Desde el abucheo masivo en el Estadio Olímpico de la Ciudad de México, en 1968, a Gustavo Díaz Ordaz, no recordaba tanta mentada de madre hacia un presidente como el que observé el pasado sábado 1 de diciembre hacia el ciudadano Enrique Peña Nieto. Con tan solo 24 por ciento de popularidad, termina uno de los sexenios más polémicos y aterradores, por no decir lo menos, pero en fin, la página ya dio la vuelta.
Sin embargo, tengo muchas reservas de si este nuevo ciclo es un “atole con el dedo” más o en realidad es el cambio que tanto anhelamos, queremos y merecemos. Y es que la burra no era arisca, pero los azotes la han hecho totalmente incrédula de las nuevas propuestas.
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De repente, pienso en una dictadura disfrazada de democracia. Y es que a quién se le ocurre poner en votación si se hace un aeropuerto aquí o allá. ¿Qué no se supone que debe ser estudiado cada caso por expertos y no por mortales ciudadanos? Hay cosas que pueden ser sometidas a votación, pero no este tipo de situaciones que solo vemos nuestra conveniencia y no todas las corrientes del aire, literalmente.
Aunado a esto, ¿quién me garantiza que el resultado de la consulta es real? Si en una de dichas votaciones a las que asistí fue sumamente sencillo participar ¡tres veces! y en la última de plano en una libretita apuntaban nuestro “voto”.
Tal vez el actual presidente tiene las mejores intenciones, pero no la mejor organización de llevar a cabo este tipo de dinámicas, que si bien estuvo bastante desorganizado, ningún mandatario se había atrevido a hacer.
LUCHA POR LA GENTE VULNERABLE
Lo que es un hecho, y lo que lo hace diferente del anterior y fallido intento de presidente, es que él, desde hace mucho tiempo y aun siendo estudiante ha luchado por los indígenas y la gente más vulnerable. Sin embargo, tampoco tiene que olvidar lo que atrae dinero al país, por ejemplo, el turismo.
Y es que en su discurso de su toma de protesta, no le dio mucho interés a este tema, lo cual llamó mi atención. Un presidente no debe desatender ninguna de las necesidades, ya sea de gente vulnerable o de gente con más holganza económica. No por ser ricos necesariamente son los malos del cuento y no por ser menos ricos son los más nobles del pueblo.
No me cabe duda que el hartazgo de todo un país (al menos un 76 por ciento) nos llevó a decidir por este cambio totalmente radical… claro que… tampoco había mucho de dónde escoger…
En fin, aquí entre nos, con una campaña de 12 años, creo que difícilmente desaprovecharía esta oportunidad y sería muy atrevido de su parte quedarnos mal ¿no crees? Ojalá su mayor defecto sea cumplir todas y cada una de sus promesas que ya hasta la palabra suena a mentada…
Vuelvo a reiterar que el cambio no es obligación solamente del representante de un país, sino en cada uno de sus ciudadanos. Y por muy buenas intenciones que éste o aquel mandatario tenga, el país seguirá estando donde está si cada uno de nosotros seguimos cometiendo abusos, falta de respeto y corrupción.
Como ejemplo de ello es, justamente, una de las acciones que hizo el actual jefe del Ejecutivo federal al abrir las puertas de “Los Pinos” al público y en menos de 24 horas, ya se habían “volado” las nochebuenas de la entrada.
El mismo día de la toma de protesta, acudí a una tienda de autoservicio. Un personaje, propietario de una camioneta de lujo se acercó a su vehículo con el carrito del súper, bajó sus cosas, las metió a su súper camioneta y dejó ahí el carrito detrás de otro automóvil, sin importarle ni un instante que estorbaba tanto al que estaba estacionado como al que pasaba por ahí. ¿Por quién habrá votado ese señor? ¿Le importará SU país? ¿Su familia? ¿Pensará en los demás alguna vez?
Así pues, creo que todo en esta vida es cíclico y ojalá ya hayamos tocado fondo como país, para que lo siguiente que venga sea “salir del despeñadero”.