Tokio se estremeció de la emoción. Jueces, rivales, entrenadores, voluntarios y periodistas, el único público presente en el gimnasio Ariake, despidieron de pie y con una ovación a la gimnasta uzbeka Oksana Chusovitina, de 46 año,), que compitió en los Juegos Olímpicos por octava oportunidad.
Chusovitina, que comenzó su camino olímpico en Barcelona 1992 como miembro del Equipo Unificado, participó en Tokio 2020 solo en su gran especialidad, el salto.
En ausencia de público, las otras gimnastas y entrenadores formaron un pasillo de honor para homenajear a la gimnasta de más edad de la historia olímpica, que disputó sus primeros juegos en Barcelona-1992.
«He llorado de alegría. Tanta gente me ha apoyado desde hace tanto tiempo. Estoy muy agradecida», declaró la que primero representó al equipo unificado de las exrepúblicas soviéticas, justo después de la desaparición de la URSS.
Nacida el 19 de junio 1975 en Boukhara, ganó el oro en el concurso general por equipos en 1992, y luego esperó dieciséis años para lograr una medalla individual con su plata en salto, su especialidad. Fue en 2008, en Pekín, donde compitió bajo los colores de Alemania, donde se había instalado para que su hijo Alisher pudiera ser tratado de una leucemia.
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La gimnasta participó en Barcelona 1992, Atlanta 1996, Sidney 2000, Atenas 2004, Beijing 2008, Londres 2012, Río 2016 y Tokio 2020.
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Los Juegos de Tokio eran sus quintos bajo la bandera de Uzbekistán, un país de 33 millones de habitantes, donde su fama es tal que se editó un sello con su efigie, aunque este domingo no logró la nota suficiente para llegar a la final.
«Me hubiese gustado que hubiera público. Todos los deportistas necesitan atención y aplausos. No iré a París, pero a lo mejor a Los Ángeles…», bromeó.
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