Cancún.- Si cuando cae el sol y el cielo se tiñe con pinceladas violetas, naranjas, rojas y amarillas te invade la pasión por buscar el mejor sitió para ver la puesta de sol, no hay duda… sufres de opacarofilia.
Pero tranquilo, no te asuste, al contrario eso demuestra tu sensibilidad por disfrutar al máximo los ocasos y sus vibrantes colores.
La opacarofilia en sí, es el amor por la puesta de sol al grado de que hay personas que viajan por el mundo en busca del mejor ocaso.
Esto debido a que se apasionan con las pinceladas de colores que se forman en el cielo durante la puesta de sol.
En general a la mayoría de las personas les gusta ver las puestas del sol, pero hay quienes llevan este gusto al extremo, pues son unos enamorados de este fenómeno que se genera durante el ocaso del llamado astro rey.
Cabe indicar, que el sol es una estrella tipo-G de la secuencia principal y clase de luminosidad V que se encuentra en el centro del sistema solar y constituye la mayor fuente de radiación electromagnética de este sistema planetario.
De ahí, que este fenómeno natural es casi tan antiguo que la existencia de la propia tierra.
Esto sucede cuando la luz del sol de color blanco, que es la suma de todos los colores del arco iris, deja un vacío, es decir, en el espacio, y la luz viaja en línea recta sin alterarse.
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Sin embargo, al penetrar en la atmósfera encuentra a su paso granos de polvo, gotitas de agua y gases -oxígeno, nitrógeno y gases nobles- alterando la trayectoria y el color de la luz.
Entonces a cada uno de los colores de la luz del sol le corresponde una longitud de onda determinada, de ahí que largo de su recorrido topa con los gases, la luz blanca se separa en diferentes colores, que en función de su naturaleza toman diferentes caminos.
Por lo tanto, los colores rojo, naranja y amarillo atraviesan los gases de la atmósfera sin alterarse, llegando hasta la superficie de la tierra.
En cambio, los azules y violetas son desviados en todas las direcciones. De este modo queda interrumpido su recorrido hacia la tierra.
Por ello, cuando miramos hacia arriba, vemos esa luz azulada dispersada por la atmósfera, es decir el cielo.
Este proceso fue estudiado por el físico Lord John Rayleigh hacia 1870, por eso se lo conoce como dispersión Rayleigh.
En sí, es todo un espectáculo, por ello hay infinidad de apasionados de la puesta del sol al grado de que llegan a sufrir opacarofilia.
Redacción
Esta entrada fue modificada por última vez en martes, 10 de agosto, 2021
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