De luchador profesional a Drag Queen, así es la vida de Diego.- A continuación te compartiremos la historia de Diego Garijo, quien de día es Luchador y de noche Drag Queen.
Antes de comenzar, el término Drag Queen hace referencia a un artista o cantante masculino que actúa vestido con atuendos propios de mujer (peluca, zapatos de plataforma, etc.) y que exhibe de maneras exageradas las acciones femeninas.
La historia es la siguiente: resulta que en las luchas Diego es conocido como el Dos Pistolas, pero en el del ‘drag’ simplemente le llaman Lola.
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Diego Garijo es un optimista hombre de 41 años que tiene el cuerpo lleno de tatuajes y que se describe a sí mismo como un luchador, pintor y artista completo.
Garijo es oriundo de Guanajuato pero vive en la Nación Americana desde que era niño, dado que arribó junto a su familia por la vía ilegal.
De luchador profesional a Drag Queen, así es la vida de Diego
En su juventud llegó a la cárcel, ya que cumplió varias sentencias, pero en el año 2006 empezó su carrera como luchador profesional de MMA (Artes Marciales Mixtas).
Sin embargo, un día terminó lesionado y estuvo a punto de perder la vista por un impacto en el rostro, lo que originó que tuviera que retirarse, aunque no fue para siempre.
Ante la necesidad de seguir su pasión, que era luchar, se adentró en un deporte aún más sangriento: el boxeo a puño limpio, en el que posee una victoria y una derrota.
En el cuadrilátero Garijo es conocido como el feroz Dos Pistolas, pero en el mundo del drag es la famosa Lola Pistola. Lleva actuando como Lola más de un año y lo ve como una extensión natural de su creatividad.
En su opinión, el drag y las artes marciales mixtas no son disciplinas opuestas. De hecho, cree que funcionan juntas.
Por ese motivo la revista VICE lo entrevistó y pudo saber más detalles sobre su forma de pensar, además de algunos secretos.
- Hola, Diego. ¿Qué duele más: un puñetazo en la cara o depilarse las piernas con cera?
– La cera es fatal, ¿pero sabes qué es peor? Romperse una uña acrílica. Es una pesadilla. En cuanto a los puñetazos en la cara, no me molestan.
- ¿Estás acostumbrado a que te golpeen la cara?
– Sí, puedo aguantar los puñetazos. No soy un luchador muy técnico, pero lo doy todo en una pelea. Solo sigo luchando, sin importar dónde me golpeen. Por eso, a menudo venzo a luchadores que son mejores que yo.
- ¿Por qué empezaste a boxear a puño limpio?
– Me retiré del combate profesional en 2012 después de que mi retina se desprendiera. El médico pudo salvar mi ojo, pero ya no funciona muy bien. Me advirtió que me podría pasar lo mismo en el otro. Pero yo no estaba listo para renunciar a la lucha. Así que me metí en el boxeo a puño limpio. Quería probar sin los guantes. Quería sentirlo de verdad. Me encanta luchar. Probablemente me arriesgaría a quedarme ciego para seguir luchando.
- ¿Cómo empezaste con el drag?
– Tengo una foto de cuando tenía seis años en la que salgo con el sujetador y las bragas de mi madre. Me crió sola y yo tenía un par de primos gays, así que no estuve expuesto a muchos estereotipos masculinos tradicionales. Quizás por eso puedo ser muy femenino. La gente se pregunta si soy gay, pero no entiende que la feminidad y la sexualidad son cosas completamente diferentes.
- ¿Pero qué hizo que te apasionaras por el drag?
– Hace unos años, hice un curso de inteligencia emocional. Nos dijeron que teníamos que salir de nuestra zona de confort. Me gusta hablar en frente de mucha gente y ser el centro de atención, pero cuando la palabra drag me cruzó la mente, dije: “¡Caray, eso es!”. Me metí de lleno. Tuve clases de baile, me agujereé las orejas y me depilé con cera. Aprendí a caminar con tacones y alguien me ayudó con los vestidos.
- ¿Qué energía llevas a las actuaciones de drag?
– Antes de la primera actuación, me sentía igual que antes de un combate. Cuando empecé con las MMA, me sentaba en el mismo vestuario que mi contrincante antes de la pelea. Nos sentábamos, mirándonos el uno al otro, preguntándonos: “¿Podré vencerlo?”. Me sentí igual en la primera competición de drag. Una habitación diminuta, ocho adultos, todos midiéndose los unos a los otros. Pero yo no estaba nervioso. Tengo nervios de acero. O quizás soy demasiado estúpido como para asustarme.
- ¿Te aceptaron de inmediato en la comunidad drag?
– Recibo mucho amor de gente del mundo drag, al igual que de las comunidades trans y gay. Pero también de luchadores fuertes y duros. Quizás ellos también esconden algo de sí mismos que les gustaría sacar a la luz más. Todo el mundo tiene secretos, es normal.
- ¿Ves similitudes entre las artes marciales profesionales y el drag?
– Las artes marciales nos muestran la belleza de los humanos que superan una gran resistencia. El drag consiste en superar la masculinidad tóxica. La gente trans de color en particular está entre las personas más oprimidas y tienen tasas de suicidio muy altas. Deberían ser apoyadas en vez de marginalizadas.
- ¿De dónde te viene esa sed por los extremos?
– De niño, estaba convencido de que el mundo se iba a acabar. Cuando tenía unos seis años y vivíamos en México, un misionero tocó a la puerta de mi casa. No contesté, pero a través de la puerta, me dijo que estábamos viviendo “el final de los tiempos”. Eso se me quedó grabado. Si había algún desastre natural en las noticias, pensaba que se acababa el mundo. Quizás por eso soy una persona tan impulsiva.
- ¿Entonces no es una decisión consciente?
– Mucho de lo que hago tiene que ver con que de pequeño sufrí acoso escolar. Me hizo sentirme pequeño, como un extraño. Siempre me he avergonzado de todo. Quizás por eso he creado una personalidad que no tiene vergüenza. Me humillaron tanto de niño que juré que nunca más dejaría que ocurriera de nuevo. Por eso di un paso adelante en el combate cuando todos los demás darían un paso atrás. Pero llevo el trauma de mi infancia conmigo todo el tiempo. Me enfrento a él todos los días.
- ¿Pero parece que has encontrado una válvula de escape para tus problemas?
– Sí. El arte y la lucha. En los días malos, voy a entrenarme y entreno a mis compañeros. No porque quiera golpear a otros, sino porque quiero que me den un par de puñetazos a mí. Entonces, me siento mejor. Cuando lucho, todos los problemas desaparecen; lo único que importa es ganar la pelea.
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