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“El Mayo” Zambada, de humilde caporal a jefe del CDS

Vicente Zambada Niebla, “El Vicentillo”, despepitó todo y contra todos, incluido su padre en el juicio que se llevó a cabo en contra de Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”, narró la versión breve de su padre: de “humilde caporal” a jefe del Cártel de Sinaloa.

“El Vicentillo”, fue uno de los testigos estrella en el juicio en contra de Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”, en la Corte Federal del Distrito Este de Nueva York, en donde reveló los sobornos a militares clave en los sexenios de Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa, así como la complicidad del ex director de la Policía Ministerial del Estado, tanto con Juan Millán como con Mario López Valdez, Jesús Antonio Aguilar Íñiguez, Chuy Toño. Zambada Niebla relató, como lo hiciera su tío, el momento en que El Chapo mandó matar a Rodolfo Carrillo Fuentes, así como la utilización de las fuerzas federales para atacar a los Beltrán Leyva durante la narcoguerra del 2008.

Próximo a cumplir 44 años de edad, de los cuales los últimos 10 los ha pasado encerrado en prisiones de máxima seguridad de Estados Unidos, Zambada Niebla (marzo, 1975) subió al banquillo de los testigos, y como su tío, El Rey Zambada, sólo confirmó la corrupción oficial que existe al interior del gobierno mexicano, desde la compra de generales hasta movimientos en las corporaciones locales, arlequines de las mafias del narcotráfico.

Para buscar librar la cadena perpetua El Vicentillo aportó la información pertinente que incluso involucra a su propio padre, convertido ahora mediáticamente como el nuevo y poderoso líder del cártel, el “capo di tutti capi”. De su “compa Chapo”, dijo que era su compadre (bautizó a uno de sus hijos), y aseguró que no era su enemigo, y que ahora declaraba en su contra por las circunstancias en las que se encontraban. Y se despidió con una reverencia al salir de la sala de audiencias.

Pero hace años, tras su arresto en la Ciudad de México en compañía de sus escoltas, dos de ellos policías ministeriales en activo de Culiacán, Zambada Niebla contó detalles que nunca antes se conocían, sobre las actividades de su padre, sobre su vida, cómo inició en los campos agrícolas, y más tarde creció El Mayo en el mundo del crimen organizado no solo en compañía del Chapo, sino de su más fiel colaborador, Javier Torres Félix, El JT, quien actualmente tiene varios procesos por delincuencia organizada, portación de armas de fuego y homicidio doloso por el fuero común.

Vicente Zambada Niebla, “El Vicentillo”, vaya forma de librar la cadena perpetua, traicionando a todos en el juicio del Chapo, incluido su padre.

Vicente Zambada Niebla, “El Vicentillo”, vaya forma de librar la cadena perpetua, traicionando a todos en el juicio del Chapo, incluido su padre.

El Vicentillo, en primera persona

En uno de los expedientes judiciales a los que tuvo acceso este medio de comunicación, El Vicentillo relató el momento en que empezó a trabajar para la organización de su padre y cómo Zambada García inició como narcotraficante por los rumbos de El Salado y Cosalá, la misma zona en que gracias a “Chuy Toño” eran puestos comandantes para proteger a los Zambada.

De acuerdo con su testimonio rendido antes de la extradición, El Vicentillo dijo que su padre conoció a Javier Torres Félix en los años 80 en la zona serrana entre Cosalá y Culiacán, ya que El JT era oriundo de la comunidad Los Llanos del Refugio y su papá de El Álamo, sindicatura de El Salado. Entre ambas comunidades no hay más que una distancia de pocos kilómetros.

El mismo Javier Torres también contó que en aquella época era integrante de la Policía Rural, y que recibió entrentamiento especial de parte del Ejército Mexicano. Del Mayo sabía que era ganadero y agricultor, y aún no se le mencionaba como traficante de drogas.

En aquellos años no había jefes claros, ni al cártel de Sinaloa se le conocía como tal, a lo sumo solo existía el llamado Cártel de Guadalajara, cuyos líderes eran Miguel Ángel Félix Gallardo, Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo. Pero en Sinaloa cada familia sembraba su propia mariguana, y cada quien se encargaba de transportarla hacia la frontera.

Declaró El Vicentillo:

“En 1986 mis padres se divorciaron (Ismael y doña Rosario Niebla Cardoza, propietaria legal de Nueva Industria de Ganaderos, conocida como Lechera Santa Mónica, hoy en quiebra por los bloqueos legales), y hubo una repartición de bienes; en la organización en la que mi papá es líder llegué a conocer a algunas personas allegadas a él, como El Chapo y Javier Torres, ésta comenzó en Tijuana”, dijo.

Según la narración del joven, a la muerte de los padres de los Zambada García, fue El Mayo quien se hizo cargo de la familia, integrada por seis hermanos, entre los conocidos: Modesta, Águeda, María Teresa, Vicente (asesinado en Cancún en 1995 cuando la organización estaba en ciernes) y Jesús Reynaldo.

“A este último sé que le dicen El Rey por ser el más chico de la familia”, contó El Vicentillo. El Rey Zambada fue el primer testigo de cargo en el juicio contra El Chapo, y quien reveló sobornos de la organización entregados a Genaro García Luna, hoy preso en Estados Unidos y a espera de juicio, el “superpolicía” del sexenio de Felipe Calderón Hinojosa.

Zambada Niebla relató que cuando era niño su padre se dedicaba a transportar gente a la corte de tomate en los campos agrícolas, pero también ya sembraba mariguana.

“Es cuando mi papá se empieza a ir para arriba económicamente hasta la fecha, me cuentan que sembraban en todas las rancherías de El Álamo, a 40 kilómetros al sur de Culiacán, donde está El Salado”, señaló.

Comentó que su padre conoció a Javier Torres, y “sé que esta persona le echa la mano a mi papá para que empiece a sembrar por su cuenta, en ese tiempo era la siembra de mariguana, que es como mi papá empieza”.

¿Cómo entró al narco?

La guerra desatada a partir de 1989 con la captura de Félix Gallardo, alcanzó a El Vicentillo, quien entonces era un adolescente, pues los hermanos Arellano Félix se enconaron con El Mayo Zambada en Tijuana, por rencillas de cobro de piso.

En 1995 la violencia terminó con la vida de Vicente Zambada García en Cancún, Quintana Roo, uno de los puntos de entrada del Caribe de la cocaína colombiana. De acuerdo con la historia del Vicentillo, su padre lo envió a vivir a Tijuana de 1987 a 1991. Allí realizaba sus estudios, y a punto de cumplir los 17 años sufrió un atentado a balazos.

“Cuando iba rumbo a mi casa (en Tijuana) se me atraviesa un vehículo y me disparan y yo no sé ni quién me dispara ni por qué”, contó al fiscal que llevó su caso, y cuyo testimonio quedó en México.

Un año más tarde supo que el atacante era un ex socio del Mayo, y que a raíz del atentado su padre tomó la determinación de romper con los Arellano Félix, y marchó con toda su familia a Culiacán. Zambada Niebla llegó a vivir en la capital sinaloense con su hermana María Teresa, casada con Javier Alonso Díaz Medina, hijo de Baltazar Díaz Vega, a la sazón compadre del Mayo. Ambos, Baltazar padre e hijo, fueron asesinados en la Ciudad de México en 1996.

Desde entonces los Arellano asediaban al clan Zambada y a sus socios. El Vicentillo tenía 20 años cuando de nuevo quisieron asesinarlo, relató; un pistolero de los Arellano llegó hasta su casa, le pegó un cachazo y después disparó, sin herirlo. Luego de este segundo atentado, El Mayo decidió traerlo consigo para todos lados para protegerlo y que aprendiera el negocio.

“Mi papá nunca me indujo a formar parte de la organización, sin embargo por las circunstancias que andaba con mi papá, es que veo cómo manejaba la organización junto con mi cuñado Javier Díaz.”

“Poco a poco empecé a realizar actividades con mi papá y es hasta el año 2003 que me sale orden de detención con fines de extradición, al igual que mi papá, me entero porque sale en televisión, y es cuando decido cuidarme más, estando en Culiacán no salía”, relató Zambada Niebla.

Fue en esa época en que la DEA echó a andar la Operación Trifecta, un operativo multinacional que tenía como finalidad cortar el suministro de cocaína colombiana distribuida por el clan de los Zambada hacia Estados Unidos. Uno de los golpes fuertes fue la captura y extradición de Félix Torres en 2004.

Con los años, El Vicentillo seguiría operando para el Cártel ocupándose de la logística hasta que por consejo de uno de los abogados de la organización, Humberto Loya Castro, buscó obtener inmunidad de parte de la DEA, pero algo falló tras la reunión con los agentes antidrogas una noche de junio de 2009 en el Hotel Sheraron de la Ciudad de México a un lado de la Embajada estadounidense sobre Reforma, porque saliendo, a las dos horas, fue aprehendido por las Fuerzas Especiales del Ejército.

Ahora, señaló que la guerra con los Beltrán Leyva en 2008 también lo obligó a salir de Culiacán al descubrir que seguían el vehículo en el que se movía su esposa.

Los hermanos Flores y la conexión sinaloense

Era fines de octubre de 2008 cuando Margarito Flores arribó a Culiacán. Los capos del Cártel no sabían que su contacto en Chicago ya se había convertido en informante de la DEA y que llevaba consigo micrófonos ocultos. No era la primera vez que uno de los Flores pisaba tierras culichis, ya desde hacía tres años atrás había sostenido sus primeras reuniones con los líderes del cártel de Sinaloa para negociar kilos y precios de cocaína y heroína.

Pero aquella vez era diferente, ya que la plaza se encontraba en guerra después de que los hermanos Beltrán Leyva rompieron la sociedad que mantenían con Ismael Zambada García y Joaquín Archivaldo Guzmán, por la supuesta traición que suscitó la detención de su hermano Alfredo Beltrán Leyva, El Mochomo.

Según la declaración jurada de Margarito Flores, fue llevado como en otras ocasiones a un pequeño aeródromo ubicado en la sindicatura de Costa Rica, al sur de la capital sinaloense, y en una avioneta Cessna fue trasladado a un sitio de la sierra que no supo identificar.

“Una vez que llegamos ahí me reuní, entre otros, con El Chapo, El Mayo y Vicente para hablar acerca de futuras transacciones de narcóticos. El Mayo me pidió que le hiciera un favor, y preguntó si yo todavía podía mover ‘la cabra blanca’ que yo interpreté como código para distribuir heroína”, señaló Flores.

Zambada le presentó entonces a Felipe Cabrera Sarabia, a quien hasta entonces solo conocía por comentarios de otros integrantes del cártel, y que era el responsable de la producción de heroína y mariguana en el estado de Durango, así como el principal abastecedor de estas drogas a los sinaloenses.

Con Cabrera Sarabia en persona, Flores negoció el precio del kilo de heroína de 55 mil dólares, y con el duranguense empezaría con un primer envío de 13 kilos para distribuirlos en Chicago por la cantidad de 715 mil dólares. En la reunión en la sierra también estuvo presente El Vicentillo, pues era identificado como uno de los encargados de la logística.

Una vez de regreso a Chicago, los Flores sostuvieron conversaciones telefónicas que también fueron grabadas entre el 15 y 22 de noviembre de 2008. En dichas llamadas telefónicas, se habló del pago de los 13 kilogramos de droga, así como el acuerdo se continuar enviando más heroína a Chicago a través de los canales de distribución del Cártel de Sinaloa.

Los 715 mil dólares fueron enviados a Sinaloa, con ayuda de la agencia antidrogas, para que los capos no advirtieran que sus clientes de Ilinois estaban trabajando a la par con el gobierno para construir las acusaciones formales. Como socios de la organización sinaloense, se expone en el expediente, Cabrera Sarabia enviaba heroína al menos desde 2005 hasta el 2008 en que los Flores decidieron convertirse en soplones preferidos de la DEA, debido a las amenazas de muerte que Arturo Beltrán Leyva, El Barbas, les había enviado tras el pleito con El Chapo y El Mayo.

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