerdos.
En los últimos tiempos, parece estar ganando en ese equipo la teoría de que el fin justifica los medios. Pero, en esos casos, se sabe que el gran riesgo es que los medios se vuelvan indistinguibles del fin; que sean el fin en sí mismos. Lo hemos visto muchas veces. Se llega al poder con las mejores intenciones, pero luego se empiezan a tomar los atajos de la política, y esos atajos son, al final, toda la gestión de gobierno.
En esta columna ya se ha dicho que para que Mara no llegue al poder en 2022 debería suceder algo extraordinario. Pero quizá lo extraordinario podría incubarse dentro de su mismo proyecto, si no tiene claro cuál es el rumbo que quiere tomar.
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Esta entrada fue modificada por última vez en lunes, 5 de julio, 2021
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