Nueva York, EU.- “Hoy yo no voy a llorar. ¿Por qué? Nadie ha muerto aquí”, dijo Emma Coronel al conocer el veredicto de culpabilidad emitido en contra de su esposo, Joaquín “El Chapo” Guzmán, en la corte de Nueva York este martes.
Fue la respuesta de la consorte al ofrecimiento de una periodista que le ofreció unos pañuelos desechables inmediatamente después de conocerse el veredicto de los 12 miembros de jurado que vio el caso de su esposo.
Coronel Aispuro, quien el próximo 3 de julio cumplirá 30 años de edad, acudió a prácticamente todas las audiencias del juicio que inició el pasado noviembre y este día concluyó con el veredicto de culpabilidad, mientras la sentencia será informada el 25 de junio.
Con la mano en el corazón despide a “El Chapo”
De acuerdo a periodistas presentes en la sala, Guzmán y Coronel intercambiaron miradas tras conocer el veredicto, y era notorio que la exreina de belleza se esforzaba en no llorar.
Una leve sonrisa compartida fue la despedida entre ambos, además de que Coronel se llevó la mano a su corazón como gesto también de adiós.
Fue ahí donde la periodista Blanca Rosa Vilchez ofreció los pañuelos desechables a la esposa de Guzmán, quien le respondió con palabras que en todo momento pretendieron mostrarla serena, dijo a la reportera de la cadena Univisión.
Enterrados vivos o lanzados a hogueras
Fueron balazos a la cabeza y cuerpos lanzados a hogueras o enterrados vivos.
En escabroso detalle, un testigo relató el jueves, durante el juicio que se celebra en Brooklyn, tres asesinatos cometidos por el propio Joaquín “El Chapo” Guzmán en 2006 y 2007.
Durante tres meses de juicio se ha oído varias veces testimonio sobre los asesinatos que Guzmán ordenó, pero nunca los cometió él mismo.
Isaías Valdez, exguardaespaldas y exsecretario de Guzmán, dijo que el primero ocurrió cerca de Bastantitas, en Durango. Se trató de un miembro del cartel rival de los Arellano Félix que Ismael “El Mayo” Zambada le envió a Guzmán en una avioneta.
Tortura indescriptible
“Venía bastante torturado”, dijo Valdez, agregando que eso enojó a “El Chapo”, ya que no podría sacar demasiada información de él.
Guzmán no visitó al secuestrado durante tres días hasta que finalmente lo interrogó. Después ordenó a sus hombres trasladarse a otro campamento cercano a un cementerio, también cerca de Bastantitas. Se metió al secuestrado en una especie de gallinero allí.
“Apestaba. Estaba podrido ya”, dijo Valdez, quien explicó la historia de forma gráfica, detallando cada movimiento de Guzmán y sus hombres.
Finalmente, Guzmán ordenó que sus hombres construyeran un hoyo en el cementerio, pero avisó que intentaran que la víctima no los oyera mientras excavaban. El secuestrado estaba atado de pies y manos y fue trasladado al lado del hoyo. Guzmán, que llevaba una pistola pequeña de calibre 25, interrogó de nuevo al secuestrado y mientras éste le respondía le disparó.
“A chingar a tu madre”, narró Valdez que Guzmán dijo a la víctima. Después “El Chapo” ordenó que se le enterrara en el hoyo.
“Todavía la persona trataba de respirar, pero así lo enterramos”, dijo Valdez.
Zetas incinerados
El segundo asesinato explicado fue de dos miembros de los Zetas, otro cartel rival. En una llamada, Guzmán se enteró de que se los enviaban. “Chavalones, nos mandan un regalo”, dijo Valdez que Guzmán les comentó a sus trabajadores.
También era 2006 o 2007, en Durango. Cuando llegaron los secuestrados, Guzmán pidió a sus empleados que los fueran ‘calentando’, lo que significa que pedía que empezaran a golpearlos. Valdez dijo que el mismo Guzmán los apaleó durante largo tiempo con un tronco y con un arma.
“Hijos de su pinche madre”, dijo Valdez que Guzmán les gritaba.
Tras ordenar que se hiciera una hoguera, los hombres de Joaquín trasladaron a ambos Zetas en cuatrimotos cerca de esta. Mató a cada uno de ellos de un tiro en la cabeza y luego ordenó que se lanzaran los cuerpos al fuego. “Que no queden ni los huesos”, dijo, según Valdez.
“El Memín”, contó su cuento
“El Chapo”, uno de los narcotraficantes más conocidos que existen y exlíder del cartel de Sinaloa, se ha declarado inocente de supuestamente acumular una fortuna multimillonaria a través del tráfico de toneladas de cocaína y otras drogas desde México a Estados Unidos. De ser encontrado culpable enfrentaría una posible sentencia a cadena perpetua.
Durante el testimonio de Valdez el jueves, Guzmán se mostró atento y escuchó con atención al testigo, quien era conocido en el cartel como “Memín”.
Valdez, un exmiembro de las fuerzas especiales del ejército mexicano, dijo que trabajó posteriormente para Guzmán desde 2004 hasta 2013. Empezó como guardaespaldas, después pasó a ser su secretario y más adelante fue enviado a Honduras para comprar propiedades para el cartel. Posteriormente se encargó de la seguridad de dos hijos del líder del cártel y finalmente se hizo piloto; transportaba mariguana y cocaína.
El testigo explicó cómo en su primer día de trabajo para el cartel le llevaron en una avioneta a la sierra de Sinaloa y nada más llegaron le dieron un AK47, un lanzacohetes y un chaleco con cargadores. Indicó que sabía que ese día de 2004 se estaba metiendo en algo ilegal, pero que no sabía que se trataba de ser guardaespaldas de “El Chapo”.
Al principio trabajaba un mes seguido y luego tenía un mes de descanso y cobraba dos mil pesos mexicanos a la semana, los cuales aumentaron con el paso del tiempo. Al principio tampoco podía acercarse mucho o hablar con Guzmán Loera porque este no le tenía confianza. Hasta que un día le hizo llamar.
“Chavalón, ¿cómo estamos? Me dijeron que usted estuvo con las fuerzas especiales, con la GAFE. Aquí hay que andar al tiro”, le preguntó, en referencia a las siglas del Cuerpo de las Fuerzas Especiales.
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