Tengo dos amigos que acostumbran, desde hace muchos años, realizar una cuenta regresiva de los días que falta para procesos electorales. Altamente politizados, cada mañana le dicen a sus allegados, a sus seguidores que faltan “x” días para el arranque del momento decisivo siguiente. Pues esta vez, su cuenta regresiva les falló.
El proceso electoral ya no iniciará la primera semana de octubre, ni será 2021-2022, porque iniciará hasta enero de 2022. Nos mocharon tres meses de preparación en un abrir y cerrar de ojos, una tarde de domingo bastó.
En casi 2 años de la presente Legislatura, no recuerdo que se hubieran presentado a trabajar los diputados quintanarroenses un domingo. Durante ese tiempo vez tras vez han preferido cerrar el inmueble, suspender actividades, sesionar virtualmente y trasladarse a otra sede, que tomar decisiones.
Esa crónica de evasión no se repitió este 11 de julio, nos sorprendieron, no solo con su presencia en el Congreso también con su aprobación fast-track de la modificación a la Ley de Instituciones y Procedimientos Electorales con un artículo transitorio que fue avalado por unanimidad.
Justifican que es por ahorrar tres meses de renta en inmuebles, lo que implicaría seguramente una reducción considerable al presupuesto 2022 para el Instituto Electoral de Quintana Roo, aunque ese dato no fue convenientemente especificado el domingo pasado y tendremos que recordar verificarlo al cierre de año.
Ya pasaron 3 días de ese movimiento político. No hay reacciones. Solo Jorge Yeladaqui desde Chetumal alzó la voz para decir que las cuentas no salen: que 81 días antes del inicio del proceso electoral no puede reformarse el artículo de las fechas porque se requieren mínimo 90 días previos por ley. Y ahí es cuando entendemos porque la prisa de sesionar en domingo.
¿Saldrán o no saldrán las cuentas? ¿Días más o días menos? La nueva forma en el Congreso es decidir cualquier iniciativa sin que los ciudadanos, partidos e instituciones opinen. Por lo regular, antes el ritual implicaba “socializar” las decisiones, consultar con organizaciones civiles, consensar en consultas públicas o explicar con expertos porque si era necesaria una reforma. Ahora parece que esos métodos ya fueron sustituidos.
Cuestionemos: la esencia del parlamentarismo es el dialogo, la escucha y la legalidad ¿funciona ahora mejor la imposición? ¿Significa que hay un mayor control político? ¿No importa ya guardar las formas? ¿Se da por sentado que los ciudadanos ni por enterados están? ¿Se cae esta decisión si interponen un amparo bien argumentado? Si de ahorros se trata ¿Podrían analizar una reducción de 15 distritos electorales y 10 pluris o de las prerrogativas para partidos?.
En el proceso electoral 2022, que abarcará ahora de enero a junio, también está en juego la renovación del Congreso y los diputados que votaron el domingo pasado terminarán su periodo en agosto del próximo año, pero quieren reelegirse.
Así pues, a mis dos amigos de los que hablé al principio, les falló este año la cuenta regresiva, tendrán que modificar su calendario y agenda política… quizás a los diputados también les falle la cuenta regresiva.
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